Cuando el 30 de noviembre de 2013 fallecía en Valencia (California) el actor californiano Paul Walker, en un accidente de tráfico, negros nubarrones se cernieron sobre la saga «Fast & Furious», cuya séptima entrega, de la que volvía a ser el coprotagonista junto a Vin Diesel, se encontraba en pleno rodaje. Pero los productores no iban a dejar morir la gallina de los huevos de oro, así que le dieron una vuelta al guion y con la ayuda de dos de sus hermanos que le hicieron de dobles y algunos truquitos informáticos, la película siguió para adelante.
Con varios meses de retraso sobre la fecha inicialmente prevista, la semana pasada se estrenaba en medio planeta «Fast & Furious 7» y el resultado no ha podido ser más espectacular, ya que ha arrasado en las taquillas de todo el mundo. Entre que la saga cuenta con una fidelísima legión de seguidores y el morbo que despertaba ver cómo se había resuelto la ausencia del protagonista, Paul Walker ha triunfado incontestablemente después de muerto, como un Cid Campeador redivivo… y remuerto.
Y, cinematográficamente, ¿cómo ha salido la cosa? Lo primero que hay que decir es que se trata de una película plúmbea, en la que tras una inmejorable fachada de lujo (escenarios exóticos, efectos especiales de quitar el hipo, persecuciones alucinantes, chicos y chicas guapos…) y mucho ruido se esconde la nada más absoluta, toda una oda a la inanidad. Y lo segundo que, a pesar de todos los esfuerzos de producción, la resolución del problema Walker se ha saldado con un suspenso inapelable: el recurso a los planos lejanos de espaldas es cansino y los cambios de guion, haciendo que el personaje prácticamente no aparezca en el desenlace del filme, chapuceros. Eso sí, el homenaje final al actor, con un montaje de sus apariciones en las anteriores entregas de la serie, queda muy emotivo… sobre todo para los fans.
Ese montaje, al mismo tiempo, permite hacer un repaso mental de una de las sagas más extrañas de la historia del cine, que en España empezó titulándose «A todo gas» para luego pasar a ser «Fast & Furious» y en la que los actores han ido desapareciendo y regresando sin más explicaciones. De hecho, ni siquiera Walker, que es el que ha participado en más episodios, ha estado en todos, porque se ausentó del tercero, «A todo gas: Tokyo race», un infumable subproducto de serie B que marcó el punto más bajo de la saga y que prácticamente fue directo al mercado doméstico. En la siguiente, todavía no sé por qué razón, hubo una especie de refundación, volvieron todos los actores originales y se produjo el despegue taquillero que ahora se ha reconfirmado en esta séptima película que, a tenor del final abierto, amenaza con no ser la última… aunque la próxima sin Walker, que puede descansar tranquilo, orgulloso de su último servicio a la saga que le dio fama y dinero.
FUENTE: Diario El Mundo
Paul Walker junto a Vin Diesel y los inevitables deportivos de lujo.