Poca cosa dirán ustedes… ¿qué interesante puede tener un árbol como para merecer estas líneas, ser una leyenda pehuenche o una oda escrita por Pablo Neruda?
Pero, entre todos los arboles existentes (y hay muchos) yo admiro al pehuén. No sólo por su bella altivez y su longeva existencia, sino por ser testigo de generaciones de sobrevivientes.
Pero, entre todos los arboles existentes (y hay muchos) yo admiro al pehuén. No sólo por su bella altivez y su longeva existencia, sino por ser testigo de generaciones de sobrevivientes.
Pehuén o araucaria -da lo mismo-. Ahí, en el frío, donde sólo viven los valientes, se yergue imponente como un centinela. Parece sentirse cómodo en altura, entre nieves y rocas. En la soledad del tiempo para dejar caer sus semillas y ser alimento de otro pueblo milenario. Porque no sólo es árbol, también es pueblo.
Por eso me gusta la araucaria y por eso le dedico estas líneas. Porque la veo en la cordillera de los Andes desde el Este y desde el Oeste; desde mis dos patrias inconclusas.
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