A lo largo de la historia, el asesinato ha sido uno de los métodos empleados para llevar a cabo una venganza o cambiar el rumbo de los acontecimientos. Los asesinatos de famosos o de personajes históricos han sido una constante en nuestro mundo. Algunos de ellos murieron a manos de sus seguidores, sus adversarios, fanáticos o individuos trastornados que lograron acabar con sus vidas. Pero a veces los resultados no fueron los esperados.
Fotografía del presidente Kennedy en Dallas en la limusina que lo transportaba minutos antes del magnicidio. Cordon Press
No es extraño constatar, sobre todo en los tiempos que corren, que personajes famosos pertenecientes a diversos ámbitos, sobre todo de la política, no se mueven por las calles de nuestras ciudades sin ir acompañados de una nutrida escolta policial o, en según que casos, por prestigiosos servicios de seguridad privados. De este modo, y para evitar lo que podría acabar siendo una tragedia, presidentes, primeros ministros, reyes o incluso estrellas del rock se rodean en todos los casos de impresionantes medidas que facilitan su seguridad.
Y es que, a lo largo del tiempo, la sociedad ha sido testigo de asesinatos de personajes relevantes, algunos de ellos todavía sin resolver, que conmocionaron a la opinión pública de su época. Desde Julio César, pasando por JFK, presidentes del Gobierno de España e incluso activistas como Stephen Biko, o actores y cantantes como Sharon Tate y John Lennon, en el mundo se han sucedido muchos crímenes y magnicidios que aún siguen provocando sorpresa (e incluso indignación) por el modo en que fueron cometidos. En este artículo, que no pretende en ningún modo ser exhaustivo, repasamos algunos de los crímenes más famosos de la historia y apuntamos algunas de las teorías que investigan los motivos que los provocaron.
«La morte di Cesare», cuadro pintado por el artista italiano Vicenzo Camuccini entre los años 1804 y 1805. Galería Nacional de Arte Moderno, Roma.
Las 23 puñaladas asestadas a Julio César
Julio César sigue siendo uno de los personajes más famosos y carismáticos, que ha pasado a la historia, sobre todo, por su terrible final. El «dictador perpetuo» (ese es el título que ostentaba en el momento de su muerte) fue asesinado en los idus de marzo del año 44 a.C., fecha que según el calendario romano se correspondía a los días 15 del mes dedicado a Marte, el dios de la guerra. A pesar de la advertencia de su esposa, Calpurnia, que lo había visto en sueños cubierto de sangre, César se dirigió al Senado. ¿Qué podía pasarle? El hombre más poderoso de Roma era popular entre la plebe y se sentía seguro de sí mismo, pero era totalmente desconocedor del peligro que se cernía sobre él. Un grupo de senadores, encabezados por Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino se habían conjurado para acabar con la vida de César por temor a que el dictador aboliera el Senado (y acabara con sus privilegios) e instituyera una monarquía. Lo que pasó a continuación forma ya parte la leyenda. Julio César recibió veintitrés puñaladas y pronunció la celebre frase «Bruto, ¿tu también hijo mío?» (aunque no existe certeza de ello). Todo acabó con el estallido de una guerra civil que perderían los asesinos y ganaría Octavio, el sobrino nieto de César y futuro primer emperador de Roma, Augusto.
El inesperado final de Sissi
Luigi Lucheni era un anarquista de origen italiano afincado en ciudad suiza de Ginebra que como buen revolucionario creía que la sociedad la debían formar ciudadanos libres e iguales, sin patrones ni obreros, sin reyes ni súbditos, y con la convicción de que este ideal debía imponerse aunque fuera a fuerza de sangre. El plan de Lucheni era simple: asesinar al pretendiente al trono de Francia, el príncipe Enrique Felipe de Orleans, cuando este llegara a Ginebra. Pero la suerte se alió con el príncipe cuando este cambió de planes, aunque sin embargo la fatalidad se cruzaría en el camino de la emperatriz Isabel de Austria, más conocida como Sissi. A sus 60 años, la emperatriz estaba paseando, como siempre sin escolta (insistía en salir sin protección), tan solo acompañada por su amiga, la condesa húngara Irma Sztaray. El 10 de septiembre de 1898, los caminos de Lucheni y Sissi se cruzaron cuando la emperatriz se disponía a tomar el ferry que debía llevarla a Montreux. Allí tropezó de manera casual con un pasajero, que no era otro que Luigi Lucheni, y al momento sintió una fuerte punzada en el costado. Ella pensó que aquel dolor se debía al fuerte golpe, pero en realidad Lucheni le había clavado un estilete muy fino cerca del corazón, lo que provocaría la muerte de Sissi ese mismo día.
