Inauguró la muestra «Huellas de desapariciones», de Helen Zout

100_9939Hoy quedó inaugurada en el hall de la Legislatura la muestra de la fotógrafa Helen Zout, llamada «Huellas de desaparecidos». La presentación estuvo a cargo de la Secretaria de Cámara, Julieta Corroza, junto a la directora del Complejo Cultural Casa de las Leyes, Anahí Riquelme y el presidente de la comisión de  Derechos Humanos, Peticiones, Poderes y Reglamento de la Cámara,  Gabriel ‘Tom’ Romero. También participaron el prosecretario legislativo, Juan Luis Ousset; y la prosecretaria administrativa, Beatriz Villalobos.

Al hablar, la Secretaria de Cámara destacó que en la muestra de Zout “quienquiera que la recorre puede ver con la piel de gallina los rostros de mucha gente que sobrevivió a la terrible etapa que se vivió en la Argentina, algo que no debemos volver a vivir nunca más y algo que nos llama, a todos los que somos dirigentes o que trabajamos en ámbitos políticos, a enarbolar las banderas para que no vuelva a pasar lo que pasó”.

Anahí Riquelme, directora del Complejo Cultural Casa de las Leyes, expresó: «En esta muestra veremos los rostros de las ausencias y los rastros o huellas que dejaron las personas que le faltan a todos los argentinos».

Por su parte, el presidente de la comisión de Derechos Humanos, Peticiones, Poderes y Reglamento, Gabriel “Tom” Romero, expresó que “en este tiempo, donde estamos a punto de conmemorar 40 años del golpe militar de 1976 en la República Argentina, esta muestra es una forma más de mantener viva la memoria y la necesidad de no olvidar que tenemos todos los argentinos”.

La exposición de fotos permanecerá abierta de 8:00 hs a 18:00 hs hasta el día 4 de abril.

Helen Zout realizó este trabajo entre el 2000 y el 2006, queriendo construir a partir de retratos de vida más que de muerte. ‘Huellas de Desapariciones’ es una muestra itinerante del Centro Cultural Haroldo Conti, de la ciudad de Buenos Aires, donde la fotógrafa nos muestra el rostro de la desaparición: “de la mirada de las madres, de los sobrevivientes, la mirada de Julio López, la de los hijos, el rostro del desaparecedor y el Ford Falcon; la burocracia y los aviones de la muerte, los campos de concentración, la escuela Vucetich, el escrache, la imagen de Pablo Míguez, la despedida de los padres frente al río donde se arrojaron a los desaparecidos con el ánimo de que nunca aparecieran”.

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Entrevista a Helen Zout

Esta entrevista fue publicada en el año 2005, por la revista mexicana Etcétera. La reproduzco con motivo de la presentación del libro Descubrimiento, que integran, además de Zout, Daniel Muchiut y Gustavo Frittegotto. La edición es producto del Premio Lariviere a los porfolios del Festival de la Luz. El encuentro de fotografía, es el más importante que se realiza en Latinoamérica. Estas son fotos de Zout, para que vean el laburo que está llevando adelante.

“Aprendí a expresarme con imágenes cuando fui privada de la palabra”. El recuerdo de Helen Zout se amarra a 1976, durante los primeros coletazos del terrorismo de Estado en Argentina, y por momentos es un arbusto que rueda en su cuerpo lleno de voces.
“En esos tiempos, estudiaba Antropología en la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) y estaba embarazada de mi primer hijo. Pero un día nos fueron a buscar fuerzas paramilitares a nuestro domicilio y tuvimos que escondernos en Buenos Aires -cuenta- y los 19 años de entonces asoman nómadas y oscuros. El encierro nos estaba enloqueciendo, así que decidimos, junto a mi ex marido, hacer unos cursos de noche, pues de díatrabajábamos haciendo muñecos de pañolenci para poder sobrevivir. De ese modo, y con identidad falsa, empecé a estudiar fotografía”. Su primer maestro fue Juan Travnik. Él la puso detrás de un lente Pentax y le enseñó los trucos iniciáticos. Después vino el premio mayor de un concurso, con el retrato de una anciana en el barrio de La Boca. Un viaje amputado de radicarse en Brasil. Luego el trabajo como reportera gráfica, el reconocimiento en el extranjero y los proyectos coyunturales: Niños con Sida y Huellas de desapariciones durante la última dictadura militar en Argentina 1976-1983. Dos álbumes de fotos, en blanco y negro, que vibran en cada descuido de la memoria.

