Al tercer golpe de martillo, Eduardo Costantini se adjudicó por 1,7 millones de pesos una de las últimas, sino la última, Terraza de Lino Enea Spilimbergo en manos privadas. Es un récord para el artista y el valor más alto pagado en la Argentina por un cuadro en subasta en lo que va del siglo.
El maestro, que pintó la cúpula de las Galerías Pacífico y terminaría sus días en Unquillo, descubrió en estas vistas panorámicas con figuras hieráticas un campo de exploración visual que tendría muchos seguidores. Algo confirmado el lunes por la noche. La terraza de tonos azulados resultó un as en la manga de Augusto Mengelle y Manuel Ramón, titulares de Arroyo Remates, y una sorpresa para el mercado de arte, atrapado como está entre el cepo cambiario y la paranoia por la AFIP.
Es una buena noticia, también, porque marca el regreso de Eduardo Costantini al ruedo local y la incorporación a la colección del Malba de una pintura excepcional con un pedigrí impecable.
La Terraza, con piso en damero y desnudos picassianos en primer plano, integró la colección del doctor Carlos Grether, conocido en el ambiente empresario por la marca Etam, dedicada a la moda femenina para talles grandes, líder de una época en la que la palabra anorexia no figuraba en las conversaciones cotidianas.
La pintura adquirida anteayer por Eduardo Costantini está fechada y firmada en 1930. Momento clave en la vida y en la obra del pintor recién llegado de Europa, con nuevas ideas e influencias en su equipaje, más el aprendizaje de rigor en el taller de André Lhote, destino obligado de los artistas argentinos en París, a comienzos del siglo XX.
El viaje por Italia fue decisivo y determinante de la matriz inspiradora de sus terrazas metafísicas, consideradas más tarde como «la figurita difícil» de las grandes colecciones argentinas. Una versión espléndida, ex colección Domingo Minetti, fue adquirida años atrás en Posadas Remates por un gran coleccionista que cultiva el perfil bajo y no le gusta ver su nombre en letras de molde.
Aunque el récord anterior para una obra de Spilimbergo corresponda al retrato de dos mujeres de porte escultórico vestidas de rojo comprado en 220.000 dólares por Jorge Blanco Villegas, tío de Mauricio Macri, en una subasta porteña.
Eduardo Costantini pagó un récord. El dato confirma un rasgo propio del coleccionista: cuando está empeñado en quedarse con un cuadro, no hay nadie que lo iguale a la hora de las ofertas. Quien lo dude puede recordar lo sucedido con Abaporu, de Tarsila de Amaral, una helada noche de noviembre de los noventa en Nueva York. En la sala de Christie’s le arrebató la pintura más famosa de Brasil, junto con Antropofagia, de la misma artista modernista, a un grupo de brasileños. Eran coleccionistas y habían viajado especialmente para comprar la obra. Hasta tenían el festejo organizado en el penthouse del Delmonico de Park Avenue.
Costantini entonces no tenía un museo ni el aura de coleccionista famoso, pero peleó por el Tarsila hasta el final y por poco más de un millón de dólares se quedó con el cuadro. No se equivocó. Un año atrás prestó la pintura para una muestra en el Palacio del Planalto, Brasilia, por pedido de Dilma Roussef, y recibió ofertas por más de 60 millones de dólares.
En el top tres
Terraza, de Spilimbergo, es el tercer cuadro entre los más caros vendidos en la Argentina en pública subasta. Los dos primeros puestos son para las escenas camperas de Prilidiano Pueyrredón (Corral de palo pique y Los Capataces), compradas por la empresaria Amalita Fortabat en medio millón de dólares cada uno, en J. C. Naón, a fines de los noventa.
A cambio oficial, el fundador del Malba, presidente de Consultatio, artífice de Nordelta, de un desarrollo exitoso en Key Byscaine, de un proyecto en Laguna Garzón, Uruguay, y otro en Bal Harbor, Miami, pagó por la Terraza 410.000 dólares, bastante más de lo estimado por la rematadora, que era de 720.000 pesos.