El fabuloso tesoro de amanishakheto, la reina guerrera de meroe

En 1834, el médico italiano Giuseppe Ferlini descubrió en una pirámide de Meroe el espléndido ajuar funerario, compuesto de magníficas joyas, de una antigua y poderosa reina guerrera llamada Amanishakheto.

Panorámica de la necrópolis real de Meroe, en el actual Sudán, donde se alza la pirámide de la reina Amanishakheto.

Panorámica de la necrópolis real de Meroe, en el actual Sudán, donde se alza la pirámide de la reina Amanishakheto. iStock

En Nubia, al norte del actual Sudán, se formó en el siglo VIII a.C. un reino independiente que desaparecería en el siglo IV d.C., conquistado por el reino etíope de Aksum. En el siglo I a.C., los romanos, tras conquistar Egipto, entraron en contacto con este reino, y más concretamente con una aguerrida soberana que plantó cara al poderoso ejército de Augusto, a la que llamaban «la kandace [reina] de un solo ojo».

En los Hechos de los Apóstoles también se nombraba a una reina de Sudán y un ministro suyo, «un hombre de Abisinia y poderoso que ella puso al frente de los almacenes donde guardaba sus tesoros», el cual se convirtió al cristianismo.

Estas noticias sobre los tesoros del enigmático reino sudanés despertaron el interés de exploradores y aventureros cuando Egipto conquistó Sudán en la década de 1820. Tal como ocurrió con la expedición de Napoleón pocos años antes, el ejército contaba entre sus filas con diversos especialistas. El más importante fue Frédéric Caillaud, un mineralogista francés al que el virrey Mohamed Alí había encargado buscar minas de esmeralda.

DESMONTAR UNA PIRÁMIDE

En este viaje, Caillaud dibujó todas las pirámides y monumentos que encontraba y, con la publicación de su obra, Sudán empezó a atraer la atención de los estudiosos. Una de las zonas que visitó Caillaud fue la necrópolis real de Meroe, la antigua capital del reino de Kush. La formaban tres cementerios; en el situado más al norte estaban enterrados los reyes, los príncipes y las kandaces o reinas gobernantes de Meroe, en tumbas con forma de pirámides muy apuntadas, con templos funerarios de estilo egipcio frente a ellas, formados por pilonos y decorados con numerosos relieves.

Anillo de oro con la imagen del dios Amón con cabeza de carnero y seis lágrimas colgantes. Forma parte del ajuar funerario de la reina Amanishakheto.

Anillo de oro con la imagen del dios Amón con cabeza de carnero y seis lágrimas colgantes. Forma parte del ajuar funerario de la reina Amanishakheto. Museos Estatales de Berlín, Museo Egipcio y Colección de Papiros / Sandra Steiß CC BY-NC-SA 4.0

La visión de estas pirámides llamó la atención de Giuseppe Ferlini, un médico italiano alistado en el ejército egipcio y destacado en Sudán. Según manifestaría posteriormente, cuando abandonó el ejército, en 1834, «estaba decidido a volver a casa sin un céntimo o cargado de tesoros hasta los dientes». Junto con un comerciante de origen albanés llamado Antonio Stefani se encaminó hacia la necrópolis de Meroe y escogió la pirámide mejor conservada para explorarla.

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