Nicanor Parra en Feria del Libro de Guadalajara

Nicanor Parra muestra 60 años de irreverencia poética en Feria del Libro de Guadalajara. El viernes se inauguró la muestra plástica del poeta y ayer se dio el vamos oficial al evento literario.

Tiene dos siglos de vida. Fue un hospicio para niños huérfanos y ancianos solitarios. Se llamó la Casa de la Misericordia. También fue una bodega de armas y resguardo de tropas durante la Independencia de México y luego durante la Revolución Cubana la tomó como dependencia. La capilla tiene un fabuloso mural de José Clemente Orozco, pintado en 1937. Hoy el Instituto Cultural Cabañas es un hito ineludible de la historia colonial de Guadalajara. Un monumento que la noche del viernes abrió sus puertas a la irreverencia de la obra plástica de Nicanor Parra.

Pieza central del envío chileno a la Feria del Libro de Guadalajara, la exposición del antipoeta es un recorrido por las pulsaciones visuales que desde los 50 hasta hoy han marcado su obra. Se trata de una versión acotada de Obras Públicas, la polémica muestra que Parra instaló en 2006 el Centro Cultural La Moneda, donde colgó a los presidentes. Acá no hay dañados más dañados que la víctima histórica de Parra: la pompa de la poesía.

«Esta muestra es un recorrido panorámico de la obra de Parra y da cuenta de cómo accede a la plástica desde la palabra», dijo ayer Ignacio Echevarría, curador de la muestra junto a la hija del poeta, Colombina Parra. «No hay que olvidar nunca que este es el trabajo de un poeta. Todo su esfuerzo es por sacar a la palabra de su encasillamieto», agregó en la inauguración y luego guió un recorrido junto a el ministro de Cultura, Luciano Cruz-Coke, el mismo Padilla y el crítico Julio Ortega, entre otros.

La exposición del Premio Cervantes 2011 tiene en México su primera parada internacional. Según confirmó Morgana Rodríguez, productora de la muestra, en 2013 será montada una versión similar en la Biblioteca Nacional de España. Se pretende que luego llegue a otros países.

Poesía a secas

La muestra, que zigzaguea por cinco salones, empieza con algo de arqueología: una cortina hecha de retazos de géneros fabricada por la madre de Parra, Rosa Sandoval, en Chillán, en los años 20. Ahí, apuntó Echeverría, se rastrea ya la mecánica interna de Nicanor: sumar supuestos desechos para producir estallidos. Luego, hay guiños a Neruda, Mistral y Huidobro. Sobre este último hay un clásico trabajo plástico: «El teléfono de Hitler, colección Vicente Huidobro», se lee bajo un viejo teléfono, aludiendo a una anécdota que contaba el propio Huidobro sobre sus días como corresponsal en la II Guerra Mundial: habría entrado a la casa del líder nazi y le habría robado su teléfono.

Realizados en 1952, los Quebrantahuesos ocupan todo un salón. Hechos en colaboración con Alejandro Jodorowsky y Enrique Lihn, se trata de particulares portadas de diarios hechos con recortes de otras noticias. El resultado es irrisorio: «Profesor universitario afirma que es absurdo pensar» o «Vaca perdida aclara su actitud frente a vaca encontrada». Previo al bombazo de Poemas y Antipoemas (1954), los Quebrantahuesos suelen verse como un antecedente del arte conceptual chileno.

Un antecedente tan directo como los Artefactos, piezas gráficas de 1972, con ilustraciones de Juan Guillermo Tejeda. En Guadalajara ocupan toda una pared. Políticos e irónicos, según dijo Echevarría, su naturaleza humorística opaca otro gesto parriano: son postales. «Parra buscaba superar el formato del libro», aseguró el curador. Y en ese camino, como detalla la exposición, aparecen las tablitas de madera, las bandejas de cartón, soportes inesperados para la poesía. Más allá, superando texto y soporte, están sus trabajos plásticos: botellas, máquinas de escribir, sillas, crucifijos, tocadiscos, ampolletas, etc., decenas de desechos marcados con versos que a la manera duchampniana de un ready made literario expanden el horizonte de la antipoesía. Y de la poesía a secas.

 

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