Retrato de Abraham Lincoln. Fotografía tomada en 1863 por Alexander Gardner. Mead Art Museum, Amherst, Massachusetts.
El asesinato de Abraham Lincoln
Abraham Lincoln fue el decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, y el hombre que lideró al Norte durante la sangrienta guerra de Secesión. Lincoln también ha pasado a la historia por ser el presidente que preservó la Unión y abolió la esclavitud. Pero por si algo ha pasado también a la historia Lincoln es por su dramática muerte. El 15 de abril de 1865, mientras asistía a una obra de teatro en Washington, el presidente era asesinado por un conocido actor y confederado confeso llamado John Wilkes Booth. Aprovechando que el guardaespaldas del presidente había abandonado el teatro para tomar unas copas junto al cochero en una sala aledaña, Booth sacó un arma y disparó a Lincoln directamente en la cabeza. Tras el magnicidio, Booth saltó al escenario y gritó «Sic semper tyrannis» (Así siempre a los tiranos), una frase atribuida a Marco Junio Bruto tras asestar su puñalada a Julio César. Antes de que nadie lo pudiera atrapar, Booth huyó, pero once días más tarde, el 26 de abril de 1865, era abatido a tiros por el sargento Boston Corbett.
Calígula, la conjura contra el emperador
Cayo Julio César Germánico gobernó el Imperio romano desde 37 d.C. hasta enero de 41 d.C., fecha en la que fue asesinado, víctima de una conspiración. Calígula acompañó desde muy temprana edad a su padre Germánico Julio César en las campañas militares que este llevó a cabo en Germania. Y calzaba las típicas cáligas de los legionarios, de ahí su apodo, Calígula, cuyo significado es «botitas». El emperador Tiberio expresó el deseo de que Calígula y su nieto Tiberio Gemelo gobernaran conjuntamente, pero esto no entraba en los planes de Caligula, que quería ser el único emperador. Tras deshacerse de Gemelo, Calígula tomó las riendas del Imperio. En el año 37 d.C., el emperador cayó gravemente enfermo, y aunque no existe consenso sobre el mal que sufrió, las consecuencias fueron devastadoras para Roma. A partir de entonces su comportamiento se volvió autoritario, e incluso despótico, mostrando claros rasgos de demencia. Entre otras cosas se ha dicho que tenía la intención de nombrar cónsul a su caballo Incitato y que montó un prostíbulo en palacio donde tenía relaciones sexuales con las esposas e hijas de los senadores. Al parecer también tuvo relaciones incestuosas con sus hermanas, a las que incluso obligó a prostituirse. Finalmente, y tras salir airoso de varias conspiraciones que fracasaron, Calígula fue asesinado por la misma guardia pretoriana, liderada por Casio Querea, que años antes lo había encumbrado al trono imperial.
Ilustración que muestra el momento en que tiene lugar el atentado contra el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa Sofía.
El atentado contra el archiduque Francisco Fernando de Austria
28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando de Austria, acompañado de su esposa Sofía, visitó Sarajevo, la capital de Bosnia. Entre la multitud se escondían seis miembros de la Organización Revolucionaria Joven Bosnia, que formaba parte de la sociedad secreta Mano Negra. Durante el baño de multitudes, la comitiva imperial se cruzó con uno de los miembros del grupo llamado Nedeljko Cabrinovic, que lanzó una granada contra el coche descubierto del archiduque, aunque, de manera incompresible, falló, hiriendo a algunos asistentes. La casualidad hizo que de camino al hospital para visitar a los heridos, el coche del archiduque se cruzara con otro miembro de la organización llamado Gavrilo Princip que, sin pensarlo dos veces, disparó contra Francisco Fernando y Sofía, causándoles la muerte. Un mes después del magnicidio, el emperador de Austria, Francisco José, declaraba la guerra al reino de Serbia, que al hallarse bajo la protección de Rusia arrastró a la alianza franco-rusa a un conflicto al que se unirían los británicos. Alemania, por su parte, se aliaba con el Imperio austrohúngaro. Todos ellos acabarían enfrascados en una contienda, la Primera Guerra Mundial, que provocaría más de 20 millones de muertos.
