EL ESCRITOR Y ACADÉMICO ALBERTO MANGUEL ASUME HOY VIERNES FORMALMENTE COMO DIRECTOR DE LA BIBLIOTECA NACIONAL. EN UNA ENTREVISTA CON TÉLAM, DESTACÓ QUE LA PRIORIDAD DE SU GESTIÓN SERÁ MEJORAR EL «FUNCIONAMIENTO TÉCNICO» DE LA INSTITUCIÓN Y HABLÓ DE CÓMO VE EL PAÍS.
No habrá discurso inaugural ni conferencia de prensa: la asunción del autor de «Una historia natural de la curiosidad» como titular de una de las bibliotecas más grandes y complejas de Latinoamérica quedará en los registros como una fecha testimonial que pasa por alto la labor que el escritor inició sigilosamente hace una semana, cuando llegó a Buenos Aires tras haber concluido los compromisos académicos en las universidades de Princeton y Columbia que retardaron seis meses su llegada al edificio de la calle Agüero.
Durante estos días, Manguel se reunió con los responsables de las distintas áreas en las que se descompone la Biblioteca para diseñar la hoja de ruta de lo que será su debut en la función pública, a los 67 años y tras haber labrado una foja académica y literaria que incluye su paso por el Colegio Nacional de Buenos Aires -donde sostuvo alguna vez que aprendió «todo o casi todo» aquello que lo transformó en lector-, un largo desempeño como editor y traductor, y la autoría de obras como «Historia de la lectura» o «Leyendo imágenes», traducidas a treinta idiomas.
El plan maestro del escritor incluye completar la digitalización del catálogo de la institución, avanzar en el lanzamiento de publicaciones en formato electrónico («una biblioteca debe abarcar todas las tecnologías») y ampliar el acervo a partir de la adquisición de libros y manuscritos. ¿Su debilidad en este objetivo? Sin duda, la producción borgeana.
«Desde el momento en que acepté el puesto, empecé a imaginar cómo podría repatriar los manuscritos de Borges, ahora dispersos en el mundo. Por razones diversas estos manuscritos, de valor inestimable, han sido vendidos a coleccionistas privados y a instituciones del mundo entero, pero quedan algunos documentos esenciales que están aún a la venta y ojalá con el tiempo podamos convencer a ciertas personas y empresas a invertir en la adquisición de estos tesoros», sostiene el ensayista en una entrevista concedida a Télam a pocas horas de encarar oficialmente el reto que lo devuelve a la Argentina tras haber emigrado en 1968.
– Télam: ¿Cómo transcurrieron estos meses que median desde el anuncio de su nombramiento? ¿En algún momento tuvo alguna vacilación en torno al cargo que decidió aceptar?
– Alberto Manguel: Estos seis últimos meses fueron una extraña combinación de anticipación, alarma y entusiasmo. Gracias a la subdirectora Elsa Barber, quien asumió en mi ausencia responsabilidades de la dirección, ella y yo pudimos resolver numerosos problemas y pensar planes futuros. Nunca vacilé después de haber aceptado el cargo, pero sí pasé muchas noches de desvelo tratando de imaginar como podría llevar a cabo este proyecto. El reto personal consiste en tratar de cumplir mis nuevas funciones veinticuatro horas al día durante siete días a la semana y al mismo tiempo no olvidar mis proyectos de escritor. Sigo escribiendo reseñas, prólogos, artículos pero puse en espera el proyecto de mi nuevo libro, una biografía de Maimónides.
-T: ¿Qué aspectos consideró prioritarios a la hora de trazar la hoja de ruta con sus objetivos de gestión?
-A.M: Los aspectos prioritarios de esta gestión son mejorar el funcionamiento de la biblioteca desde un punto de vista técnico. Cuento con un extraordinario equipo de bibliotecarios que van a completar el catálogo de la biblioteca y continuar la digitalización de ciertos fondos importantes para que usuarios que no estén en Buenos Aires puedan utilizarlos fácilmente. Casi todas las áreas que ya estaban en funcionamiento serán conservadas.
– T: ¿Cuántos empleados quedaron en la institución después del personal que fue desafectado hace dos meses?
– A.M: La Biblioteca Nacional sigue teniendo hoy en día alrededor de mil empleados, lo cual quizás parezca insólito a un colombiano, cuya biblioteca nacional cuenta con menos de doscientas personas, o a un francés cuya Bibliothèque Nationale de France cuenta con alrededor de cuatrocientas. Por supuesto ha habido y habrá desplazamientos internos para permitir que cada persona trabaje en la sección que corresponda según las necesidades de la institución y sus capacidades.
– T: En algunas entrevistas adelantó su deseo de agilizar la digitalización del archivo y avanzar en un plan de publicaciones digitales ¿Qué ocurrirá con las publicaciones en papel que tuvieron un rol preponderante en los últimos años?
