Realizadora neuquina estrenó película

Victoria“Pensé que iba a haber fiesta” es el nuevo filme de la realizadora neuquina Victoria Galardi, en el que dos amigas se desafían por el corazón de un ex. La película está protagonizada por Valeria Bertucelli, Elena Anaya y Fernán Mirás.

Victoria Galardi, directora de “Pensé que iba a haber fiesta”, filme protagonizado por Valeria Bertucelli, Elena Anaya y Fernán Mirás, sobre dos amigas enfrentadas por el amor de un ex marido, explicó que su mayor objetivo como realizadora es poder mostrar “la gran fragilidad de todos los vínculos humanos”.

“Me interesa hurgar en los sentimientos encontrados de la gente, esos que nos vuelven personas más miserables, mezquinas e hipócritas aún contra nuestra voluntad, y que son sensaciones que en mayor o menor medida nos alcanzan a todos”, remarcó Galardi sobre la película que se estrenó el último jueves en Buenos Aires.

En esencia, “Pensé que iba a haber fiesta” cuenta la historia de Lucía (Bertucelli), arquitecta de una clase media acomodada, madre de una adolescente y divorciada desde hace tres años de Ricky (Mirás), a quien considera un “patético” ex marido.

En medio de nuevas y abrumadoras propuestas laborales, Lucía decide tomarse unos días con su nueva pareja (Lamothe) en Uruguay y le pide a Ana (Anaya), su amiga española radicada hace algunos años en el país, si puede hacerse cargo de su casa y de su hija durante un fin de semana.

Y Ana, una hermosa mujer que se disputa entre un trabajo de actriz de propuestas laborales poco remuneradas y erráticas relaciones amorosas, acepta feliz la posibilidad de dejar su pequeño departamento para pasar unos días disfrutando del sol en una pileta prestada.

“Todo el tiempo estamos en situaciones que podemos arruinar por un comentario, una actitud; por pensar en nosotros y no en el otro, y en la amistad eso es más notorio porque es un vínculo que sólo se sostiene por voluntad de ambas partes, no más”, resaltó la directora de la película “Cerro Bayo” (ver aparte).

Y eso se advierte en el filme cuando Ricky llega a la casa a buscar a su hija y se reencuentra con Ana, a quien no veía desde hace casi dos años. Y el flechazo es casi instantáneo: se gustan. O quizás siempre se gustaron. Y contra todo artilugio de persuasión moral que pueda imaginarse, nada hacen por detener el impulso.

Pero la impunidad de ese deseo cede cuando Lucía vuelve de viaje y, en medio de un poco confortable festejo de Año Nuevo en su casa junto a su amiga y la familia de su novio nuevo, Ricky, aparece con la excusa de saludar a su hija después de las 12.

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