Sergio Borschevsky nació en la capital ucraniana el 31 de marzo de 1946, un año después del fin de la segunda guerra. “Yo vi la ciudad destruida, entonces ahora veo todos los edificios derrumbados y pienso en mí infancia”, dice.
Junto a él está su esposa, Olena, de 70 años. Ninguno de los dos se irá de Kiev, aunque su vida hoy sea un secuestro. Cada tarde, cuando cae el sol, Sergio y Olena salen de su casa, en el piso 8 de un complejo de edificios post soviético, y se dirigen a lo de su hija. Allí pasan la noche en el refugio, y a las siete de la mañana, cuando se levanta el toque de queda, vuelven a su departamento.
“Aquí está mí computadora, y tengo que revisar mí correo y responder todos los días. Además escribo artículos. Necesito estar acá, necesito mi computadora”, dice. Sergio siente que aunque no pueda tomar las armas, sus palabras son una forma de participar de esta guerra.
Muchos de esos artículos los escribe en español. En esa lengua hablamos, la misma que estudió en la Facultad de Traductores de la Universidad Taras Shavshenko.
“En Kiev teníamos una sola librería de literatura extranjera, pero era pura propaganda cubana. Así que no podía acceder a muchos autores en ucraniano. Entonces llegó Borges. Lo conocí a través de las traducciones al polaco. Ellos traducían muchas obras, y yo hablo polaco, y mi esposa es traductora del polaco. Y a través de ese idioma intentábamos conocer más libros”, cuenta.
Su vínculo con la obra de Jorge Luis Borges se convirtió en su vínculo con la Argentina. Por sus traducciones recibió la Orden de Mayo y fue invitado a la Feria del Libro de Buenos Aires, que visitó en el 2019.
“Me gustó mucho Buenos Aires, es una ciudad formidable para vivir, pero Ucrania es mi patria”, dice. Todo por estos días se trata de la patria.
Ahora, recita: “En la antigua Confitería del Águila, en Florida a la altura de Piedad, oímos la historia. Se debatía el problema del conocimiento. Alguien invocó la tesis platónica de que ya todo lo hemos visto en un orbe anterior, de suerte que conocer es reconocer; mi padre, creo, dijo que Bacon había escrito que si aprender es recordar, ignorar es de hecho haber olvidado”.
Sergio tradujo a Borges, Julio Cortázar, Gabriela García Marquéz, Pablo Neruda y Gabriela Mistral al ucraniano.
Es un fragmento de La noche de los dones, de El Libro de Arena.
-Resuena bastante con lo que pasa hoy ese fragmento…
-Claro, por eso lo elegí. Yo conozco este libro casi de memoria.
También tradujo a Cortázar, a García Marquéz, a Neruda y a Gabriela Mistral. Tiene muchos de esos libros en su casa, y los muestra orgulloso. “Tengo más de 40 traducciones hechas”, cuenta.
Olena también entiende español, pero no interrumpe. Deja que sea él el que hable, sabe que disfruta de la conversación y no quiere robarle protagonismo. Cada tanto, cuando sucede algo gracioso o no nos entendemos, se miran entre ellos, dicen algo en ucraniano y se ríen. Ella fue su alumna en la facultad, y muy poco tiempo después ya estaban enamorados. Durante años, se la pasaron cada uno en su computadora traduciendo libros de un idioma a otro. Todo cambió en el mundo, Ucrania está sumida en el caos, pero ellos sostienen su rutina. “¿Por qué nos tenemos que ir? Esta es mi ciudad. No pertenece ni a Putin ni a su Estado Mayor, ni al Ministro de Defensa de Rusia…”.
Sergio junto a Maria Kodama, durante su visita a Buenos Aires en 2019.
-Los hombres entre 18 y 60 no se pueden ir del país por la Ley Marcial. Pero usted tiene 75 años. Cualquiera diría: ¿por qué no se van?
-Es mi ciudad y es mi apartamento. Yo vivo aquí. En mis años de niño vi esto destruido por alemanes nazis. Yo lo vi, porque nací en el ‘46. Y yo veía Kiev destruido, nací un año después de la guerra. Y ahora cuando veo estas imágenes de ciudades destruidas por el ejército ruso, recuerdo mi niñez. Y puedo decir que yo no pienso salir de aquí. Yo moriré en esta ciudad. ¿Ahora o después? No sé, pero en esta ciudad.
