Casi cien imágenes de 91 autores componen “yosoy”, un libro de fotografías donde el retratado y el autor coinciden. Entre el ensayo de introspección y una crítica a la disciplina a la luz de las nuevas tecnologías se cuelan señales del campo visual contemporáneo.
Por MARCELA MAZZEI
Ya habían tenido su auge los experimentos más extremos de la literatura del yo, el biodrama y documental autorreferencial cuando aparecieron las redes sociales. Fotologs, grupos de Flickr y la vida en continuado en YouTube llevaron la curiosidad a todos los rincones del planeta, y reavivaron otras inquietudes. Ahora que la cámara digital se había extendido, ¿el que tuviera una se convertía inmediatamente en fotógrafo? ¿Cómo seguir experimentando en un campo tan abierto, en el que todos tenían algo que decir?
Un grupo de fotógrafos con base en Buenos Aires tomó la apuesta. “La idea partió de las redes sociales, esto que empezar a compartir fotos en Fotolog y Flickr era un mundo nuevo para los fotógrafos, y ahí me metí y armé varios grupos”, cuenta Fernando de la Orden, reportero gráfico del diario Clarín e impulsor de talleres online para debatir temas a partir de consignas precisas. Así nació Bicis, el primer libro de la colección Piano piano, un sello editorial independiente de libros de fotografía, que reunía imágenes de diversos autores sobre la bicicleta (omnipresente ítem apropiado como vehículo por el progresismo sustentable, como objeto de diseño por la modernidad hipster; ya lejos de sus funcionalidades como transporte de la clase trabajadora y elemento de gimnasia). Durante la presentación del primero, en la Feria de Libros de Fotos de Autor, lanzaron la segunda convocatoria: el autorretrato. Así nació yosoy, una colección de autorretratos de 91 autores que muestra cómo se ven a sí mismos los que disparan.
“Era una mejor primera convocatoria, porque éramos todos desconocidos: cada uno subía un autorretrato específicamente hecho para el taller”, cuenta De la Orden, que con la experiencia ganada sumó a la diseñadora Mariana Zerman y al también fotógrafo e impresor Manuel Fernández al equipo editorial Piano piano, que además edita libros de otros autores, como Fotorragia de Martín Bonetto. La convocatoria se extendió al punto en que fotógrafos profesionales y totalmente aficionados enviaron fotos de sí mismos. Algunos sólo una, otros varias, una chica llegó a enviar 44. “Recibimos mil fotos, y fue un trabajo bastante arduo elegir, así que formamos un comité editor de cinco que trabajó bajo la premisa: sólo las mejores fotos”.
¿Quiénes comienzan a hacerse fotos a sí mismos? “El autorretrato es un género que cruza todas las disciplinas, los pintores también hicieron autorretratos: de las cavernas a Velazquez. Pero para un fotógrafo es algo que está a mano: primero hacés cosas inanimadas, la luz y la sombra, y como cuesta enfrentarte a una persona y hacerle una foto, lo que surge casi naturalmente es hacerte un autorretrato”, relata De la Orden, que sumó a algunos artistas que sabía tenían la consigna como parte de su trayectoria: de Nicola Costantino a Nora Lezano.
También hubo, en este ejercicio de exploración de campo y un poco narcisista, una manera de examinar la moda de la autofoto, el pasatiempo favorito de los chicos y las chicas floggers que se trasladó sin transición a Facebook: los que estiran el brazo, miran a la cámara y sacan la foto. “La propuesta fue mostrar que se puede ir más allá de estirar el brazo y hacer clic, que se puede mostrar otra cosa”, argumenta el fotógrafo-editor que advirtió tanto en el voluminoso conjunto inicial como en la selección una variedad de motivos y motivaciones: hay fotos en la calle, en la casa, hay desnudos, juego de espejos en el baño, escenas en las que cuesta reconocer al autor –incluso donde no se lo percibe– y homenajes a fotógrafos célebres. También hay floggers, escenas armadas con precisión y pequeñas joyitas: como la que tiene a Mick Jagger y Michael Cooper, en los 60, en la escena. Una imagen incluida en el libro Early Stones (y aquí por cortesía de su hijo Adam).
“La imagen como anagrama visual del cuerpo emocional”. Así titula el prólogo de yosoy Fabiana Barreda –artista, licenciada en Arte y también en Psicología–, y arriesga de paso una explicación: lo que hay allí no es más que una proyección del cuerpo emotivo. Proliferan así múltiples lecturas de la naturaleza, los desnudos, los personajes famosos, la intimidad, los animales, las habitaciones y las escenas de amor –de parejas, de padres e hijos–, la seducción, los rostros cubiertos, los paisajes, los vestidos. Un cristal a través del cual volver a ver toda la serie.
FUENTE : diario Clarín