El magnicidio de John Fitzgerald Kennedy
El 22 de noviembre de 1963, John Fitzgerald Kennedy, el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, se estaba dando un baño de multitudes junto a su esposa Jacqueline a su paso por las calles de Dallas. De manera incomprensible, la pareja iba montada en una limusina descapotable, sin protección alguna, ajena a lo que en pocos instantes iba a suceder. De pronto, dos disparos resonaron entre la multitud enfervorecida y alcanzaron mortalmente al presidente, que murió casi en el acto al recibir el impacto de una bala en la cabeza. Se había perpetrado un magnicidio que dejó conmocionada a la población estadounidense y al mundo entero. Al cabo de unas horas se supo que el asesino era Lee Harvey Oswald, un ex marine que tras haber desertado del ejército había pasado una larga temporada en la Unión Soviética. Sin embargo, a día de hoy, todavía son muchas las sombras que rodean al asesinato del presidente. De hecho, se desconocen cuáles fueron los motivos que empujaron a Oswald a cometer aquel crimen, ya que este fue asesinado poco antes de testificar por el propietario de un club nocturno llamado Jack Ruby. El misterio en torno a uno de los magnicidios más famosos de la historia continúa.
Retrato de Mahatma Gandhi tomado en Londres en el año 1931.
El terrible final de Mahatma Gandhi
Para Nathuram Godse, un fundamentalista hindú, aquel 30 de enero de 1948 no iba ser un día cualquiera. Iba a ser el día en el que iba a acabar con la vida de Mahatma Gandhi. En aquellos críticos momentos, Gandhi era un hombre que despertaba animadversión tanto entre hindúes como entre musulmanes, ya que ambos bandos lo acusaban de favorecer al contrario. Para Godse, un hinduista que tenía fuertes vínculos ultraderechistas, y para otros como él, Gandhi era un traidor al que acusaban de haber beneficiado a los musulmanes en el momento de la partición de la India. Ese fatídico día, acompañado de sus dos sobrinas, Manu y Abha, Gandhi se dirigió a su sesión de rezo vespertino donde, sobre la plataforma, lo esperaba Godse, que se dirigió a él uniendo las manos, entre las cuales escondía una diminuta pistola. Tras empujar a una de las jóvenes, el hombre dejó al descubierto la mano derecha con la que sostenía la pistola y, sin pensarlo dos veces, realizó tres disparos a quemarropa que acabaron con la vida de Gandhi. Tras el asesinato, la multitud lo acorraló y tras ser detenido por la policía leyó una declaración en la que hacía responsable a Gandhi del sufrimiento del pueblo hindú y aseguraba que había actuado solo, aunque más tarde otras siete personas fueron arrestadas, acusadas de estar relacionadas con el crimen. El 8 de noviembre de 1949, Nathuram Godse fue sentenciado a morir en la horca.
La muerte de Martin Luther King
El ministro bautista Martin Luther King se convirtió en el representante y líder más visible del movimiento por los derechos civiles desde 1955 hasta el día de su asesinato, en 1968. Su liderazgo fue fundamental para acabar con la segregación que sufrían los afroamericanos tanto en el Sur como en cualquier otro rincón de los Estados Unidos de América. Pero Martin Luther King, que había sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1964, no viviría lo suficiente para hacer realidad aquella visión. El 4 de abril de 1968, King era asesinado de un tiro en la garganta en el balcón del Motel Lorraine de Memphis por James Earl Ray, un delincuente de poca monta que había escapado de una prisión de alta seguridad el año anterior. Tras su detención en Londres, adonde había escapado tras el crimen, el 10 de marzo de 1969 Ray fue acusado y condenado por el asesinato de Martin Luther King y sentenciado a 99 años de prisión. Los motivos que alegaron los fiscales del caso para el crimen fueron el racismo y el odio hacia la persona del reverendo King. Tras permanecer tres días en la cárcel, Ray afirmó que le habían tendido una trampa y que en realidad él no había sido el culpable de la muerte de Martin Luther King. James Earl Ray pasó el resto de su vida entre rejas, luchando sin éxito para que se celebrara un nuevo juicio. Contó con el apoyo final de algunos de los miembros de la familia King y del reverendo Jesse Jackson, que no creían que Ray estuviera implicado en el asesinato.
