Por Rubén Reveco.
La vida no es fácil para la tribu. Los animales no se quedan quietos y hay que ir tras ellos para atraparlos. La tribu pasa hambre y frío. Hay gran preocupación. En el último invierno todos habían enfermado y a medida de que los niños nacían, iban muriendo.
Nuestra única esperanza es el fuego, que nos da calor e ilumina. Las bestias que nos matan no se acercan lo que es bueno para protegernos.
A pesar de las malas noticias, los días están dando paso a breves calores. Cuando el sol aparece con fuerza por entre las nubes la tribu sale de su cueva alborozada a su encuentro. Es una sensación agradable sobre el cuerpo. Todos se alinean de espalda a las grandes rocas que están en la ladera de la montaña y abren sus brazos en actitud de saludo. Los sufrimientos dan paso a la alegría y los problemas desaparecen rápidamente. Luego se dan vuelta y abrazan la roca caliente. De las ropas mojadas sale un vapor que provoca un curioso efecto sobre el conjunto.
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