La Confluencia, allá por 1900

Crónica de los primeros años de la ciudad. La vida diaria y el traslado de la capital provincial.

Se denominaba «La Confluencia», al conjunto de dos «pueblos». Uno, en la margen izquierda del río Neuquén, conocido como «Limay» (hoy Cipolletti) y el otro, en la margen derecha que, a partir de la llegada del ferrocarril al territorio neuquino, recibió el nombre de «Neuquén».

Según los cronistas de la época, estos «pueblos» formaban uno de los centros del comercio de los territorios de Río Negro y Neuquén, ya que recibían carretas, arreos de mulas, caravanas de tropas que llevaban o traían los frutos de la zona (cueros, lanas, pieles, etc). «La Confluencia» estaba habitada por trabajadores del ferrocarril, troperos, artesanos, comerciantes, estancieros, que iban y venían de sus propiedades. Un dato a destacar es que en el área había pocas mujeres

Cerca del puente ferroviario sobre el río Neuquén, se estableció el negocio de ramos generales y hospedaje «Buena Vista» (1897) del italiano Celestino Dell’Anna, antiguo vecino de Patagones, radicado en esta zona desde fines del siglo XIX. La familia atendía el servicio de balsa sobre el río mencionado. En las inmediaciones de la estación ferroviaria habilitada en 1902, se veía un rancherío diseminado y una casa más grande que las otras, la posada de Mangiarotti, próxima al galpón de consignaciones del señor Bueno. También se instaló la Comisaría de Policía (1891), una modesta construcción custodiada por el comisario Doroteo Plot y Lorea y con un pequeño número de gendarmes.

El Juzgado de Paz se situó en este poblado (1889), a cargo de don Pascual Claro «un aragonés acriollado», siempre alegre y generoso, dispuesto a ayudar a cualquier hombre que llegase a la zona. El primer juez fue el agrimensor Ernesto Gramondo, poblador de Vista Alegre; cerca del juzgado se ubicó la casa de comercio «La Maragata de Neuquén», de don Agustín Fernández y Enrique Carro, dedicada a ramos generales (almacén, sastrería, talabartería, papel, libros, droguería, muebles, etc) y hasta fonda para la gente de paso y paradero de carruajes y animales. Frente a la estación ferroviaria, en octubre de 1902, abrió sus puertas otro negocio de ramos generales, hotel y bar «La Nacional», de Varela, Linares y Cía. (posteriormente Confitería Ideal), atendida por Pedro Linares, quien fue el primer presidente del municipio neuquino. En 1903, había en la zona un poco más de 400 personas, la mayoría extranjeros.

EL TRASLADO DE LA CAPITAL

Cuando se hizo cargo de la gobernación Carlos Bouquet Roldán (1903), recorrió el territorio neuquino y gestó la idea de trasladar la capital desde Chos Malal a la confluencia de los ríos Neuquén y Limay, tomando como base el pequeño poblado existente. Esta idea la trasmitió al Ministro del Interior, Joaquín V. González, que luego de un viaje de reconocimiento por la zona, aprobó la medida. Como el lugar donde se iba a emplazar los edificios principales, calles, plazas y bulevares, según un plano provisorio de la nueva sede de la capital, eran tierras privadas, Bouquet Roldán viajó a Buenos Aires a gestionar con sus dueños, la ‘donación’ de los terrenos para efectivizar la medida. Los propietarios de las tierras Francisco Villa Abrille, Casimiro Gómez y Ramón López Lecube «donaron el gobierno nacional la fracción de tierra, en total 190 has, pero acordaron que se les mensurara toda la tierra de su propiedad».

En una marcha de quince días que terminó el 17 de agosto de 1904, el gobernador Bouquet Roldán, se instaló en la nueva sede de la capital denominada oficialmente Neuquén.

La medida fuertemente cuestionada por los chosmalenses y por algunos gobernadores de la época, en particular, por Olascoaga quien decía que al tener Neuquén la forma de triángulo, colocar la capital en la Confluencia era «como colocar un portero en el fondo de una casa». También hubo cuestionamientos por parte de la prensa de la época, debates en el Congreso, porque se consideraba que la medida había sido tomada en forma demasiado rápida sin consultar a los intereses de los habitantes del territorio. Además que se había favorecido, en última instancia, a los propietarios de las tierras de la Confluencia que donaron una parte para el ejido de la capital, pero lograron la mensura de todos sus terrenos y una doble valorización de sus tierras, por la llegada del ferrocarril y la instalación de la capital (se estimó que la tierra se valorizó en un 500%).

La medida fue tomada por decreto por el presidente Julio A. Roca y los debates parlamentarios se hicieron el 17 de septiembre de 1904, cuando el 12 ya se había inaugurado la nueva capital de Neuquén. Evidentemente, se sumaron varios intereses públicos y privados, acelerando el proceso de traslado y beneficiado porque la tierra en la Confluencia eran en gran parte privada, vendida a particulares -ausentes durante años- en el remate de 1885.

El tema no terminó aquí, ya no sólo los chosmalenses gestionaron el retorno de la capital a su antigua sede, sino que luego se intentó llevar a Zapala, punta de rieles desde 1913 y este tema fue debatido en las sesiones que luego dieron lugar a la sanción de la primera Constitución de Neuquén (1957).

Por Orietta Favaro

(*) Doctora en Historia. Docente e investigadora de la Facultad de Humanidades-Cehepyc/Clacso. Universidad Nacional del Comahue

Publicado en el diario Río Negro

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