Batero con historia en Neuquén

Black Amaya 03Black Amaya, mítico baterista de Pescado Rabioso y Pappo´s blues, llega a la región para ofrecer una serie de shows.

Las crónicas citan el nacimiento del rock nacional a finales de los ’60. Almendra, Los Gatos y Manal figuran como las bandas fundacionales de aquel movimiento naciente en el país, que pronto daría vida a otras fundamentales como La pesada del rock and roll, Pappo’s Blues y Pescado Rabioso, grupos por los que pasó el baterista Juan Carlos “Black” Amaya.

Amaya tenía apenas 20 años cuando integró la formación encabezada Noberto “Pappo” Napolitano y 22 cuando se unió a Luis Alberto Spinetta. Era muy joven, y nunca imaginó que su nombre pasaría a la historia como parte de esa prolífica generación que dio origen al rock en el país.

Más de 40 años después de aquellos hitos musicales, Black sigue enrolado en las filas del rock y el blues, estilos que nunca abandonó y que cultiva desde hace casi diez años con Black Amaya Quinteto, y que “revisa”, desde 2010 con La San Luis acústica, banda con la que se da el gusto de versionar los temas que siempre quiso tocar de otros como Vox Dei o Moris.

Instalado desde hace casi una década, en la puntana localidad de Concarán, a la que le dedicó su primer trabajo discográfico con el Quinteto, Amaya dice que no dejaría ese lugar “por nada del mundo”. Acompañado por Gaby, su mujer, y rodeado por hombres que visten bombacha de gaucho, allí el mítico baterista se convirtió en “Don Blas” para repartir sus días entre el cuidado de animales (caballos, corderos y seis perros), la composición y las presentaciones por distintas ciudades del país: un contraste que le “encanta”.

Más maduro, -algo “lógico”, según expresó-, y con una batalla personal ganada al alcohol, Amaya sigue tributando a quienes fueron para él sus grandes maestros: Pappo y “El Flaco”, y dice que la escena actual lo tiene “desilusionado”.

-¿Cómo va a ser el show local?, ya que venís solo.

Como a mucha gente le gusta Pescado Rabioso y Pappo, y en los jóvenes eso pegó mucho, eso me beneficia porque podes hacer una lista por Internet y después hacemos un pequeño ensayo y tocamos. Porque viajar con el quinteto es difícil, son todos de Buenos Aires y los transportes están bastante caros, las estadías… Entonces gracias a que hay gente como el Choco (el músico local Jorge Chocobar), que nos convoca y se encarga de armar todo, puedo ir a tocar a otros lugares. Los que tocan en lugares gigantes sabemos quienes son, los mismos de siempre los que se acomodan. Y después están los intermedios para abajo, que son en los que nos movemos todos nosotros. La ventaja nuestra es esa, que conocemos el pulso de la gente realmente como es, porque tocamos en pubs y viajamos.

-¿Eso es un poco de lo que siempre se queja Botagofo (Miguel Vilanova)?

Sí, pero él también tiene las suyas. Lo adoro, pero es difícil, yo me he perdido trabajos por él y por otra gente, porque se ponen medios en estrella. A mí cuando me ven me dicen: ‘maestro’ y yo los quiero igual. Pero actualmente estoy desilusionado del rock de argentina. Salvo algunos que no se ponen camisetas partidarias… porque política siempre existe.

Hay algunos muchachos rockeros que viven bien y ganan mucha, muchísima plata, que viven como gran burgués, pero que se hacen los que están con el pueblo. Y a mí esas cosas me enferman. Por eso me rayo por Facebook, aunque estoy tratando de bajar decibeles.

-Más allá de esas dificultades seguís con tus dos proyectos. ¿Cómo viene eso?

Lamentablemente nadie compone en estos grupos. Siempre es: ‘No, compone vos, Negro’. Así que tengo que ponerme ahora, porque hace mucho que no grabo con el quinteto. Igual los costos aumentaron muchísimo. Sabemos lo que nos cuesta grabar un disco y que nos difundan. Pero es parte del juego, yo no me quejo. A mí gracias a Dios la gente me quiere.

