Entrevista a Raúl Zurita

Recitando-poemas-banda-rock_CLAIMA20150606_0029_4Raúl Zurita. Premio Nacional de Literatura de Chile, es una gran figura de la poesía en español. En esta entrevista habla de su relación con la performance y de sus coterráneos: Neruda, Bolaño y Parra.

Por RODOLFO EDWARDS (Revista Ñ)

El poeta chileno Raúl Zurita estuvo hace poco en Buenos Aires, invitado a la 41º Feria Internacional del Libro. Entrevistado por Ñ durante esa visita habló de su admiración por Borges, Marechal y Cortázar, y de su devoción por la zamba argentina.

La poesía de Zurita es una lacerante indagación sobre la violencia y el poder. Canto a su amor desaparecido, publicado en 1985, emula el calvario de cientos de ciudadanos durante la época en que las dictaduras militares se ensañaron con la mayoría de los países latinoamericanos. Torbellinos de palabras parecen desbarrancarse por una ladera infernal, manchadas de sangre, entre gritos de horror: “La generación sudaca canta folk, baila rock, pero todos se están muriendo con la vista vendada en la barriga de los galpones. En cada nicho hay un país, están allí, son los países sudamericanos. Grandes glaciares vienen a recogerlos”, dice Zurita en aquel poema con una entonación dramática y brutal, galopando sobre la carne viva de la memoria. En el Cementerio General de Santiago de Chile se erige el Memorial del Detenido Desaparecido y del Ejecutado Político, en recuerdo de las víctimas del terrorismo de Estado durante la dictadura de Augusto Pinochet que se extendió entre 1973 y 1990; en la parte superior del cenotafio se puede leer un verso suyo: “Todo mi amor está aquí, y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas”. Las pulsiones del poeta chileno hacen que vida y obra se fundan en un rito inagotable. En 1982 escribió poemas en el cielo de Nueva York, usando cinco aviones que disparaban un humo blanco a modo de “lápiz aéreo”. Otro hito: la frase “ni pena, ni miedo” que en 1993 dejó grabada en el corazón del desierto de Atacama. En 2011 se publicó Zurita , alucinado viaje de 800 páginas.

–¿Está trabajando sobre un libro que recopila sus performances?
–Todo forma parte de lo mismo: yo no hago separaciones. Ya se han publicado algunas cosas, tomadas de lo visual solamente. En realidad, yo nunca hice performance. La performance está asociada a la noción de espectáculo, en cambio mis acciones fueron actos totalmente solitarios, sin fotógrafo, sin aviso, como en el año 1975 cuando me quemé la cara en una circunstancia muy desesperada, después de sufrir una humillación de parte de los militares que gobernaban mi país. La escritura en el cielo y la escritura en el desierto son para mí “poemas”, en el estricto sentido del término, absolutamente todos: son como el sueño de la poesía, la materialización de un sueño. Todo ocurre en un segundo. La frase “ni pena, ni miedo”, que escribí en el desierto de Atacama, la pude ver hace poco desde un helicóptero y comprobé que las letras se endurecieron completamente, eso no lo destruye ni Cristo. Es imborrable, pasarán los siglos y seguirá allí y alguien dirá: “Esto lo hizo un tal Zurita” (risas).

–¿Cómo fue el proceso de construcción de esa frase en el desierto?
–Primero se diseñó una imagen topográfica, luego trabajaron máquinas perforadoras, las mismas que se usan para hacer los caminos. Cada letra tiene 250 metros, lo que equivale a cuatro canchas de fútbol. Estuve como dieciséis años viendo cómo podía hacer esta acción. El trabajo se completó en cinco meses.

–A diferencia de la escritura en el desierto, que es indeleble, los poemas escritos en el cielo de Nueva York, fueron efímeros. Cuéntenos en qué consistió esa experiencia.
–Los poemas escritos con el humo duran más de lo que la gente cree: se mantienen durante más de diez minutos, no se disuelven enseguida. Son la fijación de un momento de locura. Es un “poema-poema”, vale lo mismo que un soneto.

–¿Tiene planeado realizar otras acciones similares?
–Sí. Hace tiempo me nació la idea de inscribir 22 frases en unos acantilados del norte de Chile. Sólo podrán ser vistas desde el mar. Al atardecer, alcanzarán su punto de máxima visibilidad y se van a diluir con el amanecer. Este trabajo lo veo como una metáfora de la muerte. Está un poco difícil el trámite para concretar la obra, hay que conseguir el dinero… pero si yo me muriera ahora, igual es emocionante haber visto esas frases dentro de mí, haberlas imaginado…

–¿Con este tipo de acciones usted trata de ampliar los límites de la poesía?
–No. Yo no pretendo ampliar los límites de la poesía ni cuestionar el formato libro. Yo hago lo que necesito hacer. No sigo un programa o un manifiesto, no me interesan las vanguardias. Todo surge de una necesidad interna, inevitable.

