Los frescos representan la mitología griega: Paris secuestra a Helena, y eso desencadena la guerra de Troya.
Una serie de impresionantes obras de arte fueron descubiertas en una nueva excavación en Pompeya, la antigua ciudad romana que quedó sepultada tras una erupción del Monte Vesubio en el año 79 d.C.
Los arqueólogos dicen que los frescos se encuentran entre los mejores de las ruinas del antiguo sitio.
Figuras míticas griegas como Helena de Troya están representadas en las altas paredes negras de un gran salón de banquetes.
El piso de mosaico casi completo de la habitación incorpora más de un millón de azulejos blancos individuales.
La habitación negra apareció en las últimas semanas.
Todavía falta limpiar de escombros volcánicos un tercio de la ciudad perdida.
La excavación actual, la más grande en una generación, refuerza la posición de Pompeya como la principal ventana del mundo desde donde observar a la gente y la cultura del antiguo imperio romano.
El director del parque, el Dr. Gabriel Zuchtriegel, presentó el jueves la «habitación negra» en exclusiva a la BBC.
Es probable que el color de las paredes se haya elegido para ocultar los depósitos de humo de las lámparas que se utilizaban cuando se reunían socialmente después del atardecer.
«Bajo la luz brillante, las pinturas casi habrían cobrado vida», expica Zuchtriegel.
Hay dos frescos que dominan la sala.
En uno, se ve al dios Apolo intentando seducir a la sacerdotisa Casandra. Su rechazo, cuenta la leyenda, resultó en que sus profecías fueran ignoradas. La trágica consecuencia se cuenta en la segunda pintura, en la que el príncipe Paris conoce a la bella Helena, una unión que Cassandra sabe que los condenará a todos a la Guerra de Troya.
El dios Apolo aparece representado en uno de los frescos intentando seducir a la sacerdotisa troyana Casandra.
La habitación negra es el último tesoro que surgió de la excavación -que comenzó hace 12 meses-, una investigación que aparecerá en una serie documental de la BBC y Lion.
Entretanto, los investigadores están limpiando un amplio bloque residencial y comercial, conocido como «Región 9», sobre el que cayeron varios metros de piedra pómez y cenizas arrojadas por el Vesubio hace casi 2.000 años.
El personal tiene que actuar rápidamente para proteger los nuevos hallazgos y llevar lo que se pueda a un depósito.
En el caso de los frescos que deben permanecer en su sitio, se inyecta en su parte trasera un pegamento de yeso para evitar que se despeguen de las paredes.
La mampostería se está apuntalando con andamios y se está colocando un techo temporal por encima.
Hace falta inyectar pegamento para yeso detrás de los frescos para evitar que se desprendan de la pared.
La jefa de restauración, la Dra. Roberta Prisco, pasó el martes de esta semana tratando de evitar que se derrumbara un arco.
«La responsabilidad es enorme; mírame», dice, como si el estrés fuera visible en su rostro.
«Tenemos una pasión y un amor profundo por lo que estamos haciendo, porque lo que estamos descubriendo y protegiendo es también para el disfrute de las generaciones que vienen después de nosotros».
La Región 9 se convirtió en una historia de detectives para los arqueólogos.
Las excavaciones de finales del siglo XIX descubrieron una lavandería en un rincón.
Las últimas obras han revelado ahora una panadería mayorista al lado, así como la gran residencia con su sala negra.
En la sala de recepción, los escombros en el extremo derecho provienen de una renovación en el momento de la erupción.
El equipo cree que las tres áreas pueden estar conectadas, físicamente a través de tuberías y pasillos especiales, pero también en términos de propiedad.
La identidad de este individuo queda insinuada en numerosas inscripciones con las iniciales «ARV». Las letras aparecen en las paredes e incluso en las piedras del molino de la panadería.
«Sabemos quién es ARV: es Aulus Rustius Verus», explica la arqueóloga del parque, la Dra. Sophie Hay.
«Lo conocemos por otra propaganda política en Pompeya. Es un político. Es superrico. Creemos que puede ser el dueño de la casa elegante detrás de la panadería y la lavandería».
Lo que está claro, sin embargo, es que todas las propiedades estaban en proceso de renovación en el momento de la erupción.
Los arqueólogos tuvieron que reconstruir un fresco del techo que se hizo añicos durante la erupción volcánica.
Los trabajadores que escaparon dejaron las tejas cuidadosamente apiladas; sus botes de mortero de cal todavía están llenos, esperando ser usados; sus palas y picos perduran, aunque los mangos de madera se pudrieron hace mucho tiempo.
La Dra. Lia Trapani cataloga todo lo que encuentra en la excavación. Toma una de las mil o más cajas de artefactos que hay en su depósito y saca un cono de color turquesa.
«Es el peso de plomo de una plomada». Al igual que los constructores actuales, los trabajadores romanos lo utilizaban para nivelar superficies verticales.
«Si miras de cerca, puedes ver que todavía hay un pedacito de cuerda romana», dice sosteniendo el cono entre sus manos.
Todavía se puede ver un trozo de cuerda alrededor del cuello de la plomada.
El Dr. Alessandro Russo es el otro arqueólogo codirector de la excavación. Quiere mostrarnos un fresco del techo recuperado de una habitación.
Destrozado durante la erupción, sus piezas recuperadas se han dispuesto, al estilo de un rompecabezas, sobre una gran mesa.
Después de mojar los pedazos de yeso con un rocío de agua, los detalles y los colores se ven más vivos.
La imagen muestra paisajes con personajes egipcios; alimentos y flores; y unas imponentes máscaras teatrales.
«Este es mi descubrimiento favorito en esta excavación porque es complejo y raro. Es de alta calidad para un individuo de alto estatus», explica.
Pero si el fresco del techo de la gran propiedad puede describirse como exquisito, lo que revela el descubrimiento de la panadería es un aspecto mucho más brutal de la vida romana: la esclavitud.
Es obvio que las personas que trabajaban en el negocio vivían encerradas en condiciones deplorables, al lado de los burros que hacían girar las piedras del molino.
Al parecer había una ventana, y esta tenía rejas de hierro para impedir que se escaparan.
Es en la panadería también donde se han descubierto los únicos esqueletos de la excavación. Dos adultos y un niño que fueron aplastados por las piedras.
Se piensa que pudieron haber sido esclavos que quedaron atrapados y no lograron huir de la erupción. Pero son conjeturas.
«Cuando excavamos, nos preguntamos qué estamos mirando», explicó el Dr. Gennaro Iovino, arqueólogo codirector.