Fotografía de la familia imperial rusa. De izquierda a derecha, Olga, María, Nicolás II, Alejandra, Anastasia, Alexei y Tatiana.
El asesinato del zar Nicolás II y su familia
Tras pasar muchos meses encerrados en la casa Ipatiev, en Ekaterimburgo, propiedad de un comerciante local, en la madrugada del 16 al 17 de julio de 1918, el zar Nicolás II Románov y toda su familia fueron obligados a bajar hasta el sótano de la vivienda con la excusa de que debían tomarles una foto. Una vez allí, y tras ponerlos en fila, les dispararon a bocajarro. La primera víctima fue el zar, seguido de su esposa, la zarina Alejandra Fiódorovna. Su hijo Alexei y sus cuatro hijas, Olga, Tatiana, María y Anastasia, tras contemplar con horror la muerte de sus padres, fueron los siguientes en ser fusilados. Pero no todos murieron en el acto, y a una orden de Yákov Yurovski, uno de los revolucionarios, los supervivientes fueron rematados a golpes de bayoneta. Tras la masacre, los verdugos sacaron los once cuerpos de la casa y los cargaron en un camión. Pero deshacerse de ellos no era tarea fácil. Los investigadores creen que primero los dejaron en Ganina Yama, una mina poco profunda que los bolcheviques intentaron volar con granadas, aunque no lo lograron. Cuando intentaron trasladarlos a otro lugar, el camión quedó varado en el barro. Fue entonces cuando sacaron dos de los cuerpos, se cree que los de Alexei y María, y se deshicieron de ellos en el bosque. Los otros nueve cadáveres fueron rociados con ácido y tras prenderles fuego enterraron los restos en una fosa. Mucho tiempo después, en 1979, dos detectives aficionados localizaron los restos cerca de Ekaterinburgo, pero el hallazgo se mantuvo en secreto hasta 1989. En 1998, los restos de los asesinados miembros de la familia Romanov fueron enterrados en una multitudinaria ceremonia en la catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo, el lugar de sepultura tradicional de los zares de Rusia.
Sharon Tate, víctima de la «familia» Manson
El 9 de agosto de 1969, a Sharon Tate le quedaban dos semanas para dar a luz y su marido, el director de cine de origen franco-polaco, Roman Polanski, se encontraba en Londres ultimando los últimos detalles de su nueva película. Ese día, Sharon almorzó en casa junto a las actrices Joanna Pettet y Barbara Lewis, y durante la comida les comentó su tristeza al saber que su esposo tendría que retrasar su regreso de Europa. Por la noche, Sharon fue a cenar al restaurante El Coyote en compañía de su ex pareja, el famoso peluquero Jay Sebring, Wojciech Frykowski (un aspirante a escritor que, según se dice, actuaba como camello) y la pareja de este, Abigail Folger. Tras la cena, todos se dirigieron a la casa de Sharon Tate y Roman Polanski, en el 10050 de Cielo Drive. En esa mansión había vivido antes que ellos el productor Terry Melcher, a quien un furioso Charles Manson pretendía asesinar, disgustado por su rechazo a producir un disco suyo. Manson, que no sabía que Melcher ya no vivía allí, envió a la casa a cuatro miembros de su «familia», Tex Watson, Susan Atkins, Linda Kasabian y Patricia Krenwinkel, con la orden de matar a todos los que allí se encontraran. A las 22:30, y como si de un ritual satánico se tratara, se desató el horror. Los miembros de la secta de Manson sorprendieron a Sharon y a sus amigos durmiendo, y, tras cortar la línea telefónica, los reunieron a todos en el salón, donde Watson se presentó: «Soy el demonio y he venido a hacer lo que hace el demonio». La terrible muerte de la actriz, que apenas tenía 26 años, de su hijo nonato y de todos sus amigos conmocionó a la sociedad estadounidense de la época y marcaría el principio del fin de la era hippie.