–¿Cómo se formó el Colectivo de Acciones de Arte (CADA)?
–Se formó en 1979. Era un grupo de cinco personas: Diamela Eltitt, Lotty Rosenfeld, Fernando Balcells, Juan Castillo y yo. Eran “acciones de arte” porque estaban directamente relacionadas con la acción política, eran una forma de resistencia a la dictadura de Pinochet. Funcionó hasta el año 1983.

–¿Qué es la poesía para usted?
–La poesía es un arte bien jodido… o es muy buena o es nada. Es un viaje hacia el interior y también hacia el mundo, donde hay conflictos de baja y alta intensidad.

–En su libro Los países muertos habla de diversos personajes del campo cultural chileno. Bolaño es uno de ellos. ¿Cómo fue su relación con él?
–A Bolaño no lo conocí personalmente. Me hubiese gustado mucho conocerlo porque era un atrevido, un tipo lanzado. Si nos hubiésemos conocido, al principio nos habríamos peleado bastante, pero habríamos terminado siendo amigos. Bolaño tenía su corte. Era bastante “estratega” para moverse. 2666 es una novela profundamente imperfecta, tiene cosas insostenibles pero sin embargo uno sale boqueando de ahí.

–¿Qué impresión le causó la lectura de Estrella distante de Bolaño?
–Fue muy divertido. Corrí a comprar el libro cuando me contaron pero fue una decepción. Lo de los aviones en el cielo era muy obvio… Esos poemas eran como ver mis borradores. Bolaño no tenía idea de lo que era la escritura en el cielo. Su personaje, Carlos Wieder, jamás hubiese podido escribir esas frases con un avión: hubiese necesitado cinco aviones para escribirlas….Wieder hubiese vomitado hasta las tripas. Es absolutamente inverosímil. Pero yo no creo en la propiedad. Pienso que la poesía, el arte, es de todos. Si alguien publicó algo y a mí me sirve, yo lo uso citando al autor o no citándolo. En un poema a Bolaño lo llamo “RIP Bolaño”. Bolaño era un buen pegador. Pelear con él era un desafío interesante. Su poesía era insufrible. Pero gracias a que fue un hórrido poeta, terminó siendo un buen escritor como Faulkner que era un poeta pésimo y sufría mucho por eso. A Cortázar le pasó lo mismo; el ser malos poetas les causó tal sentimiento de frustración que terminaron escribiendo El sonido y la furia , 2666 o Rayuela.

–¿Cómo nació la idea de escribir un libro como Zurita?
–Yo no podría escribir sobre algo que no me haya afectado en forma directa, por eso no soy novelista. En Zurita todos los personajes son reales, transitan escenarios devastados. Mi libro se llama Zurita no porque mi vida tenga algo especial ni porque me agarró un ataque de egolatría.Se llama Zurita porque Zurita es mi dato básico, mi cuerpo, esto que soy. El gran desafío es llegar al fondo de sí mismo pero sin autocompasión y sin falsa solidaridad; todos somos distintas metáforas de más o menos lo mismo. Tenemos los mismos sueños, los mismos deseos…

–¿Qué opina de la antipoesía de Nicanor Parra?
–La antipoesía es buenísima para los conflictos de baja intensidad y más dudosa en los conflictos de alta intensidad, donde sí funcionan Homero, Paul Celan, César Vallejo. Ahora estoy leyendo a Antonio Gamoneda que es todo lo contrario de Parra: “Me había equivocado: no hay/palomas extraviadas en la eternidad./No hay eternidad”, dice Gamoneda en un poema y me estremece. Pero yo sin Parra, no sabría nada, no sabría ni pararme.

–¿Y qué pasa con Neruda?
–Neruda es un genio pero va a ser redescubierto dentro de doscientos años, como Dante que desapareció de escena por cuatrocientos años. Este no es el momento histórico para entender a Neruda. Este es el momento de Borges. Borges es un gran seductor: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. Dice ¡la unánime noche! ¡Impresionante! Borges merodea mundos increíbles, nos mete en la paradoja, en el silogismo, en la especulación filosófica. Todo el tiempo te está seduciendo, a diferencia de un Dostoievski que está agonizando de una página a otra y tú agonizas con él, da cuenta de los abismos humanos. Pero volviendo a Neruda: su poseía no tiene fondo, es insondable, es “un naufragio para adentro”. Aunque sus memorias, Confieso que he vivido , son demasiado autoindulgentes y la poesía que publicó hacia el final de su vida no tiene mucho valor, es pura retórica. Su último libro Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena , que termina de escribir en enero de 1973, es una obra maestra y, sin embargo, ha sido el más denostado. Es un panfleto extraordinario.

–¿Actualmente está recitando sus poemas con una banda de rock?
–Sí. Con González & Los Asistentes. La pasamos muy bien. Tocamos en universidades y discotecas. También participé hace poco de un homenaje a una banda histórica, Los Electrodomésticos, leyendo una letra de ellos. Siempre me gustó el rock. Soy fan de Janis Joplin.

Dejar un comentario

Enviar Comentario

Por favor, completar. *