Carlos Quinteros: artesano y artista

515f669321cd75_322x226.52303913El hombre que hace varios años trabaja como guardarropa en el Museo de Bellas Artes de Neuquén es un eximio artista de la escultura, que aprendió de chico de la mano de un maestro italiano, y es autor de numerosas obras desplegadas en la provincia.

Al principio fue como un juego propio de un chico de 8 años en medio del eterno silencio de un campo en la provincia de Buenos Aires: agarrar barro y modelar hasta darle forma de animales. Después apareció la madera que con un simple cuchillo de cocina empezó a tallar, y también un hacha de mano para hacer en un tronco de alerce la cabeza de un cacique piel roja, obra hecha a los 11 años y que tanto deslumbró a Vicente Casares, el dueño de la estancia La Martona, que se lo llevó a su mansión cerca de la Quinta de Olivos.

Esas fueron las primeras obras artísticas de Carlos Quinteros, aquel pibe nacido en Plátanos, provincia de Buenos Aires, criado en el campo donde además ordeñaba vacas y cuidaba animales. “Todo empezó robándole los pedazos de jabón que mi padre hacía en el campo y le daba forma de cabeza de vaca, de toro, de caballo”, recuerda este hombre de 69 años que se radicó en Neuquén a comienzos de los años ’80 donde ya vivía su hermana Élida.

Aquel chico intuía que su futuro estaría más vinculado a lo artístico que a los trabajos propios del campo que su padre intentaba, sin mucho éxito, transmitirle. Y más todavía, cuando se cruzó con Don Chicho, un italiano que había escapado con una hija del horror de la Segunda Guerra Mundial.

“En ese tiempo vivíamos en San Vicente y cuando mi padre me mandaba con el carro a buscar mercaderías pasaba por enfrente del cementerio y veía a este hombre trabajando con un cincel sobre el mármol que hacía unas esculturas preciosas, y me preguntaba cómo hacía eso”, cuenta. “Un día este hombre me preguntó si quería aprender. Don Chicho puso la semilla para embalarme en cuanto a lo que tenía que desarrollar algún día. Fue mi maestro, me enseñó las técnicas del arte escultórico. Me decía que cuando yo creciera iba a haber máquinas y no le pifió. Lo primero que hice en mármol con Don Chicho fue una enorme cabeza de caballo que ni siquiera la podía cargar en el carro… Mientras tanto seguía trabajando en el campo con mi padre, y además hacía hebillas talladas en hueso, rastras y cinturones”, describe. Cuando habla de su padre, lo define como «un artesano extraordinario en soga criolla y quería que yo aprendiera, me tenía acobardado con eso».

Cuando se mudaron a Ezeiza, su padre puso una carnicería y Carlos dejó de ver a Don Chicho. Entre tallado y tallado, Carlos cantaba tangos e integró Las Voces Blancas, grupo nacido en 1964, conformado por jóvenes que buscaron darle otro sonido y estilo a la música folklórica argentina. “Estudié canto con el gran maestro Carlos Capdevilla y fui compañero de Mario Rubén Marito González, antes de que adoptara el seudónimo Jairo”.

Unos años antes y durante la dictadura militar, Carlos se ganó la vida trabajando en frigoríficos de La Matanza y fue delegado de los trabajadores químicos. “No andaba en nada pero terminamos cayendo en un lodo del que no íbamos a quedar vivos, algunos pudimos salvarnos, en mi caso me salvé por unas pocas horas”, comenta.

Cuando llegó a Neuquén, en 1982, Carlos enseñó en forma gratuita tallado en madera, se desempeñó en el diseño de muebles y como carpintero. Con el correr de los años “empecé a hacer tallados en alabastro, mármol, piedras, haciendo esculturas. Vendía muy bien en el Paseo de los Artesanos. Estuve unos cuantos años en los vagones hasta que nos echaron. Fui uno de los creadores de ese lugar. Comencé a formar parte de la Asociación Neuquina de Artistas Plásticos (ANAP) y participé del Primer Encuentro de Artistas Plásticos que se hizo en Cutral Co, donde estuvieron Jorge Alberto Ortega Castellanos, Ana Zitti, Jorge Michelotti, entre otros maestros”.

También transmitió su arte a los chicos alojados en la cárcel de menores. «Trataba de que aprendieran un oficio para el momento en que salieran. Si usted logra salvar a 3 ó 4 de 50 de esa tormenta es un logro», dice.

Por PABLO MONTANARO (diario La Mañana Neuquén)

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