En 1814, el ingeniero holandés H. C. Cornelius descubrió en la selva de Java, en Indonesia, las ruinas de un gigantesco mandala, el impresionante templo de Borobudur, construido entre los años 780 y 830 d.C. por la dinastía budista de los Sailendra.
Estupa con una estatua de Buda en su interior en el templo de Borobudur, erigido en el sigo IX d.C. en la isla de Java.
Desde que fue nombrado gobernador de Java en 1811, el teniente Thomas Stamford Raffles mostró un gran interés por la cultura javanesa. Durante el breve período en que los británicos dominaron la isla (volvió a manos holandesas en 1815), Raffles organizó varias expediciones para documentar los monumentos de la región y animó a los javaneses a que le trajeran antigüedades.
Fue así como, a principios de 1814, algunos informadores locales le contaron que en el valle de Kedu, al oeste de Yogyakarta, yacían las ruinas de un antiguo templo. Aquella información debió de despertar su curiosidad, ya que en poco tiempo organizó una partida de exploración para comprobar su veracidad. Sin embargo, Raffles se quedaría sin el honor de ser el primer europeo en contemplar la grandeza de Borobudur: sus obligaciones le impidieron liderar él mismo la expedición y fue el ingeniero holandés H. C. Cornelius quien partió a la zona en su lugar.
Retrato de sir Thomas Stamford Raffles pintado por George Francis Joseph en 1817 y expuesto en la National Portrait Gallery de Londres.
LA «MALDICIÓN» DE BOROBUDUR
Llegar hasta las ruinas no debió de ser particularmente sencillo; los javaneses habían olvidado que aquella montaña había sido un templo. Una sombra de fatalidad y superstición rodeaba su nombre: Borobudur. Según las leyendas javanesas, Borobudur traía mala suerte a los visitantes, en especial si éstos provenían de la familia real javanesa. Una profecía decía que «aquel heredero que visitara la montaña de las mil estatuas moriría».
Vista aérea del templo de Borobudur en la selva javanesa.
En 1758, el heredero del principado de Yogyakarta marchó hacia el lugar para ver con sus propios ojos al «guerrero en la jaula», expresión con la que seguramente se hacía referencia a alguno de los estupas del templo, unos montículos artificiales con aperturas cuadrangulares desde las que se ven las estatuas de Buda que albergan en su interior. El soberano mandó buscar a su hijo, pero poco después de ser capturado, el heredero vomitó sangre y murió.
ENGULLIDO POR LA SELVA
Borobudur es el templo budista más grande del mundo. Fue erigido entre 780 y 830 d.C. por la dinastía budista de los Sailendra, que tenían su corte en el valle de Kedu; seguramente procedían de la isla de Sumatra, donde estaba radicado el reino de Srivijaya, el más poderoso del archipiélago indonesio. Hacia 928, la corte de Kedu había desaparecido por completo, pero Borobudur siguió usándose al menos hasta el siglo XV. En ese tiempo y en los siglos siguientes, la vegetación de la selva y las erupciones volcánicas del Merapi fueron cubriendo Borobudur hasta casi ocultarlo del todo.
Uno de los muchos bajorrelieves que pueden admirarse en Borobudur.
De este modo, cuando el holandés Cornelius llegó a Borobudur en 1814 lo que vio fue una montaña de escombros y maleza, con pocos indicios de que aquello hubiera sido alguna vez un templo. Con la ayuda de doscientos hombres, tardó dos meses y medio en despejar la maleza que cubría el edificio. Borobudur volvió a ver la luz tras más de cuatro siglos sumido en la oscuridad.
Dado que el gran templo de Angkor Wat en Camboya no fue descubierto hasta 1860, el santuario javanés se convirtió en el primer gran descubrimiento arqueológico realizado por los europeos en el sureste asiático. Las excavaciones iniciadas por Cornelius se prolongaron intermitentemente hasta 1870, cuando se descubrieron los últimos bajorrelieves.
Poco después de que el templo quedara al descubierto comenzó a erosionarse con una rapidez alarmante. A lo largo del tiempo las lluvias provocaron que se filtrara tierra a través de grietas del edificio. Esa tierra quedó acumulada en los pasillos, lo que favoreció la conservación del templo porque actuaba como sujeción y, al cubrir parte de los bajorrelieves, protegía el muro de la erosión. Sin embargo, la tierra que se filtró entre las grietas provenía del interior del templo, que se había construido siguiendo la forma del monte en el que se ubicó. A consecuencia de ello la masa de tierra del interior del templo se fue reduciendo y las piedras que estaban fijadas al monte terminaron por perder estabilidad.
INTENTO DE SALVAMENTO
La primera reconstrucción de Borobudur se llevó a cabo a principios del siglo XX. Se logró poner a salvo los muros, pero la situación del templo continuó siendo crítica a causa de la erosión y del expolio de fragmentos del recinto a manos tanto de javaneses como de extranjeros. Gran parte de la sección superior tuvo que ser reconstruida en cemento, puesto que muchas de las piezas originales habían desaparecido.
Una de las terrazas del templo de Borobudur en 1913.
Finalmente, el traspaso del control del templo a las autoridades de la Indonesia independiente, en 1948, tampoco consiguió frenar su deterioro. En la década de 1970 parecía evidente que si no se actuaba inmediatamente el recinto sufriría daños irreparables, por lo que se inició un proyecto de restauración que duró diez años. Se instaló un complejo sistema de drenaje y los 170.000 bloques de piedra que daban al exterior fueron extraídos, tratados con productos químicos y recolocados.
GUÍA PARA EL DEVOTO
Borobudur es hoy uno de los mayores atractivos turísticos de Indonesia y desde 1850 vuelve a ser utilizado como templo budista. Su nombre parece proceder del término Bhumisambharabhaudara, que significa «la montaña de la acumulación de virtud de las [diez] etapas [para convertirse en Bodhisattva]». El perfil del templo parece indicar que se inscribe en la vertiente del budismo conocida como mahayana (una de las tres principales ramas de esta religión).
Sin embargo, el plano de Borobudur es una versión terrenal de un mandala. Los mandalas son elementos de meditación de origen hindú usados también en el budismo tántrico. El budismo tántrico o vajrayana ofrece al budista una serie de rituales para alcanzar antes la iluminación.
La cosmologia en Borobudur: Kãmadhãtu (el reino del deseo), Rüpadhãtu (el reino de la forma) y Arüpadhãtu (el reino de lo informe). Gunawan Kartapranata (CC BY-SA 3.0)
Borobudur sirve a este fin, ya que ayuda al budista a visualizar los tres niveles por los que hay que pasar para llegar a la iluminación: kamadhatuo mundo de los deseos, el rüpadhatu o mundo de las formas y el arüpadhatu, que se alcanza cuando el hombre es libre de todos sus vínculos físicos y emocionales. Esto parece indicar que los javaneses tenían un profundo interés en la espiritualidad, ya que dedicaron un esfuerzo humano colosal a la construcción de un templo cuyo objetivo principal era ser una ayuda visual para la enseñanza del budismo.
Fuente: Historia National Geographic