Poesía y política se reúnen en una producción de versos escritos entre el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1822, que llegaron a imprimirse pero nunca vieron la luz hasta 2018
«El Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810», de Pedro Subercaseaux. Muchos revolucionaros de Mayo fueron poetas
La poesía estuvo presente en los años de la Revolución de Mayo. Varios protagonistas de la época fueron, además de revolucionarios, militares y hombres de gobierno, escritores y, en especial, poetas. El sampedrino fray Cayetano Rodríguez (1761-1823) fue nombrado conservador de la Biblioteca Nacional, y Esteban De Luca (1786-1824) llegó a ser capitán del ejército libertador en las luchas por la independencia. Del poeta y periodista Juan Cruz Valera (1794-1839), hermano del político Florencio Varela y que trabajó a las órdenes del ministro y luego gobernador de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia, surge uno de los claros ejemplos de la poesía neoclásica de los años 1820 que, fiel a los mandatos de la Ilustración, contribuyó a monumentalizar la epopeya de Mayo. Los tres autores integran una antología de poesía revolucionaria que no llegó a publicarse en su momento sino en 2018.
Fray Cayetano y De Luca fueron activos intelectuales en las primeras décadas del siglo XIX; el primero se volvió opositor al gobierno de Rivadavia, pero De Luca se convirtió en uno de los miembros de la Sociedad Literaria, nombrada por disposición del ministro mediante un decreto de gobierno de 1822. Junto con Vicente López y Planes y Cosme Argerich, se ocupó de recopilar las producciones poéticas patrióticas compuestas a partir del 25 de mayo de 1810 hasta el 9 de julio de 1822. El trabajo, que unía poesía y acción política, llegó a imprimirse en 1825, un año después de la muerte (en un naufragio) de De Luca y de un hurto de los pliegos originales en la imprenta del Estado. Era un tomo de 353 páginas dividido en dos partes; la primera de “Canciones” y la segunda de “Odas y Cantos” que, con el título de Colección de poesías patrióticas, agrupaba poemas dedicados a héroes célebres y anónimos, a batallas y escenas de la vida en los años de la gesta emancipatoria. Aunque se imprimieron los pliegos, la obra no llegó a publicarse, debido a la caída del gobierno de Rivadavia, en 1827. Colección de poesías patrióticas (inédito de 1826) recién pudo publicarse en 2018, en la editorial Docencia, con un estudio preliminar y notas del académico Pedro Luis Barcia, que llevó a cabo el trabajo de investigación, y el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Juan Cruz Varela, antólogo y poeta, finalizó el encargo rivadaviano; en la «Colección» incluyó decenas de poemas de su autoría
“Los motivos poéticos de la Colección se ajustan, salvo cuatro excepciones, a la celebración o al llanto -oda o elegía- de los sucesos exitosos o luctuosos en el proceso de las luchas de la liberación política. No hay sitio para otras modulaciones: ni para la poesía satírica, ni humorística, ni erótica”, escribió Barcia sobre este “libro potencial”. Barcia reconstruyó este proyecto rivadaviano en un trabajo para la Academia Argentina de Letras. Despejando mitos de realidades, apunta que Varela fue el primero en llamar “madre patria” a España.
“La Colección nace de un concepto estrictamente neoclásico, es poesía de cultura libresca que excluye las voces que no sean académicas -señala Barcia-. Se ha desestimado de la selección todo lo que pueda tener aire popular o poesía del común”. Una decisión que hoy podría juzgarse de conservadora sobre un tema revolucionario. Desde luego, tampoco hay poemas firmados por mujeres. Varela se reservó para él un tercio de los poemas reunidos en la Colección. También es recordado por la carta que le escribió a Juan Lavalle en 1828, en la que le recomendaba el fusilamiento de Manuel Dorrego. Nadie es perfecto. El proyecto de la Colección había sido superado antes de su conclusión por La Lira Argentina, o colección de las piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de la independencia, de mayor heterogeneidad poética y que fue editado en Buenos Aires en 1824 e impreso en París.
Tres poemas sobre la Revolución de Mayo
Soneto
¡Veinte y cinco feliz! Hoy tu victoria
derrocó la soberbia de un tirano,
y levantó con triunfo soberano
a nuestra patria al colmo de la gloria.
La época empezaste de una historia
En que pudo el humilde americano
Desatar la cadena de su mano
Llenando de grandeza su memoria.
¡Oh día grande, heroico y memorable!
¡Oh día de virtud! ¡Qué regocijo,
al oir tan solo tu renombre amable
de la América siente el ínclito hijo!
Tú mereces loores cuanto es dable,
Pues que el Dios de la patria te bendijo.
De Fray Cayetano Rodríguez
Canción patriótica
Sudamericanos,
Mirad ya lucir
De la dulce patria
La aurora feliz.
La América toda
Se conmueve al fin,
Y a sus caros hijos
Convoca a la lid,
A la lid tremenda
que va a destruir
A cuantos tiranos
ósanla oprimir
España fue presa
Del galo sutil
Porque a los tiranos
Rindió la cerviz;
Si allá la perfidia
Perdió a pueblos mil,
Libertad sagrada
y unión reine aquí.
La patria en cadenas
No vuelva a gemir,
En su auxilio todos
La espada ceñid;
el padre a sus hijos
Pueda ya decir:
“gozad de derechos
que no conocí.”
De la patria al seno
Volando venid,
Que el sol os preside
En su alto zenit.
Bellas argentinas
De gracia gentil
Os tejen coronas
De rosa y jazmín.
De Esteban De Luca
La corona de mayo (fragmento)
Deus nobis haec otia fecit (Virgilio, Égloga I)
Este Mayo lo vio: su bella aurora
en el fúlgido oriente levantada,
miró la tierra por el cielo amada
y miró paz, unión. En esa hora
se elevó nuestro canto al firmamento,
y el alígero viento
desde el cielo a la tierra lo volvía,
mientras la fama más veloz volaba,
y a todo el universo lo anunciaba.
Mayo fue cual ninguno: su corona
estaba reservada
al dios de la armonía
que invisible y gozoso presidía
entre los amadores
de la música y canto:
Él lo colmó de todos sus favores
y del mágico encanto
que todas las pasiones adormece,
y todos los sentidos embebece.
Este lugar de llanto y de tormento,
y de queja otra vez, se ha convertido
en el templo de Apolo;
y donde antes el eco del lamento
se levantaba desoído y solo,
al fin se siente un día
todo el placer que causa la armonía.
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Sí, perdonadme, y permitid que pueda
en el débil estilo
que a mi verso impotente se conceda,
invocar nuevamente
el nombre de la Patria, y la memoria
del bienhadado día
que la llenó de gloria,
y sepultó en el sur la tiranía.
¡Oh Mayo venturoso!
mes de los meses; pero más dichoso
esta vez que jamás; un Dios ha sido
quien la calma de paz al fin nos diera:
felices nos has visto; en su carrera
no se detiene el tiempo: cuando tornes
en años venideros,
más felices tal vez, más placenteros,
nos hallará tu sol; y tu alabanza
alcanzará a do su luz alcanza.
De Juan Cruz Varela
Fuente: La Nación