Los árboles más grandes del planeta desaparecen de a poco

1461312729_887184_1461342995_sumario_normal_recorte1Al menos dos especies de baobabs que crecen en Madagascar desaparecerán antes de acabar el siglo.Gavinevans/Wikimedia Commons

La deforestación y el cambio climático están acabando con los ejemplares más antiguos de secuoyas, fresnos gigantes o baobab.
Algunos de los árboles más grandes y viejos del mundo ya estaban en el planeta cuando la mayoría de los humanos vivía literalmente en la Edad de Piedra. Sin embargo, un abanico de acciones humanas, como la tala, la degradación de ecosistemas y ahora el cambio climático están acabando con los ejemplares más antiguos de secuoyas, eucaliptos de 100 metros o árboles tan mágicos como el baobab. Lo peor es que ya no existen las condiciones para que los ejemplares más jóvenes alcancen la altura y edad de sus antecesores.

Aunque hay muchas especies de árboles milenarios, solo unas pocas crecen durante siglos hasta alcanzar los 50, los 100 y hasta los 115 metros que superan algunos ejemplares de secuoya roja. No hay una categoría bien definida de lo que los botánicos llaman LOT, Large Old Trees (grandes árboles viejos, en inglés). Tampoco hay fijado un mínimo de altura o envergadura para determinar qué es un gran árbol. Un dato objetivo es el carácter central que juegan en su ecosistema. Y un dato subjetivo es la majestuosidad que inspiran a los humanos.

Por eso LOT son las dos especies de secuoyas que crecen en la costa oeste de EE UU, el fresno de montaña (Eucalyptus regnans) que crece durante 400 años hasta los 100 o más metros o el Petersianthus quadrialatus, una especie de palo rosa que crece en Filipinas. Pero también son árboles viejos y grandes los abetos de más de 50 metros que hay en el viejísimo bosque de Bialowieza (Polonia) o el baobab africano que en algunas especies alcanza los 30 metros de altura y más de 10 de circunferencia. Casi todos ellos están en retirada.

Un estudio publicado en 2013 daba solo unas décadas a dos de las especies de baobab presentes en Madagascar. En el Parque Nacional del Yosemite (California, EE UU), hogar de las secuoyas y otros gigantes como el pino real americano, que puede alcanzar los 70 metros de altura, otra investigación mostraba en 2009 que la densidad por hectárea de estos grandes árboles se había reducido en un 25% desde los años 30 del siglo pasado. Mientras, el árbol floral más alto del mundo, el fresno de montaña australiano, pasará de una ratio de 5,1 árboles por hectárea que tenía a comienzos de siglo a apenas 0,7xHa en 2070.

«El declive se ha acelerado en muchos ecosistemas», dice el ecólogo de la Universidad Nacional de Australia, David Lindenmayer. Este investigador, especializado en grandes árboles, recuerda que estas especies son particularmente susceptibles a las sequías, pero también han sufrido y aún sufren una tala insostenible en muchas zonas. «En algunos ecosistemas del norte de Europa, se ha producido un incremento, pero partían de poblaciones muy reducidas», añade.

La nueva amenaza es el calentamiento global. «El cambio climático lleva las condiciones climáticas a niveles fuera del rango normal del nicho idóneo para el crecimiento y desarrollo del árbol», explica Lindenmayer. «Por ejemplo, la reducción de las lluvias en el sureste y suroeste de Australia provocará que estos grandes y viejos árboles no vuelvan a alcanzar la altura y tamaño que solían. En otros casos, las condiciones cuando se produjo la primera germinación hace 500 años son tan diferentes en la actualidad que no podrán volver a germinar en las mismas áreas donde crecen ahora», añade.

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El declive de los LOT puede desencadenar efectos en cadena. Los árboles más viejos de estas especies cumplen funciones clave en sus ecosistemas que no pueden ejercer los ejemplares más jóvenes. Las oquedades y recovecos del fresno de montaña son el ambiente en el que nacen, crecen y mueren unas 40 especies de vertebrados, por ejemplo. Con la desaparición de los baobabs de Madagascar, otras muchas especies vegetales y animales podrían ir detrás. La deforestación, tanto de grandes como pequeños árboles, ya ha puesto en riesgo la supervivencia de al menos 500 especies de mamíferos, aves y anfibios en lo que va de siglo, según un estudio en el que ha intervenido BirdLife.

Pero la relevancia de estos árboles casi eternos va más allá de la ecología. Muchos de ellos han cumplido misiones sociales y hasta religiosas para las comunidades humanas que han vivido bajo ellos. En 2014, dos investigadores suecos publicaban unestudio sobre la relevancia social y cultural de los grandes y viejos árboles. Escribían entonces: «Creemos que el reconocimiento de los LOT como parte de la identidad humana y su patrimonio cultural es esencial para abordar la cuestión de su declive en todo el planeta».

Uno de los autores de aquel trabajo, la investigadora de la Universidad de Uppsala, Malgorzata Blicharska, sostiene que apenas se ha hecho nada desde entonces para incluir las dimensiones no ecológicas de los grandes árboles en las políticas de gestión y conservación. Si se incorporaran de forma explícita a estas medidas, «se podría mejorar la conservación de los LOT», comenta.

Pero la tarea no es sencilla. Ahora mismo, en pleno corazón de Europa se prepara una gran tala de árboles centenarios, quizá milenarios, en Białowieża, uno de los últimos bosques primigenios que quedan en el continente. «Incluso este Patrimonio de la Humanidad está sometido a presión, con los silvicultores que quieren talar viejos ejemplares de pícea europea [una conífera] debido a una plaga de escarabajo de la corteza, algo a lo que se oponen rotundamente tanto las comunidades científicas y conservacionistas locales e internacionales», recuerda el profesor de la Universidad Sueca de Ciencias Agrarias, Grzegorz Mikusinski, coautor del artículo sobre las dimensiones sociales y culturales de los LOT.

Uno de los mayores obstáculos para una política de protección eficaz es el diferente marco temporal de humanos y grandes y viejos árboles. Con motivo del Día de la Tierra, Lindenmayer y su colega de la Universidad James Cook (Australia), Bill Laurance, publican en la revista Trends in Ecology & Evolution una serie de medidas que habría que tomar ya para salvar a los LOT. Pero, como dice Laurence: «Tenemos que asegurarnos de que pensamos a largo plazo, para coincidir con la manera en que estos árboles han existido durante miles de años».

FUENTE: Diario El País

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