En 1961, Roy Lichtenstein adaptó de manera muy libre una viñeta del Pato Donald y Mickey Mouse pescando para decorar el cuarto de sus dos hijos de pequeños. La obra Look Mickey fue la primera incursión del pintor en el Pop Art y es el cuadro con el que da inicio la exposición Roy Lichtenstein, una retrospectiva, que desde este domingo y hasta el 13 de enero del próximo año alberga la National Gallery de Washington.
“El cuadro fue donado por Lichtenstein y su esposa a este museo con motivo de su 50 aniversario”, explica Harry Cooper, el comisario de la muestra y responsable de las exposiciones temporales sobre arte moderno de la pinacoteca de la capital de Estados Unidos. “El artista tenía una gran relación con esta institución, el regalo del cuadro es también un regalo a la nación, porque esta es la única galería nacional del país”, puntualiza Cooper.
Con Look Mickey Lichtenstein encontró la voz artística que había estado buscando antes en otros estilos, como el cubismo o el expresionismo, y que a lo largo de la década de los 60 y los 70 afianzaría entroncado la imaginería comercial propia del cómic con las bellas artes. A través de 170 obras –pinturas, esculturas y bocetos- realizadas por el pintor entre 1950 y 1997, el mismo año de su muerte, la retrospectiva hace un repaso por la carrera artística del creador neoyorkino en la que, además de sus trabajos más característicos y reconocibles –como la colección Romance y Guerra-, se presentan lienzos mucho menos conocidos, pertenecientes a su serie dedicada a los paisajes, a los Brochazos o al Arte Moderno.
“Casi todas las piezas evidencian el sentido del humor de Lichtenstein”, comenta Cooper frente al cuadro Washington cruzando el Delaware, una de las primeras pinturas del autor de clara influencia cubista. “Lichtenstein era una persona muy tímida, muy introvertida, no le gustaba la fama y se ocultaba detrás de su arte, curiosamente llenó de colores potentes, de piezas grandes, tan alejadas, a priori, de su propia personalidad”, indica. Ese sentido del humor y ese carácter retraído se evidencian en el único autorretrato de la muestra: Un espejo y una camiseta.
La exposición comienza con su etapa inicial en el Pop Art, en la que es autor experimenta con imágenes propias de la cultura popular, como unas zapatillas de deporte, un perrito caliente o una tostada, imágenes que mantiene en su ciclo de Blanco y Negro y que contrastan con la explosión de color de sus heroínas de cómic atormentadas y las escenas de ataques aéreos de sus serie Romance y Guerra. “Aunque son completamente diferentes unas de otras, Lichtenstein las dibujó a la vez, no forman parten de etapas distintas”, explica Cooper.
Esa mezcla luminosa de colores e imágenes agrandadas sacadas de historietas gráficas desaparece de forma abrupta en su serie de paisajes, un conjunto de cuadros en los que sus característicos fotocromos -los típicos topos recurrentes en la obra de Lichtenstein, una representación ampliada de la técnica de puntos empleada antiguamente para la impresión de fotografías- adquieren tonos mucho más fríos. Al final de su vida, el autor retomaría esta misma serie pero centrada en los jardines chinos, cuyos cuadros cierran, también, la exposición.
Tras la calma de la sala dedicada a los paisajes, la exposición vuelve a teñirse de los colores potentes de la serie de Brochazos -“un trazo cuya perfección obsesionó a Lichtenstein a lo largo de su vida”, cuenta Cooper-; la dedicada al Arte Moderno –una estancia en la que las esculturas parecen escaparse de los cuadros, todos protagonizados por figuras geométricas-; las que presentan las piezas en las que el artista homenajea a sus autores de referencia, Picasso y Matisse entre ellos, y la que ofrece una selección de sus últimos trabajos, lienzos enormes en los que el pintor retoma las caras típicas de sus heroínas dotándolas de cuerpos desnudos.
La retrospectiva, que recala en Washington proveniente del Instituto de Arte de Chicago, llegará en febrero de 2013 a la Tate Modern de Londres.