El olor a barniz y la luz natural invaden el estudio de la restauradora Rosella Lari, a poco más de un kilómetro de la Galería de los Uffizi en Florencia. Acaba de dar los últimos retoques a La crucifixión, parte de un tríptico que firmó en el siglo XVI una monja dominica considerada la primera pintora de la historia de la ciudad: Plautilla Nelli. «En sus cuadros hay un cuidado por determinados detalles que jamás he visto en otros hechos por hombres. Y he visto muchos en toda mi vida», comenta la italiana.
En la habitación contigua, un lienzo de más de seis metros de largo en el que la artista plasmó su propia versión de La última cena espera una puesta a punto similar. En octubre regresará con todos los honores al Museo de Santa Maria Novella. Esta vez estará en sus salas de exposición y no en el almacén donde se encontraba.
Arriba, Rosella Lari en los primeros instantes de restauración de la Última Cena de Plautilla Nelli. Abajo, la obra casi preprarada para su exposición. Camilla Cheade (AWA) / Héctor Llanos
Son dos de las obras que se encarga de recuperar Advancing Women Artists (AWA), fundación que rastrea desde 2006 en los depósitos de las galerías de arte florentinas en busca de pinturas firmadas por mujeres. Su intención es que vuelvan a ser mostradas ante el público porque sus autoras, ampliamente reconocidas en su tiempo, llevan siglos olvidadas por la historia.
«Al principio, nos preguntaban con total naturalidad: ¿Por qué queréis hacer algo así? Se trata de enriquecer el legado cultural femenino que existe, aunque permanezca en la sombra», explica Linda Falcone, directora de la fundación que creó la filántropa estadounidense Jane Fortune. Cuando ellas y un grupo de mujeres de varias disciplinas comenzaron esta búsqueda, solo estaban registradas tres obras de Nelli; ahora son más de 20 los trabajos que se le adjudican.
El objetivo de AWA no es el de reivindicar obras maestras, sino milagros. En los tiempos de Nelli estaba prohibido que las mujeres recibieran formación profesional con la que adquirir técnica pictórica. Tampoco podían vender sus trabajos. Por eso, la pintora Marietta Robusti tenía que vestir como un chico para aprender la técnica en el taller de su padre, Tintoretto.
«Cada uno de estos cuadros es tan valioso como la historia que esconde detrás. Restaurarlos es solo la herramienta para contar esas historias», comenta Falcone en el estudio florentino donde alojan algunos de ellos. Ya lo han resucitado 52 obras. Cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, organizan una exposición en alguna sala de Florencia mostrando varias de ellas.
La autodidacta Plautilla Nelli es uno de los pocos nombres femeninos que aparecen en Vidas de grandes artistas, el libro de su contemporáneo Giorgio Vasari que repasa el quién es quién del Renacimiento. En él cuenta que sus obras podían encontrarse en los hogares de casi todos los hombres influyentes de Florencia. Para lograr que su semilla floreciera, organizaba en su convento talleres en los que compartía sus conocimientos de pintura con otras mujeres.
Una habitación propia
Generando conversación en torno a artistas como ellas, es como AWA prentende devolverlas a los museos, mientras se financia a través del crowdfunding y sin ayuda económica por parte de las autoridades italianas, confirma Falcone.
«A medida que el público tome conciencia de que hay una parte de la historia del arte que permanece oculta y que merece ser celebrada, esperará que los museos den voz a esa realidad. Y así es como el arte femenino obtendrá una habitación propia en los espacios artísticos de todo el mundo», cuenta la filántropa Jane Fortune, citando el ensayo de Virginia Woolf.
Jane Fortune, fundadora de Advancing Women Artists (AWA), admirando una de las obras restauradas de Plautilla Nelli / Leo Cardini