Salas Subirat: el ignoto traductor que logró lo imposible con el Ulises de Joyce

Salas Subirat, durante un viaje a Montevideo, en enero de 1926, con propósitos de “vinculación artística” entre los jóvenes escritores de Boedo y sus pares uruguayos | Foto: Gentileza Penguin Random House

Salas Subirat, durante un viaje a Montevideo, en enero de 1926, con propósitos de “vinculación artística” entre los jóvenes escritores de Boedo y sus pares uruguayos | Foto: Gentileza Penguin Random House.

El Ulises de Joyce es un libro largo y complejo. Al día de hoy, no son pocos los críticos que recomiendan leerlo acompañado de una guía. Lleno de personajes y con una intrincada trama, se trata para muchos de la obra cumbre de la lengua inglesa. Lo que pocos saben es que quien lo tradujo por primera vez al castellano fue un empleado de una compañía de seguros que, con un dominio básico del inglés, realizó una tarea ante la cual Borges mismo retrocedió: traducir al español las 267 mil palabras contenidas en 18 capítulos y más de mil páginas de la emblemática novela del siglo XX. La vida de José Salas Subirat fue uno de los grandes misterios de la Argentina, y, por qué no, del habla hispana. Hasta ahora.

“El traductor del Ulises” (Sudamericana 400 páginas 349 pesos), de Lucas Petersen, cuenta cómo Subirat llegó a realizar la titánica tarea. Un extraño personaje que llegó a escribir libros de autoayuda, sobre seguros y a montar una fábrica de juguetes. “Salas Subirat fue un ‘hombre hecho a sí mismo’, un self made man, como se dice en inglés. El desafío de superar los condicionamientos de origen y enfrentar los obstáculos (materiales e intelectuales) da coherencia a todas sus acciones”, cuenta Petersen, quien logró conseguir fotos inéditas que le brindó su familia. A la vez, el libro termina siendo un ensayo sociológico sobre la argentina de la primera mitad del siglo pasado.

Las fuentes para trabajar el tema eran un desafío. “La mujer de Salas Subirat no era una persona con inclinaciones intelectuales o literarias, por lo que al morir no conservó nada de él”, cuenta al diario Clarín Petersen. Por eso, los testimonios fueron la clave para reconstruir esta historia. “Me puse a buscar a sus familiares. Aunque con baches en el medio, estuve más de un año intentando encontrarlos. Me había puesto ese objetivo: si no los encontraba, no iba a empezar a reconstruir su vida desde otras fuentes”, explica el autor de la investigación. Otra cuestión ayudó, y es que Subirat era fanático de la tecnología: “Hay fotosdesde muy temprano en su vida. Incluso hay algunas filmaciones de la década del 30 y el 40, pero casi no me sirvieron: retratan exclusivamente escenas familiares y en la gran mayoría Salas estuvo detrás de cámara”, cuenta Petersen.

Con un estilo que oscila entre la novela y el ensayo, el rompecabezas se va armando en el libro a medida que la Argentina camina las décadas de hace ya un siglo. La historia estaba allí, desordenada, con pocos registros escritos y el desafío de recomponer a un personaje que murió hace ya 40 años. Rodeado de indiferencia por el ámbito intelectual y casi sin necrológicas en los diarios, su vida y obra viven en lectores y escritores de hoy. Aunque no lo sepan.

– El Ulises es, como se menciona en el libro, “la epopeya de un hombre corriente”. ¿Por qué es tan importante esta obra de James Joyce?

– Aunque tiene sus detractores, hay muchos argumentos con los que puede defender ese lugar de mejor obra del siglo XX en habla inglesa. Su valor podría resumirse en dos aspectos. Primero, su capacidad de mirar tan profundamente la vida de un hombre, Leopold Bloom, para poner en evidencia que en toda vida, por pequeña que parezca, se esconde algún tipo de épica. Segundo, el increíble virtuosismo que muestra Joyce en la técnica narrativa: literalmente, Joyce inventa o preanuncia en Ulises casi toda la literatura de lo que queda del siglo XX.

