«Adios Sui Géneris», 40 años después

descargaHacía casi dos años que no la tocaban. Promediando el primero de los dos recitales del Luna Park volvió a sonar, tal como había sido concebida, la mítica «Canción para mí muerte», historia que Charlie (así, sin la «y» que apareció posteriormente) había escrito en una cama del Hospital Militar en 1972 para zafar de la colimba. Fue uno de los pocos temas que esa noche del viernes 5 de septiembre de 1975 mantuvo su versión original. Charlie García y Nito Mestre le ponían punto final a la historia de Sui Generis, que había arrancado en una calurosa Mar del Plata a inicios de 1971. Nacía el mito.

Por Marcos Di lernia (Diario Río Negro)

La Argentina de 1975 era un volcán. A la muerte de Perón, su viuda, la tristemente célebre María Estela Martínez y su socio José López Rega mandaban en un país sin rumbo y con fuerte olor a golpe. En tanto, La Triple A mataba a todos.

La tapa de la revista Pelo en su número 63 de junio de ese año traía al blusero Johnny Winter y anunciaba la separación de Sui. «El éxtasis final», titulaba la nota en las páginas 8 y 9.

Se hablaba de peleas y celos pero lo cierto fue el desgaste manifiesto que tuvo la banda. La última etapa de García y Mestre los mostraba a ambos en caminos musicales muy diferentes. El de bigote bicolor se llevaba de maravillas con lo sinfónico. Era el Charlie por venir. Nito –lo más parecido a Jon Anderson cantando– continuaba la senda folck.

Tito Lectoure dudaba en alquilar El Palacio de los Deportes a una banda de rock. Unos años antes, en un concierto de La Pesada, Billy Bond invitó al público a que se acercara al escenario saltando las vallas de las plateas. «Rompan todo», dijo el Tano. Y no quedó nada.

El productor Jorge Álvarez lo convenció y el operativo «Adiós Sui Generis» en el porteño Luna Park se puso en marcha para el primer viernes del mes de la primavera .

Las entradas se agotaron rápidamente y hubo que hacer dos conciertos: el primero para las 21 y dos horas más tarde el siguiente. El aluvión hippie se había instalado en la vereda de Lavalle y Bouchard desde las 10 en busca de los mejores lugares.

El dúo ya se había convertido en un cuarteto estable con el bajo de Rinaldo Rafanelli y Juan Rodríguez en la batería.

La despedida se había iniciado con una gira por el interior del país, previa al gran show capitalino.

Charlie y Nito habían preparado minuciosamente la lista de temas, que fue repartida entre lo mejor de cada uno de los tres discos grabados hasta el momento (Vida, Confesiones de Invierno y Pequeñas anécdotas sobre las instituciones), más algunos inéditos que iban a ser parte del cuarto trabajo «Ha sido», que nunca salió.

El crudo «Instituciones», una verdadera descripción de lo que ocurría en la época, abriría los dos conciertos.

Casi todas las canciones fueron llevadas hacia la nueva y última etapa de Sui. Los ataques están orquestados con el sintetizador de cuerdas, y el bajo y la batería subrayan las palabras creando climas grotescos. Aparecieron las increíbles Eiti Leda y Nena, más una virtuosa improvisación en la jazzera Un hada, un cisne.

Un acierto fue el escuchar cantar a todo el público hasta tapar virtualmente a los músicos, mérito importante el de haberlos hecho participar.

El sonido fue correcto, dentro de las posibilidades técnicas bastante difíciles del estadio. La iluminación (perteneciente a los chilenos de Los Jaivas) fue excelente, acorde a la magnitud del evento. Este fue uno de los elementos preponderantes del espectáculo, sin duda la primera vez que un grupo argentino fue iluminado de acuerdo al nivel del concierto.

Luego de esto es evidente que a Sui Generis haya que analizarlo como un fenómeno pocas veces visto en la música popular argentina. El lleno total en ambas funciones superó todas las predicciones, aún las de los organizadores. Leopoldo Torre Nilsson filmó las secuencias y se plasmó en una producción que se exhibió al año siguiente.

También se registraron dos discos y un tiempo después se sumó un tercero.

La gira de despedida siguió por Uruguay y parte del país. Terminó abruptamente cuando la camioneta que transportaba a los equipos volcó cerca de Comodoro Rivadavia y perdieron todo. Charlie y Nito decidieron que ahí se terminaba la etapa.

«Adiós Sui Generis, que tengan una hermosa vida», como los había recibido el locutor en aquella noche de despedida.

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