Ya está, llegó el momento.
Por Rubén Reveco, licenciado en Artes Plásticas.
Hay que terminar con esta casta oprobiosa que sigue haciendo de las suyas. Hay que terminar con los jurados y dejar que decida el pueblo. Hay que democratizar el arte.
Escribo estas líneas desde un apartado lugar de la Patagonia. Neuquén es una provincia argentina y también es el nombre de su capital. Con poco más de 250 mil habitantes es una ciudad de una vida cultural de escasa relevancia nacional y menos aun internacional. Es por eso que cuando se anunció que se expondría en nuestro coqueto Museo Nacional de Bellas Artes el Salón Nacional de Pintura 2010, organizado por la Fundación del Banco Nación Argentina, generó muchas expectativas. Y ahí estuvimos -firmes- esperando a que abrieran las puertas.
¿Qué pintura queremos ver?
Hace años que vengo desconfiando de los salones de arte pero igual asisto a estos eventos con la remota ilusión de ser sorprendido. Personalmente quiero ver demostraciones de talento. Pararme ante un cuadro y emocionarme. ¿Es mucho pedir? No lo creo.
Es lo mismo que buscamos en una novela, en una película, en un concierto, en una canción. Ni más ni menos. Deseamos vernos representados e identificados. ¿Por qué tendría que ser diferente cuando miramos una pintura?
A la pintura la hemos agobiado de conceptos. Queremos ser filósofos, comunicadores sociales, políticos, revolucionarios pero no pintores. La hemos despojado de sus atributos milenarios y convertida en un producto feo e insulso.
Seguir leyendo: Matar a los jurados (1) y Matar a los jurados (2)