Imagen de Malcom X tomada en marzo de 1964. PD
Malcom X, la muerte de un activista
El asesinato de Malcolm Little, conocido mundialmente como Malcom X, sigue suscitando, a día de hoy, numerosos interrogantes. El activista afroamericano fue asesinado el 21 de febrero de 1965 mientras realizaba un mitin en Nueva York. Pero ¿porque lo mataron? Malcolm rechazó la no violencia como estrategia y abogó por el separatismo negro, afirmando que los afroamericanos no podían tener éxito en una sociedad racista dominada por los blancos. El punto de inflexión para Malcom X se produjo cuando se enfrentó al liderazgo de la Nación del Islam, una organización religiosa y sociopolítica cuyo objetivo era resucitar la conciencia espiritual, mental, social y económica de la población afroamericana dentro de los preceptos del islam, y de la cual él era miembro. El 21 de febrero de 1965, Malcolm X se disponía a subir al escenario del Audubon Ballroom de Harlem poco después de las tres de la tarde. Nada más saludar, alguien gritó: «¡Saca tu mano de mi bolsillo!». Sin perder la calma, Malcolm X pidió tranquilidad a los allí presentes. Pero mientras sus guardaespaldas se habían enzarzado en una pelea, apareció un hombre con una escopeta recortada y disparó directamente al pecho de Malcolm, que cayó contra unas sillas que había detrás debido al impacto. En primera fila, su esposa Shabazz, embarazada de su quinto hijo, protegía a los otros cuatro, mientras dos hombres más se precipitaban hasta el escenario para rematar al malherido Malcolm. Durante la huida, uno de los pistoleros, Talmadge Hayer, fue herido y recibió una brutal paliza por parte de la gente congregada en el teatro. El cuerpo acribillado a balazos de Malcom X fue conducido rápidamente al hospital, pero no se pudo hacer nada para salvar su vida.
El asesinato de Dian Fossey, la defensora de los gorilas
Defensora a ultranza de los gorilas de montaña, la primatóloga Dian Fossey dedicó su vida a estudiar a estos animales y protegerlos de la caza indiscriminada. Un impresionante trabajo que cambiaría para siempre la forma en que vemos a estas criaturas. Pero todo acabó de la forma más cruel y terrible. El 26 de diciembre de 1985, Fossey fue asesinada en su cabaña con un panga, un machete que la propia primatóloga tenía colgado en una de las paredes de su vivienda. A pesar de ser recordada por sus estudios científicos y por su defensa a ultranza de estos grandes simios, su brutal muerte sigue siendo, 38 años después, un misterio. Nada más llegar a Ruanda, Fossey ya se granjeó la enemistad de los cazadores furtivos que veían peligrar su «próspero» negocio de caza y muerte de animales salvajes, entre ellos, en un lugar destacado, los gorilas de montaña. La muerte de Digit, un joven macho al que Fossey seguía desde que era un bebé, supuso un antes y un después para la vida de la primatóloga. Una semana antes del asesinato de Fossey, la Oficina de Turismo de Ruanda le denegó la renovación de su pasaporte, pero gracias a la ayuda de un amigo que era secretario de inmigración, Fossey consiguió que se lo renovaran dos años más. Sin saberlo, aquel favor iba a significar su sentencia de muerte. Pero ¿quién estuvo detrás de este atroz crimen? Descartado el móvil del robo, se arrestó a todos los trabajadores de la fundación, incluido un rastreador que había sido despedido unos días antes y que posteriormente se suicidó en la cárcel. Entre los señalados como responsables de su asesinato figuran un hombre conocido como «Señor Z», acusado de instigar y participar en el brutal genocidio ruandés, y Protais Ziriganyirago, cuñado del entonces presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, y jefe de la mafia de los cazadores furtivos. Hoy en día, el legado de Dian Fossey sigue vivo, aunque los gorilas de montaña, desgraciadamente, siguen siendo una especie en peligro de extinción.
Útima foto conocida de Federico García Lorca con Manuela Arniches en la terraza del café Chiki Kutz, en el Paseo de Recoletos 29 de Madrid, en julio de 1936.
