En la noche del 9 de junio de 1956, doce hombres fueron ejecutados en un basural. Varios de ellos sobrevivieron. Esa historia disparó una investigación del periodista Rodolfo Walsh
A 67 años de los fusilamientos de civiles y militares peronistas ocurridos en 1956, el sobreviviente Juan Carlos Livraga regresa a la Argentina para dar, una vez más, su testimonio. Pieza clave de la investigación que encabezó el periodista y escritor Rodolfo Walsh, cuenta con detalles cómo sucedió el brutal hecho que conmocionó a la sociedad argentina y que originó un libro fundamental para el periodismo de investigación y nuestro país, Operación Masacre. Livraga se confiesa y apunta: “Nunca hubo justicia”.
La noche del fusilamiento
A mediados de 1956, Juan Carlos Livraga transcurría sus días como colectivero de la línea 10, que unía Munro con Chacarita. Gracias a su trabajo, había conocido a una chica, a la que había invitado a bailar tango en Munro aquel 9 de junio. Lo que el joven colectivero ignoraba era que aquella noche estallaría en el país una sublevación peronista, liderada por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, contra la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu y Rojas. La conspiración contra el golpe de facto había comenzado poco después de la caída de Perón y en ella participaban militares que habían pasado a retiro por su adhesión al justicialismo así como también importantes grupos civiles.
El general Raúl Tanco, uno de los líderes del levantamiento contra la dictadura de Aramburu
En la noche del 9 de junio, mientras Livraga se preparaba para su cita romántica, militares peronistas tomaron algunas guardias del regimiento militar de Campo de Mayo. La revolución había estallado y, en varias provincias, como La Pampa, combatieron cuerpo a cuerpo peronistas contra antiperonistas. La radio oficial dio a conocer la noticia de que imperaba la ley marcial, con lo que comenzaba la represión. La dictadura controló rápidamente la intentona peronista a sangre y fuego, y los rebeldes peronistas se fueron rindiendo uno a uno.
Aquella misma noche, en el camino a su encuentro con la joven, Livraga se cruzó con su amigo Vicente Rodríguez, obrero portuario, que lo invitó a escuchar la pelea de box entre Eduardo Lausse y el chileno Loayza en casa de su amigo Juan Torres, en la calle Hipólito Yrigoyen al 4500 (Florida). Este último era un simpatizante peronista que daba cobijo a Norberto Gavino, encargado civil de la revuelta peronista en la zona norte de la provincia de Buenos Aires, mientras esperaban la proclama revolucionaria por la radio.
Cuando llegó a lo de Torres, Livraga se encontró con un grupo hombres reunidos para escuchar la pelea, pero no conocía a ninguno de los presentes, tampoco a Gavino, y no sabía nada de lo que estaba por suceder. “Me enteré en la cárcel”. Al terminar la mítica pelea, la policía bonaerense, encabezada por su jefe Desiderio Fernandez Suárez, allanó el domicilio y le dio un culatazo a Livraga, dejándolo inconsciente.
Desiderio Fernández Suárez, jefe de policía de la provincia de Buenos Aires, principal apuntado por Livraga como responsable de los fusilamientos
Aquel 9 de junio, aunque Livraga probablemente lo ignoraba por completo, el grupo de hombres reunidos junto a él en aquel chalet de Florida, estaban esperando que la radio anunciara la proclama revolucionaria contra la dictadura para salir a movilizarse por la vuelta de Perón. Eran parte de la “pata” civil de la sublevación.
Además de Livraga, esa noche fueron detenidos también Juan Torres, Carlos Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Vicente Rodríguez, Mario Brión, Horacio Di Chiano, Norberto Gavino, Rogelio Díaz, Reinaldo Benavidez y Julio Troxler. Los doce hombres fueron llevados en un camión a un basural de José León Suárez, en donde fueron fusilados. La escena está bien reconstruida en el film “Operación Masacre” (1973), de Jorge Cedrón, basado en el libro de Walsh. La película tiene la particularidad de que en ella actúa uno de los sobrevivientes de la masacre, Julio Troxler, ex oficial de la policía bonaerense, dirigente peronista, asesinado en 1974 por paramilitares.
Cinco de los detenidos murieron fusilados en el basural: Brión, Carranza, Garibotti, Lizaso y Vicente Rodríguez. Los siete restantes tuvieron mejor suerte; algunos corrieron y lograron escapar, otros sobrevivieron al fusilamiento, como Livraga, que recibió tres balazos y fue dado por muerto, sin que nadie se diera cuenta de que seguía con vida.
Así comienza el libro de Walsh, cuando alguien le dice: “¡Hay un fusilado que vive!”, frase que fue el disparador de su investigación. A sus 91 años y después de 17 operaciones, a Juan Carlos Livraga las secuelas de aquella fatídica noche aún lo acompañan. La primera de esa serie de intervenciones duró 16 horas en la Facultad de Odontología. “Tengo la mandíbula y parte de la oreja agujereadas “, explica.
