Mónica Centeno Rascovich habló del momento que modificó sus planes de su vida y que la llevó a enseñar a bailar a personas con discapacidad, como el Gatito Nimo.
Amor por la danza y destino. La sabiduría de vislumbrar, en medio de la frustración, una oportunidad y tomarla, sin quedarse pataleando en el lamento. Esa fue la actitud que marcó la diferencia en la vida de Mónica Centeno Rascovich, una bailarina que tuvo la capacidad de transformar el sueño de lucirse en los escenarios, por el de hacer brillar a otros, más allá de cualquier limitación.
La danza apareció casi en forma natural en su vida. Con el impulso de sus padres, vinculados al mundo del folclore y el arte de Neuquén, comenzó a tomar clases de ballet cuando apenas tenía tres años. Tras nutrirse con los maestros Laura Pulozzi, Marcio Chinetti, Mariana Sirote, Mónica se instaló en Buenos Aires cuando terminó la secundaria para jugársela por su vocación.
«En la adolescencia tuve un momento donde dije ‘no quiero más esto’ porque implicaba un compromiso que me apartaba de mi vida social. Había cumpleaños a los que no podía ir, juntadas con mis amigas que me perdía. Gracias a Dios estuvieron mis padres ahí firmes, sosteniendo, por suerte, porque no podría hacer otra cosa que esto», dijo, para luego aclarar que ese cansancio no tenía nada que ver con las exigencias competitivas que a veces se dan en el ámbito de la danza.
«Esta es una disciplina en la que también se inculcan muchísimos valores de convivencia: vos tenés que llegar a una clase peinada y con la indumentaria correcta en forma puntual, ni antes ni después porque interrumpís clases. Por lo menos a mí siempre me inculcaron un montón de cosas aparte de lo técnico como el compañerismo y es lo que yo también hago con mis alumnas», comentó.
El sueño que fue a buscar a Buenos Aires quedó trunco con una serie de lesiones en las rodillas a mediados de la década del 90′. Sin embargo, ella nunca dejó de bailar. «La danza clásica requería un esfuerzo que yo no podía hacer. Regresé a Neuquén, pero seguí investigando y moviéndome gracias al apoyo de mis padres y así descubrí la danza terapia junto a María Fux, la creadora de la técnica que hace un uso psicoterapéutico del movimiento integrando lo físico y lo emocional», describió.
Con este nuevo estímulo, concentró sus esfuerzos en la docencia. «Me hubiera encantado ser bailarina y dedicarme más tarde a enseñar. Pero la vida a veces te pone en lugares que al principio te enojan. Después te das cuenta de que no estuvo mal lo que pasó», deslizó.
Danza inclusiva: el reconocimiento de un universo ignorado
En medio de un viaje a Buenos Aires, una pegatina en la urbe porteña la conectó con el método de improvisación DanceAbility. «Me metí en la clase y me sorprendí porque esta técnica implica otra forma de moverse, de encontrarte con tu cuerpo, totalmente opuesto a la danza clásica. En este caso se juega mucho más el sentir. Quedé reenganchada y empecé a seguir al maestro Alito Alessi. Si estaba en Chile o Brasil, viajaba para no perderme sus clases», contó.
«En el 2013 me becó para hacer una capacitación docente en la Escuela Roosevelt de Montevideo, que tiene chicos con diferentes tipos de discapacidades y que fueron abandonados. Fue una experiencia maravillosa, por eso digo que la vida te pone en lugares y uno reniega, pero de pronto encontrás un nuevo camino. Hasta ese momento yo no tenía visibilizada a las personas con discapacidad. Para mí no existían. Fue loquísimo porque, a partir de ahí, empecé a verlos en todos lados. Yo estaba como en una burbuja hasta ese momento», subrayó.
Con esa formación y experiencia, Mónica regresó a Neuquén y comenzó a dejar una huella en la danza inclusiva. «Con la primera persona que trabajé fue con (Juan María) ‘Gatito’ Nimo», destacó haciendo mención al popular y osado piloto de motocross que no pudo volver a caminar después de un accidente en el circuito chileno de Cañete en 2006. Con tan solo 18 años, estaba a punto de llevarse el campeonato argentino, perfilándose como un deportista profesional de envergadura.
«Fue una experiencia fuerte. Armamos una coreografía y la presentamos en un certamen de danza en Buenos Aires. Al principio no nos dejaban participar porque él estaba en silla de ruedas, pero nosotros queríamos competir de igual a igual. Fue todo un tema, pero lo hicimos. Mi misión era demostrar que todos podíamos bailar más allá de estar en una silla de rueda, de usar un bastón o tener ceguera. El movimiento está en todos, esa era mi premisa», remarcó.
«Con Juan fue experimentar con un tema de Cold Play, me acuerdo. Era todo a prueba y error. Hoy somos muy amigos y siempre nos acordamos de eso y decimos que tenemos que volver a hacer algo juntos», manifestó.
La performance con Nimo fue tan impactante, que Mónica comenzó a recibir propuestas de distintas partes del mundo. Primero fue México, donde brilló bailando con Nimo al ritmo de la Sinfónica de San Diego, Estados Unidos. «Yo además armé una coreografía para chicos con discapacidad y regresé en varias oportunidades», acotó. Más tarde se lució en Milán, España y Estados Unidos. «Todo por danzaability, me llevó a recorrer lugares que nunca imaginé y encima becada para ir a formarme», enfatizó con gratitud.
En Neuquén hizo su siembra con su escuela, dándole clases a personas -«la mayoría adultos»- con discapacidad motora y chicos con síndrome de Down. La falta de acompañamiento presupuestario a nivel estatal hizo que con el tiempo sus esfuerzos por sostener el proyecto se diluyeran. «Esto los hacía en paralelo de la danza clásica que nunca dejé», añadió.
TeNeAs, escenario de las audiciones del American Ballet de New York
Mónica se prepara la para segunda audición en Neuquén para el American Academy of Ballet New York que tendrá lugar este 25 y 26 de octubre a las 16 en Teatristas Neuquinos Asociados (TeNeAs). «Yo soy miembro de la academia, así que mis alumnas podrán certificar según su nivel. No es obligatorio pero pueden obtener una beca para ir a estudiar durante un mes en el verano de Nueva York», dijo la profesora de danzas clásicas y jazz contemporáneo.
«Para mi esto es una forma más de darle herramientas a mis alumnos, traerles cosas que si no tenés la posibilidad de viajar es bastante complicado acceder. Es una oportunidad para ver cómo se trabaja afuera», señaló.
Fuente: La Mañana Neuquén