Barrancas en 1904

Por Isidro Belver: Impresiones de los misioneros salesianos, sobre el lugar y su valiente y maravillosa gente:

«El 3 de junio {1904} partimos para Barrancas, que siempre es la más consoladora de estas misiones. Nos encontramos con muchas familias alejadas uno, dos y hasta tres días de camino que llegadas aquí se quedan siete, nueve y aún once o doce días, o todo el tiempo que dure la misión. Es muy hermoso ver llegar estos expedicionarios con mulas cargadas de comestibles y los necesarios implementos de cocina. Bajo cualquier árbol tienden sus toldos que generalmente consiste en extender cualquier tela o cuero sobre las ramas de las plantas. Los más pudientes hacen una bella muestra de sus tiendas de tela que traen consigo siempre. En tanto, mientras algunos van en busca de leña, las mujeres se preparan para hacer fuego y empezar a cocinar algo de caldo, y jamás dejan de servir en rueda, con la misma bombilla, un tubito de metal metido en un pequeño recipiente, el tradicional mate.

Muchas señoras, en el tiempo libre de las sagradas funciones son pura actividad para preparar tortas, empanadas y empanadillas que después ponen a la venta.

Y es muy hermosos, de noche, contemplar aquellos treinta o más fuegos distribuidos alrededor de la casa de la misión, compuesto cada uno de dos, tres y más familias.

Produce gran admiración la piedad de esta gente que para asistir a la Santa Misión no duda en afrontar todas las privaciones de esta difícil estación tan variable. ¡Honor a estos buenos cristianos!».

«La misión dada en Barrancas {1907} (que para nosotros es sin duda la más importante del Territorio) ofrece cada año un espectáculo edificante de cristiana piedad ya sea por el número de cristianos que concurren, como por el largo camino que muchos deben hacer para poder participar.

También este año, no pocos debieron hacer tres, cuatro o cinco días de viaje para venir a bautizar sus hijos y cumplir los preceptos de la Iglesia. Durante todo el tiempo que duró la misión, el campo circundante a la casa-capilla parecía un campamento militar en tiempo de rancho. Era un hermoso espectáculo, sobre todo al anocher al contemplar su centenar de fuegos».

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