Federico García Lorca, el poeta fusilado
Federico García Lorca es considerado uno de los poetas españoles más brillantes del siglo XX. Su obra obtuvo un gran reconocimiento ya en su época. Pero el estallido de la Guerra Civil española en 1936 y, al parecer, una venganza entre familias, acabaría con la vida del poeta, que murió fusilado (de hecho, investigaciones realizadas en 2006 parecen indicar que en la muerte de García Lorca estarían implicadas las familias Roldán y Alba, enfrentadas con el padre del poeta por viejas rencillas relacionadas con el reparto de unas tierras compradas a medias). Tras una estancia en Buenos Aires, Lorca regresó a España en 1934, donde la situación política empezaba a ser insostenible y se respiraba un clima prebélico que hacía presagiar el estallido de una inminente guerra civil. Mientas el mundo entero admiraba a Lorca como «el Homero español», las críticas hacia él se recrudecieron en el contexto de tensión previo al conflicto, y aunque se resistió a la presión de sus amigos para afiliarse al Partido Comunista, Lorca sería criticado por su amistad con personalidades abiertamente socialistas, como la actriz Margarita Xirgu. La popularidad de García Lorca y sus numerosas declaraciones contra la injusticia social lo convirtieron en un personaje incómodo. Así, a pesar de lo peligroso del contexto, y tras declinar la protección que le ofrecieron México y Colombia, Lorca prefirió regresar a su Granada natal junto a su familia puesto que la situación en Madrid era ya muy complicada; incluso sopesó la posibilidad de buscar refugio en el bando republicano o en casa de su amigo, el músico Manuel de Falla. Finalmente, el poeta decidió refugiarse en casa de los padres de su amigo Luis Rosales, donde el 16 de agosto de 1936 fue detenido por Ramón Ruiz Alonso, un ex diputado de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). El poeta fue trasladado a la localidad de Víznar y dos días después, en la madrugada del 18 de agosto de 1936, era fusilado en el barranco de Víznar, a pocos kilómetros de la capital granadina, en la conocida como «carretera de la muerte». Su cuerpo, que jamás se recuperó, descansa en una fosa común anónima, posiblemente cerca del mismo lugar de su asesinato.
Retrato de Stephen Biko realizado por un autor desconocido.
Stephen Biko, la muerte de un luchador infatigable contra el apartheid
Stephen Biko fue un ferviente activista y luchador contra el apartheid, fundador del movimiento Conciencia Negra. Elevado a la categoría de mártir tras su asesinato en la prisión el 12 de septiembre de 1977, su labor se revelaría crucial para el inicio de una nueva etapa política en Sudáfrica. El lunes 12 de septiembre de 1977, la prisión de Port Elizabeth, en Sudáfrica, sería el destino final del líder del Movimiento Conciencia Negra, Stephen Biko tras su detención en la noche del 18 de agosto de 1977 cuando regresaba de participar en un mítin. Biko ya había pasado 101 días de confinamiento solitario en 1976, pero aquel arresto iba a ser el último. El 11 de septiembre, tras permanecer cincuenta días detenido (según la legislación sudafricana el arresto podía ser indefinido), Biko, que se negó a mantenerse de pie en su celda, recibió una brutal paliza por parte, entre otros, de los agentes Harold Snyman y Gideon Nieuwoudt en la sala 619 del Edificio Sanlam, un lugar que, desde el exterior, se muestra como un anodino edificio de oficinas. Tras ello, Biko cayó en un estado de semiinconsciencia del que ya no despertó. Como consecuencia de aquel terrible castigo, Stephen Biko sufrió lesiones muy graves en el cráneo y una imparable hemorragia interna. A pesar de la recomendación de no moverlo, fue trasladado en penosas condiciones a una cárcel medicalizada en Pretoria, donde acabaría falleciendo a consecuencia de sus heridas.
Fotografía del cantautor chileno Víctor Jara durante una actuación en 1969 en Helsinki, en una protesta contra la guerra de Vietnam.
El asesinato del cantautor chileno Víctor Jara
El músico Víctor Jara fue un firme defensor de la Unidad Popular, una coalición política chilena de izquierdas. Y lo hizo del modo en que mejor sabía: tocando la guitarra. De hecho, Víctor Jara se ha convertido en un referente internacional de la canción protesta, aunque él nunca se sintió del todo identificado con esa definición. Te recuerdo Amanda, El derecho a vivir en paz o Deja la vida volar son solo algunas de sus más famosas composiciones, obras sencillas e imperecederas que el paso del tiempo ha terminado por consolidar. Un día después del golpe de Estado perpetrado por el general Augusto Pinochet, el 12 de septiembre de 1973, Jara fue detenido en la Universidad Técnica del Estado (UTE) y trasladado al Estadio Chile, convertido en un improvisado campo de detención, donde fue identificado por un oficial que, sin mediar palabra, empezó a propinarle puntapiés en medio de una catarata de insultos. La noche del sábado 15 de septiembre, Víctor Jara fue trasladado a rastras hasta los sótanos del estadio, donde fue sometido a una brutal paliza. Algunos testimonios aseguran que llegaron a amputarle los dedos de las manos (algo que ha sido desmentido por el historiador Mario Amorós en su libro La vida es eterna) y que antes de ser acribillado a balazos (en su cuerpo se hallaron 44 proyectiles) jugaron con él a la ruleta rusa. El cuerpo de Víctor Jara fue descubierto tres días después de su asesinato por unas vecinas de la población de Santa Olga, junto al Cementerio Metropolitano. Las mujeres rápidamente avisaron del macabro hallazgo. El cuerpo sin vida del músico fue trasladado a la morgue, donde un trabajador lo reconoció y pudo avisar a su esposa, la bailarina y activista política británica Joan Turner, para que lo pudiera enterrar con dignidad.