-Pero, ¿tenés planeado un disco unplugged, o no?

Sí, es un próximo disco que esta en mente. Estoy sacando temas y después se los paso a los muchachos cuando voy a Buenos Aires, pero tengo que terminarlos todavía. Tengo temas por la mitad. Después también -que esto por ahí es mas fácil-, estamos tocando covers con La San Luis Acústica. Tocamos en restaurantes, en festivales de acá, porque es un repertorio que también me gusta a mí, que nunca lo toque. Temas de Sui Generis, Pastoral, Vivencias, Moris, Los Gatos, Vox dei: todo rock nacional. Con eso estamos tocando hace dos años por San Juan, Córdoba, San Luis, fuimos a La Perla de Once (mítico bar donde Litto Nebbia y Tanguito compusieron “La Balsa”). También vamos a grabar un disco este año de covers, pero bien hecho, y la idea es grabarlo con músicos invitados de San Luis.

-Después de haber siempre “acompañado” ¿cómo fue estar al frente de tus propios proyectos?

Tuve que hacerme cargo. Tenía que definirme como músico, hacer lo mío. Por que cada cual tiene su propio proyecto. Empezar a componer y hacer todas esas cosas que antes no hacía. Ahora soy más grande y tengo más experiencia. Fue todo un aprendizaje que estoy disfrutando, porque es parte de la vida.

-Sabiendo de dónde venís musicalmente ¿cómo te encuentra la “madurez”?

Tengo 62 años. Cuando estaba con Pappo’s blues tenía 20 y con Pescado 22. Cuesta mantenerse después. Tuve una etapa, desde los 30 a los 40, bastante brava con el tema del alcoholismo. Que gracias a Dios, hace 20 años, pude zafar de esa enfermedad. Entonces no me arrepiento, porque esa mala experiencia me llevó a otras buenas, que son éstas. Llegar a los 62, sano, con muchas ganas de vivir, de tocar y de tener cosas nuevas, como tengo ahora con los animales. Es una experiencia que no la dejaría por nada del mundo, este lugar en el que estoy viviendo con mi mujer, con Gabi. No dejaría mis vecinos que andan en bombacha y con boina, y me dicen “Black el rockero” o me llaman “Don Blas”.

-Te rebautizaron…

Y sí, y yo me enternezco tanto. Porque son buena gente, son gente nacida en el campo. Están más allá de todo. Me encanta ese contraste de tocar, por un lado y después de compartir con vecinos acá, con animales. Eso me gusta. Me pone triste, a veces, la pérdida de los amigos. Uno tiene la gracia de que puede vivir sano gracias a Dios, pero veo también los que se van, entonces es la parte más triste de esto es eso. Hablo de Spinetta, de Pappo, de Moris de Rubén Basoalto, y otros más.

-Hablando de Spinetta. ¿Seguías en contacto con él?

Después de las Bandas Eternas (realizado el 4 de diciembre de 2009 en el estadio José Amalfitani donde Spinetta se reencontró con gran parte de los grupos y músicos que lo acompañaron durante sus 40 años de carrera) quedamos en comunicación. Él me mandaba dibujitos para mí y para Gaby. Él dibujaba siempre, hacia dibujos digitales. Y si no lo llamaba, le mandaba un mail o cuando iba para Buenos Aires pasaba por la casa a tomar unos mates…Y me enteré en un recital a beneficio de Edelmiro Molinari (al que también le diagnosticaron cáncer) por un fanático que pasó por ahí, que me preguntó si sabía de la enfermedad de Luis. Y yo no sabía nada. Me entere ahí, y me quería morir.

-Te enteraste por los medios…

Sí, y después hablé con un amigo que tenemos en común, el bajista de Jairo, que tocó con él y me dijo: ‘Sí, es verdad. Pero no te asustes porque está en estudio. Hay que ser optimistas’. Y así fue que estaba durmiendo la siesta acá, y me llamó una vecina para darme la noticia, que la verdad no quería que me la dé.