Al terminar la histórica edición de Ulises, Salas Subirat, Rueda y Dickmann se dedicaron mutuamente tres ejemplares. Aquí, el ejemplar de Dickmann | Gentileza Enrique Rueda y Dickman hijo

Al terminar la histórica edición de Ulises, Salas Subirat, Rueda y Dickmann se dedicaron mutuamente tres ejemplares. Aquí, el ejemplar de Dickmann | Gentileza Enrique Rueda y Dickman hijo.

– ¿Cuán conocida es la historia de Salas Subirat en el ambiente literario?

– Del traductor se conservaban algunos datos dispersos (algunos errados, incluso), que lo retrataban como un ser curioso y enigmático, casi mítico. Su empleo como agente de seguros en La Continental, la academia de inglés y taquigrafía que fundó en los años 20, su variopinta producción (literatura, libros de seguros, libros de autoayuda), su fallecimiento en Florida. Pero eran un puñado de datos, pasados de boca en boca, sin mayores precisiones o ampliaciones.

– ¿Por qué se da este fenómeno de que sea tan desconocido a pesar de realizar una tarea titánica?

– Salas no sólo era una figura muy periférica del mundo literario al momento de traducir Ulises. Lo más notable es que, después de hacerlo, él no mostró ningún interés particular en usufructuar ese título de “traductor de Joyce” en términos de su posicionamiento personal en el mundo literario. Después de la segunda versión, revisada, de 1952, prácticamente se retira de la escena. Cuando muere, en 1975, era un hombre casi olvidado. La posibilidad de que se perdiera para siempre esa historia fue lo que movilizó a buscar, casi de manera detectivesca, a sus descendientes.

– ¿Cómo se entremezcla su historia con el período de la Argentina en el cual vive?

– Salas es un típico hijo de la inmigración, al menos de aquella fracción que antes del peronismo pudo ascender socialmente a la clase media. Políticamente, por ejemplo, combina algún izquierdismo (más radical o más moderado, según la época), tan difundido en la cultura de la clase trabajadora inmigrante, con el individualismo meritocrático de inspiración liberal que se promovía desde el Estado y otras instituciones. Por otro lado, su vínculo con la lengua literaria es también el típico de los hijos de inmigrantes. Es un vínculo incómodo por la falta de referencias familiares, por haberse formado de manera autodidacta, que se expresa en una mezcla de pudor por escribir bien con un desenfado muy propio por ser esa generación el laboratorio donde se está formando algo nuevo, el español rioplatense. Ese proceso –que tiene en la ficción a Roberto Arlt como exponente fundamental— se plasma de manera bastante evidente en su traducción de Ulises.

Parte de la numerosa familia Salas Subirat en una excursión campestre. De pie, segundo desde la izquierda, está José Salas Subirat. Junto a él, de negro, su madre, Florentina Subirat. José padre está sentado, en la izquierda de la imagen | Foto: Gentileza Penguin Random House

Parte de la numerosa familia Salas Subirat en una excursión campestre. De pie, segundo desde la izquierda, está José Salas Subirat. Junto a él, de negro, su madre, Florentina Subirat. José padre está sentado, en la izquierda de la imagen | Foto: Gentileza Penguin Random House.

– En el libro se cuenta que Salas Subirat quería ser un mediador entre las minorías excluidas y los saberes culturales. ¿Lo logró?

– Creo que sí lo logró. Lo logró porque, pese a que su figura pasó al olvido en el mundo literario, su traducción formó a varias generaciones de lectores. Su tarea de mediación fue efectiva. Lo logró también en el campo de los seguros (de la venta de seguros, en particular), ya que enriqueció esa disciplina con saberes que «importaba» de la cultura erudita. En el campo de los seguros no fue tan olvidado entre los que se formaron con sus textos, aunque no supieran tanto de su vida (allí, como en todo texto técnico-motivacional, la biografía del autor no resulta tan relevante como en el campo de la literatura). Como el nombre de mediador lo indica, se proponía como intermediario, lo cual no queda invalidado por el «borramiento» de su figura.

– ¿Por qué hasta ahora no se le conocía el rostro?

