El Museo ABC rescata del olvido a un puñado de cuarenta artistas, cuyo genial trabajo reivindica en una exposición.
Más de ochenta años antes de que los miembros y miembras llegaran a nuestras vidas, por desgracia para quedarse, irrumpía en el Lyceum Club Femenino de Madrid el I Salón de Dibujantas. Entonces no fue una estupidez: aquel femenino plural era toda una declaración de intenciones. Corría 1931 y, si las pintoras apenas tenían visibilidad, las ilustradoras eran invisibles en un oficio copado por hombres. Algunas se parapetaban bajo pseudónimos masculinos y la mayoría debía aguantar comentarios condescendientes y paternalistas del tipo «estas señoritas pintan con primor para entretenerse». A las pocas que tenían éxito y eran reconocidas se les aplaudía su vigor y músculo. Testosterona obligaba.
Blanco y Negro y ABC, que habían hecho hueco en sus páginas a escritoras feministas y modernas como Concha Espina, Emilia Pardo Bazán y Elena Fortún, acogió a más de un centenar de ilustradoras (105 para ser exactos, frente a un millar de ilustradores): desde pioneras como Ceferina de Luque hasta Mar Ferrero, la más joven.
Labor arqueológica
El Museo ABC exhuma a cuarenta de ellas, de 1891 a los 90, en una exposición que tiene tanto de reivindicación histórica como de justo homenaje. El título –claro–, «Dibujantas». Las historiadoras del arte Marta González Orbegozo y Josefina Alix, comisarias-detectives de la muestra, llevaron a cabo una intensa labor arqueológica, rastreando en bibliotecas, archivos y hemerotecas las vidas de estas mujeres, a las que rescatan del olvido. Incluso dieron con el paradero de una de ellas, Xelia, cuyo verdadero nombre resultó ser Elia Martínez (Madrid, 1931), quien acudió a la inauguración de la exposición. Un arduo trabajo que ha permitido trazar muchas de sus biografías. Las hay tremendas. Como la de Marga Gil Roësset, una joven hermosa y culta, precoz y excepcional dibujante, que se enamoró perdidamente de Juan Ramón Jiménez. Al no ser correspondida, se pegó un tiro.
De algunas ni siquiera se conocen sus nombres:es el caso de la aristócrata francesa Madame Gironella, formada en la Sorbona, «una dibujante extraordinaria, con gran fuerza y calidad». También de familia aristocrática, María de los Ángeles López-Roberts y Muguiro. Las hay de padres conocidos: Laura Albéniz, hija de Isaac Albéniz; Piti Bartolozzi, de Salvador Bartolozzi; Maroussia Valero, del tenor Fernando Valero y la soprano Raia Kotovich; Coti, que se centró en el mundo de la moda, viajó a París, donde acudía a los grandes desfiles e incluso abrió un taller de confección, era hija de Luis Martínez Feduchi y Matilde Benlliure. Otras tenían maridos famosos: Ana María Badell, casada con el arquitecto Miguel Fisac, estudió Ingeniería Técnica Agrícola; Manuela Ballester era esposa de José Renau, que llegó a ser director de Bellas Artes en el Gobierno de Negrín.
Cultas y cosmopolitas
Algunas son hijas de militares; muchas, cultas, cosmopolitas, deportistas… Es el caso de Victorina Durán (escenógrafa y figurinista, cometió cuatro pecados de la época: ser mujer, lesbiana, feminista y exiliada), Viera Sparza (artista genial, amiga de Elena Fortún, publicó con 15 años su primera portada para Blanco y Negro) o Ángeles Torner Cervera (firmaba sus obras como a.t.c.), una de las más destacadas ilustradoras de la primera mitad del siglo XX. El Museo ABC atesora 300 de sus modernos dibujos en los que retrata a mujeres que van al volante de un automóvil, a bordo de un barco, frecuentan el hipódromo, juegan al golf, esquían, se broncean en la playa…
Coinciden las comisarias en que no hay una ilustración masculina y otra femenina y que en nada desmerecen las obras de estas artistas expuestas en el Museo ABC de las de maestros de la ilustración que han pasado antes por estas salas. «La calidad es altísima», dicen. Por buscar algunas diferencias, advierten que ellas trabajan menos el chiste, la ironía, que sus colegas hombres. Las mujeres –muchas fueron copistas en el Museo del Prado– se centraban en hacer ilustraciones de moda, publicidad y para cuentos y novelas por entregas. Querían cambiar la visión tradicional de la mujer por una más moderna, que fuma, lleva pelo corto, minifalda y pantalones. Como los personajes de sus ilustraciones. Mujeres, modernas, cultas… y dibujantas. A mucha honra.