Un beso para Mafalda

Atraccion-Defensa-Historieta-MARIO-QUINTEROS_CLAIMA20140126_0070_17Un beso para Mafalda, en Defensa y Chile, en el Paseo de la Historieta.

Por Florencia Coplan (diario Clarín)

“En total serían $ 500 por las dos remeras”, dice Fátima, encargada del local San Telmo Color a una turista brasileña que, acto seguido, saca de su billetera una tarjeta. Pero no son remeras elegidas al azar, en ambas prendas está la estampa de la popular tira Mafalda, del maestro argentino Quino, más conocido por su seudónimo que por su nombre: Joaquín Lavado. El local, cuyos espacios desbordan de merchandising de Mafalda, queda en la misma cuadra donde Quino vivió mientras dibujaba la historieta, Chile al 300, donde una placa lo conmemora.

“A pesar de todo lo que ves acá, muchas veces la gente me pide cosas insólitas, como zapatos, medias, bolas de vidrio con nieve adentro y hasta una espuma de baño de Mafalda”, recuerda risueña la encargada de San Telmo Color. Y es que el personaje trascendió las fronteras de la ficción para generar fanatismo y convertirse en un vecino porteño más.

Mafalda, irónica, perspicaz y realista, tuvo su primera aparición en la revista Primera Plana en 1964. Y a pesar de cumplir 50 años este año, la tira continúa vigente con sus temas increíblemente actuales. Por eso, a media cuadra del local y pese al vacío de la Ciudad en enero, porteños y turistas de todo el mundo esperan su turno para sacarse una foto junto a su escultura, que forma parte del Paseo de la Historieta, en la esquina de Defensa y Chile. Una turista griega comenta: “Amo Buenos Aires y me encanta esta historieta. No veía la hora de volver para sacarme una foto con ella. Yo hace años que soy fan, pero en Grecia durante la crisis se hizo mucho más conocida”. Mafalda también causó gran sensación en México, Colombia, Venezuela. Es que la tira se tradujo a más de 25 idiomas, como hebreo, japonés, finlandés y noruego.

El director del recientemente inaugurado Museo del Humor, Hugo Maradei, sostiene que el humor y la Ciudad tienen una relación indivisible: “En la historieta aparecen reclamos y vivencias de la clase media argentina de los 60 y 70, lo manifiestan los personajes como la madre, el padre, vecinos y amigos”. Uno de ellos era Manolito, hijo del dueño del almacén Don Manolo. La despensa existió en realidad en la calle Balcarce al 722, pero poco queda del viejo almacén que inspiró a Quino. El verdadero Don Manolo, Juan Manuel Fernández, es un fiel partidario radical y alquiló desde enero del 2011 el local a militantes de la UCR que lo convirtieron en un ateneo. Del viejo almacén sólo queda el suelo, las paredes y las pintadas en la fachada de la historieta que lo inmortalizó.

A unas cuadras, las librerías de Corrientes también revelan un fenómeno inagotable: “Las ventas de los libros de Mafalda nunca se detienen. Hoy mismo vendí la colección de los libros de la historieta, 14 en total”, dice Roberto, de la librería La Cátedra, Y Humberto, encargado de la librería Edipo, explica que los libros de Mafalda son “siempre pedidos”. “A pesar de los años gente de todas las edades se lleva uno u otro libro de Mafalda”, cuenta.

Murales de artistas independientes, personas con tatuajes de los personajes en el cuerpo y una inmensa cantidad de locales con su nombre, decoran una ciudad apasionada por Mafalda.

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