Haters: El odio digital

haters-internet«Haters» en las redes: ya hay dos denuncias de «odio digital» por día Internet

Según el INADI (de Argentina) es un 30% más que hace un año. Entre los más perjudicados están «La China» Suárez, Jimena Barón y Justin Bieber, que terminó cerrando su cuenta de Instagram. Qué es la discriminación digital.

Cada vez que Eugenia “La China” Suárez sube una foto a su cuenta de Instagram con su pareja, Benjamín Vicuña, los comentarios que recibe son esquizofrénicos: “Hermosa pareja!” seguido de “zorra”, “robamaridos” o “flor de p…”. Cuando la actriz Gimena Accardi subió una foto mostrando sus zapatos nuevos, los comentarios pasaban de “qué poco gusto, bien pardo todo” a “cómprense una vida manga de pelo…, déjenla que use lo que se le cante el or…”. Cuando Justin Bieber puso fotos con su nueva novia en la red social (en la que tiene 77,7 millones de seguidores), sus fans la denigraron tanto que Bieber primero amenazó y luego terminó cerrando su cuenta. Quienes se dedican a agredir a otras en las redes sociales se llaman “haters” (“odiadores”) y son la pesadilla tanto de anónimos como de personajes reconocidos. Algunos, hartos, sólo los bloquean pero otros van más allá y los denuncian: en el último año el INADI ya recibió casi 800 denuncias por lo que llaman “discriminación digital”.

El ciberbullying es, por definición, el hostigamiento escolar y entre pares a través de mails, blogs, redes sociales o imágenes digitales. Pero esta forma de basurear con impunidad salió de la escuela y se expandió entre adolescentes y adultos. Sólo en el primer semestre de este año, el Observatorio de Discriminación Digital que tiene el INADI recibió  un 30% más de denuncias que en los primeros 6 meses del año pasado. A eso hay que sumar las 172 denuncias que llegaron por vía formal (es decir, para que se dictamine si hubo o no discriminación por escritos en blogs, redes sociales, dominios de internet, entre otros).

“Las nuevas tecnologías son gratis y permiten el anonimato. Eso desinhibe y muchos creen que pueden decir lo que quieren, que eso es libertad de expresión, aunque estén dañando a otro. A eso se suma la accesibilidad permanente, que permite sostener el hostigamiento a toda hora y desde cualquier lugar”, explica la psicopedagoga y especialista en el tema, María Zysman. “Además, la palabra escrita es mucho más potente, no se la lleva el viento, y para el que lo recibe, tener eso ahí escrito es revivir la agresión una y otra vez. En muchos casos, la invitación a los otros a ver su intimidad hace que crean que son parte de esa intimidad». Y a veces esa invasión termina en amenazas, intimidación, presión y patoteo.

Algo de eso le pasó a Juana Repetto durante los días que no mostró la cara de su bebé recién nacido (le escribían “cansás haciéndote la misteriosa, pelo…»). El planteo de fondo era extorsivo: te bancamos el embarazo de madre soltera y ahora no nos mostrás al chico. A la actriz Jimena Barón le escriben “cara de caballo”, le dicen que no muestra a su hijo porque porque salió a ella y no al padre. A Martina «Tini» Stoessel (que tiene en Instagram más de 3 millones de seguidores) le han dicho “anoréxica” o “te odio desde que empecé a ver Violetta” y Candelaria Tinelli, cansada de los que la acosan sólo por gusto, llegó a escribir “Basta, por Dios”. Algunos adultos, sin embargo, lo manejan mejor y hasta toman las agresiones como parte de las reglas de juego. La semana pasada, el ex árbitro Pablo Lunati abrió una cuenta de Twitter que arranca así: “Ex árbitro AFA-FIFA. Ya pueden empezar a putear”.

Y así como le sucede a las famosas le sucede también a anónimos. “Nos preocupa mucho porque a diferencia del bullying, esto no sucede en un aula entre 20 chicos. Se puede compartir, viralizar y propagar hasta límites incontrolables”, dice María José Ravalli, especialista en comunicación de Unicef. Una investigación que Unicef hizo hace tres meses sobre los hábitos de niños y adolescentes de entre 13 y 18 años en las redes sociales mostró que 8 de cada 10 tuvo «experiencias negativas» en el último año. Cuando les preguntaron qué experiencias negativas tuvieron, el 33% contestó «me enviaron mensajes degradantes o hirientes». ¿Qué hacen cuando eso pasa? La mayoría bloquea a la persona, elimina los mensajes o cambia la configuración de privacidad pero muchos otros se tragan el problema: sólo 3 de cada 10 lo reportan.

Por esta misma razón, en noviembre Inadi y Unicef arrancarán con una campaña en las redes sociales para evitar la discriminación y su propagación: es decir, no sólo que no se agreda sino que, cuando alguien lo hace, el resto no se sume para evitar que se viralice. «Es importante porque aún no hay conciencia del daño que se puede causar –cierra Ravalli–. La mediación del teléfono o de la computadora ayuda a no tener una dimensión real de cómo ese hostigamiento puede afectar al otro”.

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