Retrato de Antonio Cánovas del Castillo, que fue presidente del Consejo de Ministros de España en diversas ocasiones. Félix Potin (PD)
Antonio Cánovas del Castillo, tiroteado por un anarquista
Antonio Cánovas del Castillo fue una figura capital de la política española de la segunda mitad del siglo XIX. Destacado miembro de la Unión Liberal, se convirtió en el principal valedor del rey Alfonso XII y en el mayor artífice de la Restauración, período durante el cual fue el máximo dirigente del Partido Conservador y encabezó la redacción de la constitución de 1876. Cánovas del Castillo fue presidente del Consejo de Ministros (jefe del Gobierno de España) hasta en seis ocasiones entre los años 1834 y 1867. Entre sus objetivos estaba la implementación de una serie de medidas para lograr el desarrollo de España, así como la pacificación social, aunque tuvo que enfrentarse a graves problemas como la Tercera Guerra Carlista, la guerra con Cuba, el cantonalismo o el auge del nacionalismo catalán. El atentado de Barcelona de 1896 durante la procesión del Corpus, en el que murieron doce personas, marcaría un antes y un después en el futuro del político, y se convertiría en el detonante de su asesinato. Y es que a pesar de que siempre han existido serias dudas en torno a la autoría del atentado, y también se produjeron numerosas irregularidades durante los juicios posteriores, lo que ocurrió en Barcelona durante el Corpus trajo consigo detenciones, deportaciones, palizas, encarcelamientos y penas de muerte. El 8 de agosto de 1897, un anarquista italiano llamado Michele Angiolillo localizó a Antonio Cánovas del Castillo descansando en el balneario de Santa Águeda en Mondragón, Guipúzcoa, donde le disparó tres tiros a quemarropa mientras leía el periódico en el patio del establecimiento. Tras su detención, Angiolillo afirmó que el asesinato de Cánovas del Castillo había sido una venganza por los anarquistas muertos y detenidos tras el atentado de Barcelona, aunque investigaciones posteriores confirmaron que el anarquista italiano había sido contratado por la insurgencia cubana en París para que acabara con la vida del político español. Michele Angiolillo fue condenado a pena de muerte y ejecutado ese mismo mes de agosto.
Litografía en la que se muestra el atentado de Juan Prim el 27 de diciembre de 1870. PD
Juan Prim, la emboscada de la calle del Turco
Juan Prim y Prats está considerado una de las figuras más influyentes en la España del siglo XIX. Fue un destacado militar y político liberal y el primer presidente de Gobierno español en morir asesinado. La mañana del 26 de diciembre de 1870, Bernardo García, director del periódico La Discusión, avisó al político y amigo de Prim, Ricardo Muñiz Viglietti, de que algo muy grave se estaba tramando en contra del presidente, e incluso le hizo llegar una lista con los nombres de diez sospechosos en los que estaba incluido el del diputado y escritor José Paúl y Angulo. La mañana del 27 de diciembre de 1870, los rumores sobre un posible atentado sobrevolaban el ambiente, pero el presidente del Gobierno hizo caso omiso de las advertencias. Prim acudió al Congreso y a la salida, en plena noche y con fuertes nevadas, el cochero acercó su berlina hasta la puerta para recoger al presidente. Allí, al parecer, se hallaba vigilando un tal Montesinos, perteneciente al grupo que posteriormente atentaría contra Prim. Al entrar en la calle del Turco, hoy calle del marqués de Cubas, el cochero se sobresaltó al ver que había varios carros cruzados en su camino, así que tiró con fuerza de las riendas de la berlina para detenerla. A partir de ahí, todo sucedió rápidamente. Varios hombres se abalanzaron sobre el vehículo y después de abrir la portezuela del carruaje descerrajaron hasta cinco disparos sobre el sorprendido Prim. Los trabucos a corta distancia le provocaron graves heridas: el presidente resultó herido en el hombro