-¿Tomaron la decisión en conjunto con su esposa?
-Sí, porque ella nació en Kiev también, cinco años más tarde que yo. Aquí está nuestra hija con su familia. Yo no sé cómo dejar a mi nieto mayor, que tiene 18 años, que es estudiante. ¿Yo debo salvar mi vida siendo viejo, teniendo 75 años, y dejarlos a ellos aquí, siendo más jóvenes? Nunca.
-¿Cómo pasan sus días?
-Tenemos toque desde las siete de la mañana a las ocho de la noche, entonces dormimos en lo de nuestra hija porque tiene refugio y salimos a las siete de ahí y venimos al departamento, donde pasamos todo el día. Cada uno de nosotros tiene su edad y tomamos medicinas, entonces yo tengo que tomar pastillas cada día para la tiroides. Por lo demás, tenemos suerte de tener electricidad y tener agua. En muchas partes de Ucrania no la hay. ¡Yo tengo suerte de haberme podido afeitar y bañar hoy!
-¿No le da miedo estar acá? Es un piso alto, no muy seguro para los bombardeos.
-Pero es mi casa. Aquí está mi computadora, aquí veo mi correspondencia y escribo mis artículos. Además recibo mensajes de Ucrania y de América Latina, y debo responder. Y divulgar lo que escribo. Además soy investigador del centro de estudios rusos. Yo escribo corto porque la gente no tiene tiempo hoy para leer.
-¿Cómo vive el resto de Kiev estas horas?
-Ustedes tuvieron posibilidad de verlo, los obstáculos para los tanques, los erizos para los vehículos. Así vivimos.
-¿Qué significa “slava ukraine”, ese lema que escuchamos en cada esquina?
-Significa “gloria a Ucrania”. Es una consigna bastante vieja. La aprovechó el Ejército Rebelde de Ucrania en los años 40. Luchaba tanto contra los nazis alemanes como contra los ocupantes soviéticos.
«¿Por qué nos tenemos que ir? Esta es mi ciudad. No pertenece ni a Putin ni a su Estado Mayor, ni al Ministro de Defensa de Rusia», dicen Sergio y Olena en la puerta de su apartamento en Kiev
-¿Su mujer es de familia rusa?
Olena: Mis padres provienen de Rusia, pero yo nací en Kiev, soy ucraniana. Tengo dos hermanas que también son ucranianas. Son patriotas.
-¿Tenían alguna simpatía por Rusia antes de la guerra?
Olena: Ninguna simpatía.
-¿Cómo se explica que la patria de su familia esté invadiendo su patria?
Olena: Toda la vida ellos hicieron lo peor para Ucrania. Todo lo que pueden.
Sergio: Ucrania vive ahora la época de San Martín, de Rivadavia… la de-colonización. Lo que los pueblos latinoamericanos pasaron en el siglo XIX. La Unión Soviética, que fue el apodo de Rusia (pues la Rusia zarista pasó a ser la URSS), fue el último imperio del mundo. En América Latina tenemos Estados independientes que tuvieron su guerra por la independencia. Es lo que pasa ahora con Ucrania: es el proceso de de-colonización.
-¿Rusia está intentando volver a colonizar Ucrania?
-Claro. Rusia, y Putin en persona, quieren restablecer el imperio. Sabemos que la popularidad de Putin crece cuando gana una guerra pequeña. Así ganó la guerra en Georgia y su imagen subió. En el año 2014 pasó lo mismo con Crimea. La tomó, y subió su popularidad. Entonces no solamente Putin es el culpable sino también la gente por festejarlo. Pero ahora esa gente tiene pánico. Hay miles de personas saliendo de Rusia por la frontera de Finlandia.
-Pronto es su cumpleaños, ¿cierto? ¿Tiene algún deseo?
-Sí. El 31 de marzo, si Putin no interviene, cumplo 76 años. Mí deseo es poder festejarlo en mi ciudad, y que sea libre.
Fuente: Infobae