-A.M: Tenemos una idea falsa acerca de la exclusividad de cada tecnología. A mi entender, una biblioteca, fundamentalmente una biblioteca nacional, debe abarcar todas las tecnologías, sin excluir ninguna, porque cada soporte del texto otorga al mismo una connotación y una calidad distinta. Pero una biblioteca, si bien debe tener un área de publicaciones, no es una editorial comercial o universitaria. Sobre todo en el siglo XXI no tiene sentido publicar en papel ciertas obras que son mas fácilmente consultadas en forma digital. Por lo tanto, si bien las ediciones de la biblioteca nacional, a cargo de Sebastián Scolnik, seguirán publicando algunas obras en papel, como los catálogos de nuestras exposiciones y algunos trabajos de nuestros investigadores, la mayor parte de las publicaciones serán en formato electrónico y de acceso gratuito.
-T: Por lo que ha anticipado hasta ahora, su gestión parece encaminada a federalizar los contenidos, una pretensión que se alinea con la de otros funcionarios del área cultural que también han explicitado su intención de romper un poco con los abordajes «porteñocéntricos»
-A.M: Somos por ventura o desgracia un país federal y por lo tanto una biblioteca nacional debe incluir a todas las provincias. En la actualidad, hay varias provincias que ni siquiera tienen un biblioteca provincial centralizada. Esta gestión se esforzará no sólo por llegar a las distintas provincias sino por incluir a los bibliotecarios provinciales en las decisiones que conciernen a la identidad de esta biblioteca. En un futuro, que espero no muy lejano, trataremos también de fomentar la creación de bibliotecas provinciales centralizadas en las provincias que aún carecen de ellas. La célebre metáfora de Ezequiel Martínez Estrada de Buenos Aires «como la cabeza de Goliat» sigue siendo desgraciadamente cierta.
-T: ¿Cómo consiguió que el propietario del manuscrito de «Pierre Menard autor del Quijote» accediera a prestarlo para la muestra que presentará la Biblioteca en homenaje a Borges?
-A.M: John Wronoski es un librero americano con pasión por los manuscritos, y a lo largo de los años ha conseguido joyas. Cuando vi en su catálogo el manuscrito «Pierre Menard autor del Quijote» me dije que tenía que convencerlo para que nos lo prestase. Son once páginas arrancadas de un cuaderno y escritas en la minuciosa caligrafía que Borges llamaba «letra de enano». Nos encontramos muchas veces y al final logré convencerlo. La biblioteca aseguró el manuscrito por medio millón de dólares y me vine desde Nueva York con «Pierre Menard» bajo el brazo. Por supuesto, agentes de la compañía de seguros me acompañaron del aeropuerto a la biblioteca.
– Su antecesor en la tarea apostó a una gestión que se podrí¬a definir en cierto modo como iconoclasta en tanto apostó al diálogo entre lo erudito y lo popular: en esa línea se pueden leer las muestras dedicadas a Spinetta o al Indio Solari. ¿Continuará esa línea?
– A.M: La decisión de Horacio González de traspasar, como usted dice, «la frontera de lo académico para apostar al cruce entre disciplinas y al diálogo entre lo erudito y lo popular» es una apuesta que toda biblioteca nacional meritoria de ese nombre ha hecho desde los tiempos de Alejandría. Hay un prejuicio (que como todo prejuicio es pernicioso) que declara la exclusividad de ciertos lectores para ciertos textos, y entonces decimos que porque Platón es un clásico, seguramente no será entretenido y por lo tanto difícil. Si ponemos este prejuicio a prueba veremos que un lector no académico (sobre todo si no pronunciamos la palabra clásico) puede divertirse con un diálogo platónico. Olvidamos que lo que llamamos clásicos fueron, en muchos casos, la literatura popular de su tiempo.
-T: Si como postuló en «Una historia de la lectura», leer es un acto de poder y rebeldía ¿Cree que es posible transformar a la Biblioteca en un espacio de debate respecto de algunas tradiciones literarias?
-A.M: Sí, leer puede ser un acto de rebeldía, un acto subversivo. La biblioteca es un espacio de lectura y por lo tanto cada lector decide si, dentro del contexto que la biblioteca le brinda, quiere ser conformista o revolucionario. La biblioteca no decide por ellos.
-T: ¿La frecuentación de otras lenguas o la distancia geográfica que mantuvo con el paí¬s en las últimas décadas pueden contribuir a pensar la Biblioteca desde perspectivas más ricas y novedosas?
-A.M: La física y la filosofía nos enseñan que el único punto que no podemos ver es aquel en el que estamos parados. Quizás mi distancia de tantos años de la Argentina me permita ver el país no como lo ve la hinchada (de cualquier equipo que sea) sino como una creación dinámica, cambiante, compleja, trágica, de infinitas y maravillosas posibilidades.
FUENTE: Télam