Para escribir el Quijote, Miguel de Cervantes se habría inspirado en personajes y plasmado lances que a pesar de parecer inverosímiles ocurrieron en realidad, como el ataque a los molinos.
Cordon Press
Don Quijote de la Mancha es una de las obras más célebres de la literatura universal. Las andanzas de sus protagonistas, el homónimo Don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza, forman parte del imaginario popular de la literatura en español desde hace cuatro siglos. En su obra maestra, Miguel de Cervantes recreó episodios entre estrambóticos y esperpénticos, como la lucha contra los molinos de viento o cómo Don Quijote luce un cuenco de barbero como yelmo porque lo confunde con un tocado mítico que lo tornará invencible, que se han convertido en un símbolo de la fértil imaginación del autor del Siglo de Oro. Pero, ¿son estas aventuras fruto de la pura imaginación de Cervantes o Don Quijote tiene una base real?
¿EXISTIÓ REALMENTE DON QUIJOTE?
Responder a esta pregunta demasiado simple es mucho más complicado que con un sí o un no. Cervantes usó fuentes literarias y mitológicas para escribir su novela, pero además utilizó fuentes históricas. En contra de lo que pueda parecer, algunos de los estrafalarios e inverosímiles lances de la novela de Cervantes fueron reales, e, incluso Don Quijote pudo estar basados en personajes y acontecimientos que tuvieron lugar. Eso es lo que cuenta el archivero e investigador Javier Escudero, que lleva dos décadas trabajando en archivos parroquiales, diocesanos e históricos de diversas localidades manchegas y en ellos ha localizado decenas de documentos de finales del siglo XVI relacionados sobre todo con procesos judiciales, donde ha descubierto multitud de personajes, hechos y lugares que se reflejan tanto en las páginas del Quijote como en otras obras de Cervantes.
«No todo es como se nos había contado. Cervantes es un escritor organizado e informado, y la novela es verosímil y creíble. Su forma de escribir es como la de otros escritores, conoce a una serie de personas, le parecen interesantes y las incluye en sus novelas», según Escudero, que publicó las conclusiones de su trabajo en un ensayo titulado Las otras vidas de Don Quijote.
MUCHOS QUIJOTES
Entre los episodios con una base real destaca tal vez el más conocido de la obra cervantina, aquel en el que Don Quijote se lanza a combatir contra unos molinos pensando que eran gigantes. Un documento del Archivo Diocesano de Cuenca relata el proceso en 1594-95 contra Agustín Hernández, aprendiz de barbero, acusado de haber atacado y destrozado la cruz que había junto a los molinos del camino del Toboso a Campo de Criptana en un arrebato de locura.
Don Quijote lucha contra un molino de viento pensando que es un gigante. Grabado coloreado basado en uno de Gustave Doré.
Según los testigos del proceso, Hernández se dirigía con su carro al cerro donde estaban los molinos (los cuales en la actualidad han desaparecido) y cuando llegó al pie de los molinos, sacó una espada y comenzó a romper la cruz que estaba junto a ellos y la hizo añicos. El acusado se declaró inocente y se negó a declarar, por lo que no conocemos su versión.
Como ésta, en los archivos manchegos se recogen otras peripecias y situaciones que aparecen en El Quijote, como la aventura de un hidalgo que compró un rocín que se le cayó o la historia de los hidalgos que vestían como si fueran caballeros medievales.
Don Quijote rodeado de sus pesadillas. Grabado de Gustave Doré. Cordon Press
EL INFORMANTE DE CERVANTES
Siempre según la teoría de Escudero, Cervantes habría mantenido largas conversaciones con un vecino suyo de Esquivas, Toledo, un hidalgo llamado Alonso Manuel de Ludeña, que al parecer le contó algunas anécdotas y le habló de ciertas personas que Cervantes acabaría incluyendo en El Quijote.
¿Y qué sabemos del «informante», del hidalgo Alonso Manuel de Ludeña? Según Escudero, este hombre, natural de Quintanar, vivió en Esquivias entre 1594 y 1607, y fue vecino de Cervantes, que pasó largas temporadas en la localidad. En esta población toledana, Ludeña tuvo una casa con cueva, y sabemos que conoció al escritor porque arrendó tierras a un tal Lope de Vivar Salazar (cuyo hijo fue heredero de Cervantes) y vendió otras propiedades a Gabriel Quijada de Salazar, que era hijo de Alonso Quijada, casero de Cervantes y de quien se cree que tomó el nombre del protagonista de su obra: Alonso Quijano.
Museo Casa de Cervantes en Esquivias (Toledo).
Pero para este estudioso, que dice que con su investigación no pretende poner en duda la creatividad de Cervantes (aunque sí le ha permitido comprobar que el autor ni improvisaba ni era contradictorio, sino que por el contrario era concienzudo y coherente), queda claro que Cervantes no plasma sus personajes de un modo literal ni cuenta sus biografías, sino que los usa para hilvanar su novela: toma nombres y hechos reales para crear una historia ficticia, pero eso no quita valor a su obra.
Asimismo, los lugares que Cervantes recrea son reales, aunque él probablemente nunca los viera. Por ejemplo, cuando habla de Quintanar, El Toboso o Campo de Criptana, tierra de molinos de viento, estos parajes, según el investigador, posiblemente le fueron descritos por Ludeña. «El realismo en situaciones, personajes y aventuras del Quijote empieza desde la primera página; no en la segunda parte, como se nos ha dicho. Sabemos que, escribiera donde escribiera El Quijote, Cervantes lo gestó tranquilamente, en largas conversaciones con Esquivias», concluye Escudero.
Fuente: Historia National Geographic