A los 40 años, la cantautora habla de su nuevo álbum carnavalesco, “Real fantasía”, de su disco con Caetano y Gil, de su amor por la Argentina y de su trabajo solidario.
Así como las novelas de Jorge Amado trazan y pintan sus colores, la voz de Ivete Sangalo es, hoy en día, portabandera de la música de Salvador de Bahía, la meca de la cultura afro de Brasil, con su templo abierto en el corazón del Pelourinho. Con cuarenta años, la cantante surgida de frenético ritmo del Axé de Banda Eva, desde 1999 supo construir una exitosa carrera solista que ya congregó 80 mil fans en el Maracaná en 2007 y puso a bailar, con invitados como Diego Torres, a fanáticos de aquí y allá en el Madison Square Garden (Nueva York).
Este año tuvo su debut fuerte en Buenos Aires, la ciudad que un año atrás había elegido para sus vacaciones, logrando un show agotado en el Luna Park y presentó un disco de invierno y uno de verano: el primero en un trío junto a Caetano Veloso y Gilberto Gil, en clave de bossa y MPB como parte de un especial en vivo para la TV Globo; y el segundo, Real Fantasía , que navega en su esencia más pura, el carnaval de Bahía. De hecho, allí será su segunda presentación el próximo 5 de enero.
“Este nuevo disco es como soy”, explica. “Una respuesta a mis sensaciones. Es muy latino, que son ritmos que amo, y también tiene galope, zouk, samba rock y otros géneros. El proceso de composición se dio todo en casa. Comencé a seleccionar músicas y compositores en marzo, porque todo pasa por mí; al final de cuentas, el disco es mío.
Real Fantasía es la relación con mi vida. Una mujer real, con una rutina real. Mi carrera, la música, son mis fantasías reales. Entiendo que con ese nombre da para enloquecerse, ¿no?” (risas). Pero la tapa dice mucho sobre el disco, y como tiene mucha latinidad, creo que combina. El cielo es para mostrar lo que está por venir, y tiene a esa mujer que es real, y que realiza todo lo que fantasea”. De paso por Buenos Aires, da más precisiones sobre su presente.
¿Y qué te dejó la experiencia de hacer un trío con dos grandes, como Gilberto y Caetano?
Las sociedades son importantes en varios aspectos. Por la importancia de tener en mismo escenario a artistas diferentes, fluyendo juntos musicalmente, así como también por lo que esa situación puede aportarle a cada uno individualmente. Crecí como intérprete y cantora. Viví un momento único, y creo que cualquier cantante desearía estar en mi lugar, hablando energéticamente. Aprendí de ellos por su postura y su manera de desenvolverse musicalmente. Soy afortunada: son amigos y contemporáneos, dos genios. Excelentes compositores, historiadores de las experiencias, amores y dolores de mi pueblo con sus canciones. Ser su intérprete fue una bendición. Son totalmente accesibles como personas, como inaccesibles como compositores. Es increíble, cuando conversamos logran llegar al lugar donde uno está y ser generosos y cariñosos. Somos amigos; suelo ir a sus casas y ellos, a la mía, como familia. Pero tengo conciencia total que son magos que se dan cuenta de que vivir tranquilos y sencillamente es la manera más inteligente de ser felices.
También editaste un compilado con tus baladas, ¿tu música toma un sendero más calmo?
No, esas cosas se construyen más por el deseo colectivo que por un deseo exclusivo mío. Tengo la suerte de poder hacer mis discos carnavalescos como me gusta y abrirme a otros proyectos. Esos momentos en los que dejo de ser carnavalesca son una oportunidad para hacer fluir mi deseo de cantar músicas más tranquilas y lentas. En casa, sola, toco la guitarra a mi manera.
¿Cómo es esa relación privada con la música, en la intimidad?
Agarro aire y vuelo. Toco música de oído, y si no la saco, la toco errada y listo. En mi infancia todo tenía relación con la música. Tengo cinco hermanos más, y antes de comer cantábamos. Mi papá nos reunía y nos hacía apagar el televisor. En el living escuchábamos muchos discos y nos sentábamos a charlar sobre esas músicas. Aprendí a tocar con mi padre y a cantar con mi madre. Ella cocinaba cantando. Eso era lo normal en mi casa. Vivía cantando en la escuela. Un día, una nena me preguntó si soñaba con ser cantante, y le dije que no, porque yo ya era cantante. Ser famosa y todo lo demás: ni sabía de qué se trataba eso. Tenía mis ídolos, pero no tenía conciencia de ese otro lado de ser un artista. Pensaba que un artista era aquél al que le gustaba hacer música, pero nunca pensé en ser cantante, ni famosa, ni nada de eso.
¿Y qué pensás hoy de ese lado de tu carrera, el de la fama?
Tomo la fama como algo natural, aunque siento que en los últimos 20 años se tornó una cosa más intensa. Yo tengo 40 años y empecé a cantar profesionalmente a los 23. Descubrí eso cuando llegó el éxito. Nadie tiene la dimensión exacta de lo que es ser una persona famosa, y la fama y el éxito son cosas muy diferentes. Se puede ser famoso por varios motivos, hasta por matar una persona. Pero ser un artista verdaderamente exitoso, y ser famoso, es algo que sólo se puede entender después de haberlo vivido.
En paralelo a la música, también desarrollás un trabajo social en Brasil, ¿de qué se trata?
Mi foco son las mujeres y los niños. Tengo fuerza femenina y las escucho. Entonces, ayudo a muchas y, así, ayudo a sus hijos. El año que viene vamos a crear un instituto en Salvador. Me daría mucha paz. Recibo tanto amor, tanto cariño, que lo tengo que dividir; tengo esa obligación.
Estuviste unos días acá de vacaciones, paseando, ¿qué cosas te atraen de Buenos Aires?
Muchas cosas, me gusta mucho comer acá. Demasiado. La parrillada… Brasil y Argentina tienen más pasión por la comida que por el fútbol. Y yo siento que la pasión de los argentinos con los brasileños, al igual que la de los brasileños con los argentinos, es como cuando te dicen “Qué guapa que eras de chica”. Nadie asume que está enamorado. Un país del otro, y viceversa. Es un coqueteo constante. Incluso en el fútbol, que es el motivo de pelea de esta pareja, donde discutimos porque la verdad es que somos todos muy fanáticos, es porque sabemos del potencial que tenemos. Si no, no incomodaría tanto Brasil a la Argentina y la Argentina a Brasil. Son dos titanes.
FUENTE: diario Clarín