Los sentimientos pueden modificar el funcionamiento de nuestro cuerpo. Cuando estamos avergonzados, los pequeños vasos sanguíneos de nuestra piel se dilatan. Entonces la sangre fluye en gran cantidad, enrojeciendo nuestra piel y produciéndonos calor.
No sabemos exactamente cómo ocurre y tampoco podemos impedirlo. En todo caso, el rubor desaparece de nuestras mejillas después de un momento.