En la antigua Mesopotania, dentro del Imperio Acadio en torno al 2200 antes de Cristo, una sacerdotisa pensó en la posibilidad de «encapsular las maravillas divinas en el mundo de la palabra». Fruto de este afán y de largas horas de trabajo noche tras noche, surgió la primera obra literaria firmada de la historia. Aunque la escritura en el mundo antiguo se considera una labor de hombres y se atribuye a autores anónimos en su mayoría, una de las obras de esta sacerdotisa, Los himnos del templo, está firmada de la siguiente forma: «El compilador de las tabletas fue En-hedu-ana. Mi rey, se ha creado algo que nadie ha creado antes». He aquí el primer nombre de escritor de la historia, en este caso, de escritora, la pionera, apodada muchos siglos después como «la Shakespeare de la literatura sumeria».
Enheduanna o Enkheduanna (2285-2250 a. C.) fue la sacerdotisa mayor de la deidad lunar Nanna Suen en el templo de Ur (sur de Irak). Su nombre significa «ornamento del cielo». Además, tenía un puesto privilegiado en su época, ya que era hija del rey Sargón I de Acad, que unificó la Mesopotamia central y meridional.
Enheduanna escribió muchas obras, entre ellas dos himnos dedicados a Inanna, diosa mesopotámica del amor. También se le adjudica el mito de Inanna y Enki, una colección de 42 himnos. Pese a esto y a que incluso se conserva un relieve de ella descubierto en 1927, Enheduanna y sus logros literarios han sido desconocidos para la historia. Solo recientemente, con trabajos como los de las académicas Betty de Shong Meador, Louise Pryke o la referencia que la española Irene Vallejo realiza en su exitoso libro El infinito en un junco, parecen estar dando relevancia a Enheduanna.
Lo que sí está claro es que estamos ante una mujer de apasionada devoción y alabanza a los dioses del amor que supo trasladar su poderosa personalidad mediante creatividad a las tablas de arcilla. En sus himnos, describe las muchas horas que trabajaba durante la noche en las composiciones para que fuera interpretadas de día. Su poesía es reflexiva y enfatiza las cualidades de la musa divina. Utilizó la escritura cuneiforme, una antigua forma aplicada en tablas de arcilla, aunque solo sobrevivieron copias posteriores, de en torno al año 1.800 a. C.
Poema dedicado a Inanna (fragmento)
Reina de todos los poderes concedidos
Desvelada cual clara luz
Mujer infalible vestida de brillo
Cielo y tierra son tu abrigo
Eres la elegida y sacrificada, Oh tú
Grandiosa por tus galas
Te coronas con tu bondad amada
Suma sacerdotisa, eres justa
Tus manos se aferran a los siete poderes fijos
Mi reina, la de las fuerzas fundamentales
Guardiana de los orígenes cósmicos y esenciales
Tú exaltas los elementos
Átalos a tus manos
Reúne en ti los poderes
Aprisionándolos en tu pecho
Esculpes cual depravado dragón
Con tu veneno llenas la tierra
Aúllas como el dios de la tormenta
Cual semilla languideces en el suelo
Eres río henchido que se precipita bajo la montaña
Eres Inanna
Suprema en el cielo y la tierra.
Los conocimientos de astronomía de Enheduanna
Enheduanna realizó además una descripción del cielo fruto de su observación. De hecho, su trabajo de alabanza a las deidades celestiales se reconoce por la astronomía moderna. Las descripciones estelares y los movimientos en el cielo suponen posiblemente las primeras observaciones científicas del cielo.
El disco de Enheduanna fue descubierto por el británico Charles Leonard Woolley y su equipo de excavación en 1927. La escena retrata a la sacerdotisa en su lugar de trabajo: junto con tres asistentes masculinos, ella realiza una ofrenda líquida que se vierte de una jarra. La imagen del disco hace énfasis en el estatus social y religioso de la sacerdotisa, quien viste una capa y una prenda con volantes. Enheduanna está situada en el centro de la imagen, con su mirada fija en la ofrenda religiosa y su mano levantada en un gesto de piedad.
La gran personalidad de Enheduanna
En la figura de esta primera autora literaria con nombre propio, vemos una personalidad poderosa de gran creatividad, cuya apasionada devoción y alabanza a los dioses del amor continúa teniendo eco a través de los tiempos, 4.000 años después de que ella lo escribiera en unas tablas de arcilla.
Según explica Irene Vallejo, se atrevió con todo: «Poderosa y audaz, se atrevió a participar en la agitada lucha política de su época, y sufrió por ello el castigo del exilio y la nostalgia».
Enheduanna, 1.500 años antes de Homero, no dejó de escribir cantos a la señora del amor y de la guerra, Inanna, dentro de esa inspiración que la visitaba por la noche en una experiencia entre la magia y el erotismo.
Fuente: Javilara