-Y cómo te impactó?

Hasta el día de hoy no acepto la muerte de Luis. Porque es un tipo que tenía mucho para dar, un músico con todas las letras, un artista completo. El artista más significativo del rock nacional para mí es el Flaco Spinetta. Y atrás pegadito, el violero más grande, que es Pappo. Eran los dos polos opuestos, y yo estuve con los dos. Fui amigo de los dos así que mirá cómo me puedo sentir. Yo, agradecido, porque si no fuera por Pescado y por Pappo, a mí no me conocía ni el loro. Pero siempre hablábamos con ellos del tema de la fama… no les interesaba. Entonces vengo de una escuela distinta. Y eso es lo que me da un poco de tristeza, que no puedo compartir cosas con ellos.

-¿Qué te gustaría compartir?

Por ejemplo un mural en el que salimos con Pappo’s blues pintados en una pared y no puedo decirle: ‘Carpo, mirá lo que pintaron los chicos’, o decirle: ‘mirá dónde estoy viviendo’. Porque a Pappo le gustaban mucho los animales, el campo. Eso fue lo primero que me preguntó mi señora cuando nos vinimos para acá, si a Pappo le hubiera gustado, y sí. A Luisito lo quise traer, pero él me dijo: ‘yo soy del asfalto’… Robert Plant se fue a Perú con una remera que decía Pescado Rabioso, y yo estaba tocando en Córdoba y me acordé de Luis. Digo: ‘La puta, el Flaco se hubiera matado de risa’.

-En ese sentido el Concierto Bandas Eternas, supongo que te dejará la satisfacción de no tener cuentas pendientes y haber vuelto a compartir escenario con él.

Sí. Todos los Pescados queríamos seguir tocando. Pero Luisito… no sé si ya sabía lo que iba a pasar con su vida, que dijo: ‘No, esto es una sola vez’. Aparte se rompió el alma, cantó como 80 temas. Yo agradezco a Luis, a Pescado Rabioso y a la gente porque empezó a pedir el regreso de la banda: La cantidad de gente joven que conocí que son fanáticos de Pescado… Me quedo con lo bueno. Por un lado estoy contento de poder haber tocado esto, que quedó grabado y filmado. Estoy contento de que podamos haber hecho eso.

-Haber sido parte de bandas importantes, hoy hace que Black Amaya sea un nombre conocido. ¿Eso tiene peso para vos?

Claro que sí, pero ¿sabes por qué es importante?, porque yo cuando era adolescente miraba fotos de grupos famosos y demás y no me conformaba con estar del otro lado. Yo quería ser parte. No importa, tocando cualquier cosa. Mi sueño era integrar una banda. Elegí la batería y por suerte vivo de la música, viajé, conocí gente, toque con dos monstruos y fui un puntito de apoyo para el rock nacional. Pero siempre supe cuál era mi lugar. Nunca me la creí, porque no podía con Pappo o Luis ahí. ¿De qué me la iba a creer?. Al contrario, tenía que aprender de tocar con ellos.

-Y pasado el tiempo, ¿te ponés a pensar que sos parte de la historia del rock nacional?

No me doy cuenta a veces. Cuando empezamos a tocar, nadie pensaba que íbamos a terminar siendo una pequeña parte de un movimiento. Nadie pensó, yo no pensaba. Y al pasar los años me doy cuenta que sí, porque fuimos importantes y yo participé de eso. Hay gente que me manda mensajes, que me dicen: ‘con vos tengo recuerdos de Pescado’. Es más, mi mujer me dice: ‘Cuando era estudiante fui fanática de Vox Dei y del Flaco. Crecí escuchando esa música’. Sí, lo he pensado. Y ahora, cuando me encuentro con alguien que me dice que formamos parte de su vida cuando era jovencito, me emociono y les agradezco (A.N).

 

FUENTE. diario La Mañana de Neuquén

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