Alice Munro en vísperas del Nobel: «Quiero que mis cuentos conmuevan»

1832137La cuentista canadiense de 82 años no estará en la ceremonia de premios en Estocolmo.

por Roberto Careaga C.

Fue en los días que caminaba al colegio que empezó con las historias. Primero eran sobre bellas princesas, luego la protagonista pasó a ser ella. Un día le contaron el cuento La sirenita, de Hans Christian Andersen, y ella, aterrada con ese final oscuro, lo reescribió: en su versión, la sirenita terminaba casada con el príncipe. Con el tiempo, optaría por la tragedia. Siempre en secreto: por años, Alice Munro creyó que ella era la única persona del mundo que escribía cuentos. En Wingham, el pueblito rural de Canadá donde creció, nadie leía.

“La mayoría de la gente que me rodeaba no sabía que quería ser escritora, porque yo me aseguré de que no lo supieran. Para ellos habría sido ridículo. No leían, se tomaban la existencia de una forma muy práctica, y todo lo que yo pretendía en la vida debía estar al margen, protegido, de ellos”, contó Munro a la Academia Sueca en la víspera de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura.

La decimotercera mujer que recibe el galardón literario hoy no estará presente en la gala de premiación en Estocolmo. Con 82 años, se excusó por problemas de salud; su hija Jenny lo recogerá por ella. De hecho, la cuentista autora de Demasiada felicidad también desistió de escribir un discurso. En cambio, dio una entrevista de casi media hora a la academia en que narra sus solitarios inicios literarios y describe los mecanismos internos de su obra.

“Quiero que mis cuentos conmuevan a la gente, no me importa si son hombres, mujeres o niños”, dice Munro en un video grabado en su casa en Ontario. Y agrega: “Quiero que mis cuentos sean sobre la vida y que causen que la gente no sólo diga, oh, eso es verdad, sino que sientan algún tipo de recompensa… No hablo de un final feliz… Que sientan que todo lo contado de tal forma que al final sean una persona distinta”.

Cualquier vida

Premiada con el Nobel por su “delicado arte de narrar, su claridad y su realismo sicológico”, Munro llevaba años entre las favoritas para el premio. Comparada con Chéjov, conmueve e impresiona con cuentos ambientados en pueblitos de Canadá protagonizados por personajes completamente normales.

Con varios cuentos autobiográficos, ese libro es el último. En la entrevista, Munro confirma su retiro: “Dejé de escribir hace casi un año, fue una decisión: quiero comportarme como el resto del mundo”, dice. Y añade: “Cuando eres escritor, nunca eres totalmente como los otros, haces un trabajo que los otros no saben qué es y en realidad no puedes hablar de ello; siempre estás buscando un camino en un mundo secreto, mientras también debes vivir en el mundo normal… Estaba cansada de hacer eso durante toda la vida”.

Empezó cuando era niña con los cuentos. Ni siquiera de adolescente le contó a nadie que escribía. “No tenía en mente a ningún lector. Era el cuento en sí mismo lo que me satisfacía”, cuenta. Fue a los 20 años cuando conoció a su primer esposo, James Munro (de quien adoptó el apellido), que Alice creyó que necesitaba un público más amplio: “El no escribía, pero hizo algo muy importante: creer que ser escritor era algo admirable, no pensaba que era raro que una mujer escribiera”, dice.

En el video de la Academia Sueca, la escritora visita la librería que tuvo con su esposo en la ciudad de Victoria, en Vancouver: a 50 años de su apertura, Munro’s Book sigue funcionando. Ahí, en los 60, la autora de Secreto a voces atendía al público, después de las labores de la casa: en los tiempos libres escribía. A los 37 años, con la cuarta hija recién nacida, publicó su primer libro: Dance of the happy shades.

“Creo que cualquier vida puede ser interesante, cualquier circunstancia. No sé si necesité alguna inspiración: los cuentos eran tan parte del mundo que simplemente quería cocinar uno. En algún momento me di cuenta de que era un trabajo mucho más difícil de lo que esperaba, pero nunca me rendí. Primero escribía sobre bellas princesas, después sobre dueñas de casa y sus hijos, luego de mujeres viejas, nunca con alguna conciencia de haber cambiado nada”, contó Munro.

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