Norberto Gavino, otro sobreviviente, junto a Berta Carranza, hija de Nicolás Carranza, fusilado en José León Suárez
Horas después de la masacre, lo trasladaron a la Cárcel de Olmos, lugar en el que sobrevivió por segunda vez gracias a un rumor falso. Allí aseguraban que el colectivero había matado a cuatro policías. “Dentro de la cárcel no comíamos “, exclama. “Cuando me miré en el espejo me asusté, había perdido 20 kilos“, agrega.
“Giunta se tiró en el pasto y las balas le pasaron por arriba“, recuerda. Esta historia llegó a oídos del periodista Rodolfo Walsh, que primero se acercó a Livraga y, a partir de él, al resto de los sobrevivientes. Con esos testimonios Walsh publicó el legendario libro, Operación Masacre.
Carlos Livraga mostrando sus heridas
— ¿Conocía a las cinco personas que fueron ejecutadas esa noche?
— Yo solamente conocía a Vicente Rodriguez. A los demás, incluido los que se salvaron, nunca en mi vida los había visto.
— Después de tantos años, ¿usted no piensa que esa casa fue allanada por el rol de Gavino en la revolución?
— No lo sé, yo me enteré de su importancia mucho tiempo después.
— ¿Qué recuerda de los policías que lo detuvieron?
— Los policías me preguntaban por el general Tanco, y yo no tenía la mínima idea quién era, eso lo supe después. También recuerdo que un policía me dijo: “Estamos acuartelados desde hace 4 días, estaba todo preparado lo que pasó”.
La casa donde fueron arrestados Livraga y sus compañeros de desventura, en la calle Hipólito yrigoyen al 4500, en la localidad de Florida, en el gran Buenos Aires
—¿Le preguntaron si era peronista?
— Sí, y yo le dije la verdad, que nunca había militado en política. No me gustaba porque no la entendía ni la entiendo.
— ¿Cuál es el último recuerdo de su amigo Vicente Rodríguez?
— Pedían que lo mataran, que no lo dejaran morir así, que lo remataran.
— ¿Volvió a ver alguna vez al resto de los sobrevivientes de esa noche?
— A Miguel Ángel Giunta lo volví a ver en la cárcel. Pobre, terminó con graves problemas psiquiátricos después de todo lo que nos hicieron.
— ¿Qué siente por Aramburu y Rojas?
— No entiendo por qué mataron gente inocente. ¿Por qué matan inocentes sin ningún juicio previo? Si hubiera habido una justicia que los juzgue, no hubieran pasado las cosas que luego pasaron.
Juan Carlos Livraga en la actualidad, a sus 91 años
— ¿Qué le diría a Desiderio Fernández Suárez, jefe de la policía?
— El porqué es lo que siempre me pregunté. Él dijo, “a esos los fusilan”, sin saber. No había ni ley marcial ni nada. Se comprobó que la ley marcial fue después. Cuando él encontró que la situación estaba un poco apretada fue a pedir limosna a Aramburu y Rojas. Desiderio murió a los 92 años libre, nunca lo condenaron.
— ¿Siente que nunca hubo justicia por estos asesinatos?
— Nunca hubo justicia por este hecho. Jamás olvidaré el grito de clemencia de mis compañeros, que antes de que los fusilaran pedían por su familia.
— ¿Qué siente al ver a los familiares de los fusilados?
— Siento que son mis hijos.
— ¿Qué opinión tiene sobre Perón?
— Argentina necesita otro Perón para sacar el país adelante. Después de que se fue, el país se vino a pique. Mi padre nunca habló ni mal ni bien de Perón, no era peronista, pero nos gustaba como hablaba. Sin embargo, remarco que sí soy simpatizante de él. Nunca me voy a olvidar el día en que le di la mano, en el Autódromo en 1954. Después de ese apretón, no me quería lavar las manos.
Reencuentro de Juan Carlos Livraga (de suéter azul) con los hijos de su amigo Vicente Rodríguez (Alicia y Tito) y con la nieta de Nicolás Carranza (de pie, a la izquierda)
El exilio
El 16 de agosto de 1956, Livraga quedó en libertad, pero no vivía con la tranquilidad de un inocente. Las amenazas no tardaron en llegar. Recuerda varios episodios en los que policías de civil le hicieron saber que su vida corría peligro. “Es la última oportunidad, si seguís hablando… «
Por esta razón, años más tarde, el 25 de junio de 1965, decidió partir a Estados Unidos como exiliado y, a los dos meses, llegaron su mujer y su hija. Juan Carlos todavía recuerda que debió mentirle a su familia acerca del motivo de su partida. “Yo nunca les conté lo que estaba pasando”. Ese miedo nunca se fue y aún hoy lo manifiesta. “Todavía no salgo solo a la calle, lo que pasé solo yo sé lo que es”.
Fuente: Infobae