Los últimos años del Libertador coincidieron con el desarrollo de daguerrotipo, es decir, de la fotografía en su forma más primitiva. Fue Mercedes Tomasa, la hija de San Martín, quien con mucho esfuerzo logró convencer a su padre para que posara ante la cámara.
La sesión fotográfica tuvo lugar en 1848. San Martín tenía setenta años y poca paciencia. Por suerte, el tiempo de exposición se había reducido en forma considerable. Don José tuvo que mantenerse quieto durante 40 segundos. Es muy probable que haya sido aferrado a la silla, como solía hacerse con todos los modelos para que la foto no saliera movida. La operación se repitió, ya que se hicieron dos tomas.
La diferencia entre ambas imágenes se percibe en la posición del brazo derecho. Mientras en uno de los daguerrotipos tiene su brazo dentro del abrigo llamado levita, en la segunda lo colocó en el apoya-brazo de la silla. Es necesario aclarar que el daguerrotipo captaba la imagen como si el modelo estuviera viéndose frente a un espejo.
Estas son las únicas fotografías de San Martín existentes. La primera, con el brazo al estilo Napoleón (a quien admiraba), se conserva en el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama.
Sin dudas, la preferida de su hija fue la imagen con ambos brazos a los costados, ya que hizo copias para enviar a los amigos que le reclamaban un retrato de su padre. Gracias a esas copias, podemos conocer cómo se veía el Libertador en esa segunda fotografía, porque el daguerrotipo original se ha extraviado.
FUENTE: Diario La Nación
Excelente historia, increíble ver su imagen real y ya en sus últimos años. Pensar que ese mismo hombre peleó batallas a caballo con espadas, y verlo aquí ya anciano es muy impresionante lo sencillo que era en realidad, lejos de toda esas imágenes de pinturas en donde parece un semidios, saludos