Detrás de los muros

En 1989 una médica del Hospital de Niños de La Plata, sor María Ludovica, se topó con una muestra de Helen Zout sobre un neuropsiquiátrico y no dudó en llamarla. La idea: trabajar en un afiche sobre el Día Internacional del Sida. “Mi primera sensación y quizá la que me movilizó, fue que a 20 cuadras del centro de la ciudad y detrás de esos muros, estaba sucediendo algo terrible, de lo cual la gente nunca se enteraría”, dice. El disparador se clavó en el músculo y así nació Niños con Sida. Un material que pretendió desempolvar la realidad latente debajo de la alfombra. “Quizá lo más fuerte para mí fue ver sufrir a niños de ese modo y saber que con un mínimo de información se podía evitar tanto dolor”, ensaya. En la primera de sus tomas retrató a un chico al que le diagnosticaron cuatro meses de vida. La instantánea fue incluida en Fotografía Argentina desde 1840 hasta nuestros días, un libro que armó Sara Facio en 1995. El trabajo de Helen despertó envuelto en un sendero sin escape, al punto de querer documentar todo. Fueron cientos de rollos en 11 años y una compulsión por clikear el dolor y la dignidad frente a la adversidad. Fotos. Tan sólo fotos de niños ocultos detrás de máscaras, jugando sin el tic tac de la finitud. Enfermeras exhibiendo sus trajes de protección por temor al contagio. Madres tatuadas en los pasillos huecos de un hospital. Acaso, retazos de muerte para que luego haya vida. Eso fue Niños con Sida, un conducto agónico y estéticamente sólido, que cuadra en los cánones gubernamentales del Tercer Mundo, y que intenta ofrecer pistas para la reflexión.
“No recuerdo haberme topado con ninguna dificultad, salvo con la estupidez humana que hace que el Sida siga siendo una amenaza para seres indefensos sin información, que no casualmente habitan los lugares más pobres del planeta”, concluye Helen. Parte de la colección fue presentada en 1999, en el Museum of Fine Arts de Houston, junto a las de otros diez fotógrafos argentinos

El agua como tumba

Las imágenes de Huellas de desapariciones, el último trabajo maratónico de Helen Zout, sofocan. Son inquietantes. Habitan y despiertan en el lóbulo de la memoria. Un río oscuro que se mueve, simulando personas muertas; el macabro interior de un avión desde donde empujaron cuerpos al vacío; un cráneo perforado por un bala. El material, que la tiene alerta desde 2000, camina tras un objetivo: los vuelos de la muerte, digitados por la última dictadura militar. O sea, sin eufemismos: personas anestesiadas y luego arrojadas a las tumbas-profundidades más remotas del mar. Las fotos tomadas en el Río de La Plata son el producto de trabajar con textos y relatos de sobrevivientes y de lectura de testimonios, reportajes y libros como El vuelo del periodista, de Horacio Verbitsky. “Además de utilizar fotos y legajos originales de los archivos policiales que me sirvieron para poder ubicar los lugares exactos”, explica Helen y agrega: “También fui a los sitios donde fueron encontrados los cuerpos, devueltos por el agua, en aquella época”. Aquella época cabe en el paréntesis más siniestro de este país (1976-1983). Y sin bien los militares se encargaron de plumerear todo rastro posible, Helen encontró, en la resignificación, un puente noble para denunciar la atrocidades cometidas. Como lo había hecho en Niños con Sida. A propósito, un pinzamiento que une dos músculos de la memoria: los puntos de contacto entre Niños con Sida y Huellas de desapariciones… son los siguientes: los hijos morían antes que los padres y que la gente tuvo la necesidad de esconder su identidad. “En el caso del Sida para no ser discriminados y en el caso de los desaparecidos para no ser perseguidos y asesinados”, argumenta.
Por este proyecto Helen Zout recibió la beca Guggenheim en 2002. Huellas de desapariciones fue expuesta en Argentina, Bélgica, París y Estados Unidos. Y junto a Niños con Sida, conforman dos selectos ítems en los talleres de formación que Helen dicta en las escuelas de la provincia. Ambos, laten en la mudez de las imágenes que cobijan sus 48 años. Y en el grito de todos los que no están para verlas.

Por Leonardo Iglesias

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