y el brazo izquierdos y una bala le atravesó la palma de la mano derecha, de la que incluso perdió el dedo anular. A pesar de todo, parecía que los órganos vitales no habían sido alcanzados. El herido fue atendido por el doctor Losada, su médico personal, y por otro colega, el doctor Lladó. Prim decidió incluso emitir un comunicado sobre su estado de salud para tranquilizar a la población. Pero a pesar de que durante dos días el herido parecía evolucionar favorablemente, el 30 de diciembre de 1870 una fiebre muy alta delató que una infección había invadido su cuerpo, lo que, en un tiempo en el que no existían los antibióticos, acabaría finalmente con su vida. ¿Quién estuvo detrás del magnicidio? Está claro que a Prim lo mataron unos asesinos a sueldo, aunque a día de hoy sigue siendo un enigma quién los contrató. Las sospechas recayeron sobre los republicanos que lucharon en la revolución de 1868, los industriales catalanes molestos por sus reformas arancelarias o los hacendados cubanos, recelosos ante los rumores de venta de la isla a Estados Unidos. Pero también se sospechó de personalidades tan importantes como el general Serrano o el mismo duque de Montpensier.
Retrato de Indira Gandhi tomado en el año 1967. PD
Indira Gandhi, la primera ministra asesinada por sus guardaespaldas
La explicación del magnicidio de la primera ministra de la India Indira Gandhi, en 1984, tiene, de hecho, un trasfondo religioso a la vez que político. Pero vayamos por partes. Indira Gandhi, que fue la primera mujer en convertirse en primera ministra del subcontinente, a pesar de lo que su nombre parece indicar no tenía parentesco alguno con Mahatma Gandhi. En realidad, tomó el nombre de su marido, el periodista y político Feroze Gandhi, el cual tampoco tenía parentesco con el mahatma. Elegida primera ministra tras la muerte repentina del anterior premier, Lal Bahadur Shastri, Indira Gandhi, por el simple hecho de ser mujer, fue subestimada y considerada por sus rivales una persona débil e inofensiva. Pero nada más lejos de la realidad. Apenas jurado el cargo, Indira Gandhi, que fue nombrada primera ministra tan solo una semana después del estallido de la guerra con Pakistán, fue calificada de «irracional e irresponsable» por el presidente de Estados Unidos Richard Nixon y por el Secretario de Estado Henry Kissinger por lanzar sus tropas contra el enemigo, aunque logró una aplastante victoria. A pesar de que muchos le reprocharon su autoritarismo, la mayoría de la población la apoyaba por haber promovido extensos programas sociales. Pero desde hacía un tiempo, las tensiones con los sijs eran cada vez mayores. Ya en julio de 1982, el líder de esta secta religiosa, Jarnail Singh Bhindranwale, había impulsado una campaña para la creación de un estado independiente sij en el Panjab. Y el 6 de junio de 1984 tuvo lugar el acontecimiento que acabaría condenando a muerte a la primera ministra. Aquel día, Indira Gandhi ordenó la puesta en marcha de la Operación Estrella Azul, cuyo objetivo era acabar con las pretensiones sijs. El ejército indio atacó el Templo Dorado Harmandir Sahib, el lugar más sagrado para los sijs, en la ciudad de Amritsar. El ataque causó la muerte de unas 600 personas, entre ellas su líder. La indignación que provocó este hecho se materializó en el asesinato de la primera ministra el 31 de octubre de 1984, cuando recibió 31 impactos de bala por parte de dos de sus guardaespaldas sijs, Beant Singh y Satwant Singh, en su residencia de Nueva Delhi. Gandhi fue trasladada inmediatamente al hospital, donde los médicos intentaron sin éxito salvar su vida. Indira Gandhi no pudo superar las tremendas heridas recibidas y acabó muriendo a las pocas horas. Los dos asesinos se rindieron de inmediato, pero Beant Singh fue abatido mientras Satwant Singh fue detenido para posteriormente ser juzgado y condenado a muerte.
Fuente: Historia National Geographic