Comenzamos en 1998: no había Facebook, Instagram, Google. O internet, dicho de modo más general. La información no estaba a un click de distancia. Mucho ha cambiado desde entonces, pero podemos afirmar que el objetivo y el corazón de la Machete N°1 (¡Que trataba sobre dinosaurios!) sigue siendo el objetivo de la Machete N°200: educar. Aunque, siendo honestos, debemos reconocer que ninguno de nosotros se imaginó entonces, unos 22 años atrás, que habría un número 200. Pero lo hay y está aquí con nosotros; y solamente por eso, queremos agradecerles, a los lectores, porque solo podemos educar cuando existan personas que quieran aprender, y en el proceso, nos han enseñado cosas que no se pueden resumir en un post.
Como se podrán imaginar, aunque ha sido un proceso gratificante, también ha sido brutalmente desafiante, y año tras año, esa misma tecnología que mencionábamos al principio, que tanto ha facilitado nuestro trabajo, también nos ha obligado a reinventarnos en múltiples ocasiones y a asumir responsabilidades que, dos décadas atrás, desconocíamos por completo. Pero, además, hemos sido testigos de la mutación de una industria en tiempos complicados, y de los cambios de paradigma económico y social de nuestros países; que, en muchos casos, con sus constantes cambios, le han puesto fin a mucho a muchos otros proyectos similares al nuestro. Colegas, en muchos casos. Sin embargo, nosotros seguimos aquí. Ha sido duro, pero como decía, gratificante.
Porque, a pesar de las dificultades, hay cosas que nunca cambian: la curiosidad, el espíritu emprendedor, el deseo de aprender y de enriquecer el alma, cualidades que se trasmiten de generación en generación, que hemos encontrado en nuestros lectores, cualidades que buscamos trasmitir, no solo en la Machete N° 1 de 1998; sino también, en la N°200 de 2020, en una época en donde la vida no se ha hecho más sencilla; y, sin embargo, seguimos juntos por el amor a una cosa: la cultura, el arte y la educación.
Sabemos que se sobrentiende, pero debemos decirlo de todos modos: gracias, por leer.
Por Julián Reveco