Estudian su origen, sus componentes y cómo conservarlas.
Un equipo multidisciplinario de arqueólogos, conservadores, químicos e historiadores analizan de manera mancomunada pinturas rupestres halladas en unas 30 cuevas de Oyola, en la Sierra de Ancasti en Catamarca.
Especialistas de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca (UNC), del Instituto de Investigaciones sobre Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín (IIPC-Tarea) y del Centro de Química del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) efectúan trabajos de campo y de laboratorio. Buscan establecer la época en que fueron realizadas, el estado de los materiales y cómo podrán conservarse.
Fernando Marte, ingeniero químico y restaurador e investigador de Tarea, contó ayer a LA NACION que se investiga un batolito (masa de roca eruptiva, consolidada en la corteza terrestre a gran profundidad) de 2,5 kilómetros de diámetro que contiene una gran cantidad de cuevas, de las cuales unas 30 tienen dibujos.
«Un tema importante del arte rupestre es la relación entre lo que hay sobre la pared, en la cueva y la historia temporal», añadió Marte al indicar que «el estudio de microestratigrafías (de las paredes) se condicen con las estratigrafías (del sueño)».
Lucas Gheco, representante de la Escuela de Arqueología de la UNC, explicó a la agencia Télam que la investigación multidisciplinaria permitió conocer que las pinturas fueron realizadas con yeso y arcilla, materiales locales. «Además, se detectaron diferentes preparaciones de pinturas en tonos rojos y blancos, lo cual supone complejas técnicas de elaboración y cierta diacronía en la confección de los motivos.»
Grabados
En el INTI se estudiaron pequeñas muestras tomadas de los grabados hallados en las cavernas. Los análisis químicos determinaron la presencia de óxido de hierro en coloraciones rojizas, típico de esa formación geológica, cactus como material aglutinante y oxalato de calcio en los pigmentos blancos.