Mike Leigh ilumina Cannes con gran filme sobre pintor William Turner. El director de Vera Drake entrega un poderoso retrato del excéntrico artista.
Gruñe. Como los cerdos y también como los animales en celo. Se podría decir que es un primate levemente más evolucionado que el resto de sus congéneres selváticos y algo menos que los humanos. No sabe tratar a las mujeres. Le escupe a la tela para que los cuadros le queden mejor y cuando llora en público por la muerte de su padre se seca las lágrimas para que nadie ponga en duda su virilidad y su animalidad. Es un troglodita de principios del siglo XIX que sin embargo, se emociona al escuchar a Beethoven y esconde en el interior de su alma el mayor talento que dio el arte británico antes de Francis Bacon. Es Joseph Mallord William Turner, interpretado a un gran nivel por Timothy Spall en la nueva película de Mike Leigh.
Mr. Turner, la segunda película en competencia de la Selección Oficial de Cannes tras la magnífica Timbuktu exhibida el miércoles, solo confirma que el realizador británico no tropieza. Es un cineasta demasiado seguro de sus medios y de sus actores para mostrar las costuras. Cada filme que hace sirve para ratificar su talento en la dirección de actores, en los diálogos, en la descripción de tipos humanos y, en este caso, en la recreación de modos y costumbres de otra época.
Mr. Turner toma los últimos 25 años de vida del pintor, entre 1826 y 1851, cuando su romanticismo pictórico evoluciona hacia un estilo que precedió al impresionismo en medio siglo. Es la época en que empieza a distanciarse del mundo, a perder un poco la cabeza, a querer a su anciano padre más que nunca y a trabajar sin parar, todas las horas del día, en cualquier trozo de tela a la mano, sano o enfermo, feliz o deprimido.
Mike Leigh, que ganó la Palma de Oro en 1993 por Secretos y mentiras, no ha perdido su precisión en la captura de los detalles de la vida silvestre. Por eso Mr. Turner no tiene nada que ver con aquellas producciones de época donde todo brilla hasta el hartazgo: ni los lagos son cristalinos ni los prados tan verdes ni todos saben bailar minuet.
En las antípodas de las adaptaciones de Jane Austen, Mr. Turner muestra a personajes que bien podrían caminar por el asfalto del siglo XXI y ser protagonistas de una historia sobre un artista con problemas de manejo social. La veracidad y cariño con que Leigh trata a su querido Turner (“el más grande artista que ha dado, por lejos, Gran Bretaña”, dijo en conferencia de prensa) descansa además en la interpretación de Timothy Spall y en una dirección de fotografía de Dick Pope donde abundan los crepúsculos y el naranja, como en los cuadros de Turner.
Hijo de un barbero que enviudó joven, Turner es un ser definido por sus defectos: en la película trata a su criada como un objeto de refugio sexual sin entregarle una gota de agradecimiento, desprecia a muchos de sus contemporáneos como un bárbaro lo haría con sus conquistados, es incapaz de reconocer un hijo nacido fuera del matrimonio. Sin embargo, Leigh es capaz de mostrar que tras esa máscara, se esconde cierto hijo de buen espíritu capaz de respetar a su padre sin pedir nada a cambio. Y ya en su vejez, se muestra un pintor entregado a un torpe y tardío amor con una viuda del puerto de Margate.
La idea del hombre fracturado por su naturaleza era explicada de esta manera por Timothy Spall: “A Turner lo marcó la muerte de su madre cuando niño. La incapacidad de tener un trato social normal se debe a esa pérdida, a la falta de la madre en el hogar. Estoy seguro de ello. Quizás de ahí vienen los gruñidos”. Mike Leigh también le dio esta explicación a su retrato del artista: “Los genios no siempre vienen en el más romántico de los envases. Hay algo de sociópatas en ellos. Turner era una autodidacta de clase obrera que absorbió muchas influencias. Esa mezcla de alguien levemente salvaje, que no sabe cómo entregar el cariño, me pareció fascinante”.
Ante las preguntas de los periodistas, Spall y el resto del elenco mantuvieron un humor ligero. Mike Leigh, en cambio, fue más fiel a la fama de gruñón que le precede, para algunos semejante a la de William Turner. En un momento dijo “otra vez un par de preguntas idiotas” a un periodista del Toronto Star y en otro respondió con un rotundo “no” cuando le preguntaron si se identificaba con Turner. Luego, el propio director no pudo evitar una leve sonrisa, quebrando por un segundo la simétrica severidad de su rostro.
Lágrimas y fuegos
Las calles de Cannes tienen menos gente que en años pasados. También se ven menos Ferraris y Lamborghinis, marcas emblema de este balneario donde por 10 días al año conviven el cine de autor y la fauna que busca fiestas arriba de un yate. La crisis económica de Francia se refleja en superficialidades como la disminución de deportivos de lujos en la avenida principal de La Croisette o en algunos restaurantes más vacíos. Sin embargo, el show siempre debe continuar y ayer hubo varios detalles del circo anual.
“Está el Festival de Cannes, que es una cosa muy respetable, y también está el glamour, las fiestas y los negocios, que es otra cosa respetable de Cannes. La cultura y el entretenimiento”, decía ayer el jefe de Dreamworks Animation Jeffrey Katzenberg a propósito del costado más glamoroso del festival. Lo hacía con sus razones: al mediodía y sin previo aviso, un dragón negro hizo aparición en mitad de la Croisette, provocando alaridos femeninos, no pocos gritos masculinos y unos cuantos rápidos escapes en deportivos. También lo hicieron algunos Renault, dos Vespas y un Fiat 600.
El animal mitológico era, claro, una perfecta copia articulada de Chimuelo, el protagonista de Cómo atrapar a tu dragón 2, película que hoy se estrena en Cannes fuera de competencia. Es el tipo de shows que prepara Jeffrey Katzenberg para promocionar sus películas. Son lanzamientos bien pensados, con mucho presupuesto y con extras que hacen su trabajo por el dinero de Hollywood. Poco después de la llegada del dragón, un grupo de gente con cascos de vikingos (todos extras) tomaban fotos y vitoreaban al dragón y a los actores América Ferrera y Djimon Hounsou, que hacen voces en el filme.
Más o menos a la misma hora del show medieval de Dreamworks, el otro Cannes (el serio) tenía un momento cúspide y algo dramático en medio de la conferencia de prensa de la película Timbuktu. Su director Abderrahmane Sissako entró en un leve llanto cuando hablaba sobre la génesis de su película, ambientada en una comunidad africana castigada por el fanatismo islámico. “Tal vez lloro por los otros, por los silenciosos”, dijo aludiendo a quienes viven en esas condiciones.
Festival maníaco-depresivo y con explosiones de locura tamizadas de risas y lágrimas, la segunda jornada de Cannes terminó ayer en medio de una poderosa y larga cascada de fuegos artificiales lanzados desde los yates de la costa, aquellos que buscan los animales de la noche y la fiesta.
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