– Uno de las cuestiones que más me sorprendió (y uno de los motivos que me llevó a iniciar la investigación) fue que si se lo googleaba no se encontraba una sola foto de su rostro. No podía entender cómo podía pasar eso, sobre todo porque había vivido 75 años y había muerto no hacía tanto tiempo. Recuerdo la excitación cuando vi por primera vez su rostro, en una de las pocas necrológicas que se publicaron en 1975. Lo correcto sería decir: “se olvidó su rostro” o “su rostro ya no era conocido al iniciar la investigación”. Pero si, parafraseando a Platón, conocer es recordar, no se conocía su rostro. Las fotos del libro son inéditas.

– ¿Cómo hizo para traducirlo con un conocimiento limitado del inglés?

– Como cabe imaginar, con un esfuerzo y un tesón casi sobrehumanos. Solo esa pasión por superar desafíos explica semejante dedicación. Además, tenía una curiosidad descomunal. Quería conocer el Ulises. Si su inglés no alcanzaba y no había traducción, era cuestión de traducirlo por su cuenta. A veces el texto le presentó dificultades que no pudo resolver. Hay que considerar que por entonces prácticamente no había material de referencia, algo que hoy se considera absolutamente imprescindible para traducir e incluso leer Ulises.

“Juan Enrique Menton”. La traducción de algunos nombres al castellano acarreará no pocos inconvenientes | Foto: Gentileza Penguin Random House

“Juan Enrique Menton”. La traducción de algunos nombres al castellano acarreará no pocos inconvenientes | Foto: Gentileza Penguin Random House.

– ¿Cómo fue ese proceso de traducción? ¿Cuánto demoró? ¿Lo hacía mientras trabajaba de otras cosas?

– Según consigna la primera edición de Santiago Rueda, la traducción se realizó entre 1940 y 1945. Por entonces, como lo hizo durante largos años, Salas Subirat trabajaba en la compañía de seguros La Continental. Todos los días viajaba desde Florida hasta las oficinas, que estaban en la calle Corrientes, casi Maipú. Por eso, para no tener que trasladar el tomo, lo desarmó en cuadernillos. Se supone que leía esos cuadernillos en el tren y avanzaba en la traducción allí, en el escritorio de su hogar e incluso en las oficinas de la empresa. Antes de iniciar su carrera musical, Mario Clavell fue secretario de Salas Subirat en La Continental. Allí, según recordó, pasó a máquina algunas páginas de Ulises. Luego, Salas Subirat afrontó una revisión durante algunos meses de 1950, pero sólo avanzó un puñado de capítulos.

Autodidacta y emprendedor: en pleno auge de la sustitución de importaciones, Salas Subirat montó una fábrica de juguetes, los Chaminú | Foto: Gentileza Penguin Random House

Autodidacta y emprendedor: en pleno auge de la sustitución de importaciones, Salas Subirat montó una fábrica de juguetes, los Chaminú | Foto: Gentileza Penguin Random House.

– ¿Cuán buena fue la traducción para ese momento y cuán buena es hoy? ¿Se sigue usando?

– La traducción fue muy discutida desde un primer momento. Algunos comentarios se detienen en exceso en sus errores. Para mí, hay ahí cierto resquemor con el hecho de que Salas Subirat se haya colado en la historia de la literatura en castellano de esa forma, sin tener ningún antecedente como traductor. Igualmente, la aparición de su Ulises parece haber sido en general bien recibida en todo el mundo hispano, aunque más no sea porque era la primera. Tanto la versión de 1945 como la revisión de 1952 contienen varios errores, efectivamente. Algunos importantes, otros no tanto. De todas formas, es notable cómo mantiene su vigencia y su frescura. Su traducción fue ganando prestigio con el correr de los años, cuando varias generaciones que se formaron con ella empezaron a poner en evidencia que en varios pasajes es un traductor muy afinado, por momentos incluso brillante. Excepto por la traducción de los nombres (“Esteban” por “Stephen”, por ejemplo), hoy se puede seguir leyendo perfectamente. De hecho, aunque hay nuevas versiones, sigue siendo leída y utilizada como referencia.

En su escritorio de La Continental, en tiempos en que traducía Ulises | Foto: Gentileza Penguim Random House

En su escritorio de La Continental, en tiempos en que traducía Ulises | Foto: Gentileza Penguim Random House.

FUENTE: Diario Clarín

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