El dibujante y escritor brasileño Ziraldo Alves Pint repasa su vida como máximo referente del humor gráfico de su país, la literatura infantil y que ahora presenta sus trabajos publicados por Ediciones Continente en Argentina.
El dibujante y escritor brasileño, Ziraldo Alves Pinto, una de las personalidades destacadas que visita la edición número 40 de la Feria del Libro, afirmó que los dibujantes argentinos «son de los mejores del mundo» y que son sus mejores amigos.
«Yo soy porteño, piba. Cómo estás. Qué haces vos?», de esta manera se presentó a Télam un anciano alto de 82 años, dando muestras de vitalidad y humor para luego repasar su vida como máximo referente del humor gráfico de su país, la literatura infantil y que ahora presenta sus trabajos publicados por Ediciones Continente en Argentina.
Ziraldo -nacido en Caratinga, Minas Gerais (a 500 kilómetros de Río de Janeiro- se remontó a los «dos o tres años» cuando se formó «el primer recuerdo de haber tomado un lápiz para dibujar» y estaba recostado en el suelo «dibujando los pies de las personas que pasaban a su lado», dijo en un aceptable portuñol.
Con el paso del tiempo, su trabajo lo relacionó con grandes colegas como Quino, Mordillo, Hugo Pratt y Tabaré, a los que considera como sus amigos entrañables y excelentes profesionales.
«A Quino solía decirle `el sol no se pone sobre tu dibujo` porque adónde uno vaya siempre hay algún trabajo de él» y refiriéndose a su par Rep sentenció: «No sé por qué las mujeres no caen rendidas a sus pies. Si fuese mujer le declararía mi amor y le pediría su mano», comentó entre risas Ziraldo, fanático y admirador de este artista que a sus ojos «tiene una creatividad insoportable».
Antes de escribir para chicos, Ziraldo tuvo un «pasquín» durante la dictadura brasileña (1964-1984). «Un día llevé mis dibujos a una editorial, que gustaron mucho, pero primero querían que publicara un libro para chicos, «gráficamente bonito como los europeos», recordó.
«Yo no tenía nada, claro, pero le prometí que el lunes lo iba a tener en su escritorio. De camino a mi casa comencé a estudiar qué le gustaría a los chicos: colores, me dije, y comencé a armar la historia de FLICTS (un color inventado por él con un sonido universal)».
En la época de su primera edición (1969), el libro tenía el atractivo adicional de una serie de frases -interpretadas por los lecotres como de protesta que no eran tal- que ayudaron a generar todo un éxito.
«El editor hizo una `farra` cuando lo vio! Se emocionó tanto que lloró con el final -un dibujo que emula el color de la luna-. Le gustó hasta el título raro y le tuve mucha fe porque era diferente», afirmó el dibujante y dijo que en la Feria de Frankfurt se vendió «como pan caliente».
«Así fue con me transformé en escritor para chicos», subrayó el brasileño pero cuando terminó la dictadura, me quedé sin trabajo y se me ocurrió hacer otro libro infantil y surgió, en blanco y negro, `El Polilla`, una historia muy simple de un chico, una identidad relacionada con la llegada de la democracia y en pocos meses vendió 100 mil ejemplares».
En estos días, aseguró, los chicos lo ven como un verdadero «pop star»: «Se arma toda una fiesta, firmo hasta seis horas seguidas y ellos están felices y me hacen feliz a mí».
Sin embargo, el brasileño confesó que hoy le interesa «más escribir que dibujar. Es increíble la creación de un libro aunque lleva mucho trabajo y hay que ser cuidadoso con cada palabra, un texto se puede corregir eternamente».
Otro de sus títulos presentado en la Feria del Libro, «Una maestra macanuda», cuenta de una docente que es cómplice de sus alumnos para que aprendan las lecciones sin que sea un trauma el aprendizaje».
«En las escuelas -profundizó el tema- se pierde mucho tiempo enseñando cosas inútiles, hay que despertar la curiosidad de los chicos y eso es lo que hago en mis libros. Una vez que la curiosidad está instalada, los chicos solitos buscan el conocimiento».
«Las madres me muestran los garabatos de sus hijos y yo tengo esa capacidad de saber si el pequeño es creativo o no. A los que les dije que sí, fueron dibujantes, como el caso de mi nieta. Me doy cuenta si dibuja obsesivamente. No hay vocación sin obsesión», se despide el hombre alto que saca risas a grandes y chicos.
Telam