Jorge Canale llega al Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén con una obra tan magnífica como inquietante.
Es, en principio, un camino a través de la muerte y la sangre como emergentes de siglos de violencia social, de intolerancia política, de lo que el artista denomina «la beligerancia argentina», tumor que anida en nuestro propio «ADN criollo», nuestro código de identidad como sociedad.
Y es a partir de una de las obras cumbres de nuestra literatura, El Matadero, de Esteban Echeverría, que Canale construye El Otro Matadero para que, casi de la misma forma que el poeta lo hiciera en el siglo XIX en aquella irreconciliable argentina de Unitarios y Federales, nos sumerjamos de lleno en este terreno tortuoso y sangriento que muestra uno de nuestros más execrables rasgos sociales.
Más allá de la inspiración que despertó en Canale el poema de Echeverría y de su específica referencia a un tiempo histórico de la Argentina, la obra que hoy recibimos bien puede hablar de doscientos años de violencia y muerte, dos siglos en los cuales el común denominador ha sido y es la sangre.
La sangre como la vida derramada y la sangre también como sinónimo de la herencia parental. La sangre vertida por la violencia social, por la intolerancia, por el desprecio por el otro, a la vez transporta esas desgracias en ese cromosoma nacional, el «ADN criollo», que se transmite de generación en generación del mismo modo en que se da la vida.
Pero esta gran metáfora del ser argentino que es «El Otro Matadero», como toda gran lección de la historia, nos muestra también un camino de salida. La obra de Canale que, como toda obra de un artista-arquitecto, está pensada para ser transitada y hasta habitada, aunque sea por los minutos que lleva recorrerla, y en ese camino, a partir de la reflexión nos muestra una salida, una vía de escape a este destino de dos siglos que se ha llevado millares de vidas de argentinos a lo largo de la historia.
Para encontrar esa salida basta con recorrer este duro camino que nos propone Canale, despojados de todo prejuicio, de todo resquicio de breve intolerancia, de todo sectarismo, de todo egoísmo, y la encontraremos quizás al final en nuestra propia consciencia.
Canale está en la senda de esos grandes inventores de espacios que eligieron el arte como la otra vía para expresar sus ideas y utopías. Esos maestros que, como nuestro amado Clorindo Testa, imaginó y plasmó mundos de formas y colores para que los mortales podamos habitarlos aunque sea unos minutos con nuestros propios sueños, minutos que cambiarían nuestra vida para siempre.
El Otro Matadero continúa en cierta forma la intención de Echeverría de mostrar ese mundo despiadado en el que sobrevivía el artista y con el cual estaba absolutamente disconforme. En este caso, en El Otro Matadero, se trata también de un mundo violento, el pasado y el presente, donde la vida humana vale menos que las cosas y en el cual la sangre yace por doquier, tan gratuitamente como yacía en aquellos misérrimos establecimientos ganaderos de la provincia de Buenos Aires del siglo XIX, entre el barro y la inmundicia, donde tanto animales como incautos que por ahí pasaban, caían al final despedazados por una turba alucinada.
El MNBA Neuquén se enorgullece de presentar esta propuesta de Jorge Canale y de recibir la visita de este artista talentoso, en la esperanza de que, como tantas grandes obras que aquí viven y que por aquí han pasado, la experiencia de vivirla y compartirla sirva para que, en algún punto de nuestra historia, en alguna idea o pensamiento, en algún aspecto de nuestra propia vida, el cambio esperado para bien finalmente se produzca.
Por Oscar Smoljan Director Museo Nacional de Bellas Artes Neuquén
FUENTE: diario Río Negro