“Un artista tiene derecho a fracasar” dijo Miquel Barceló a los comisionados de la ONU encargados de darle seguimiento a su obra en la cúpula del Palacio de las Naciones en Ginebra, Suiza. Después de más de un año de pruebas, Barceló no lograba el efecto que quería para su obra y ante la insistencia de la institución por el avance del proyecto, Barceló con valor y humildad exigió su derecho al fracaso. Lo trascendente de la actitud del artista español es que en su obra existen parámetros de calidad y de factura, fines y objetivos y dentro de estos puede definir claramente cuando está logrando una obra o cuando no es lo que él quería. Aun terminada e inaugurada repitió que no era lo que él planeó y que la dimensión del trabajo lo sobrepasó. Él al reconocer este fracaso en su trabajo, reconocía también que el arte es exacto y que si el artista no está satisfecho eso sale a la vista. Por eso en el arte existen obras inconclusas y otras que sus autores destruyen porque saben que no son perfectas y que no son lo que ellos desearon. En el arte real la calidad es un objetivo, la perfección es una meta, llenar las propias expectativas esta en el plan de trabajo. El artista al crear toma riesgos y experimenta, enfrentándose a resultados excelentes o mediocres, y valiente toma de nuevo la decisión de seguir con la búsqueda y su obra.
Esta capacidad de autocrítica y de honestidad se pierde cuando hablamos de obras conceptuales y de sus autores, porque no existen elementos con los que podamos saber si la obra está lograda o no lo está. Los autores viven en la sobre protección de los críticos de arte y no necesitan confrontarse con su obra, al contrario el accidente y la falta de calidad forman parte de su estilo. En la obra de Barceló es sencillo poder emitir una crítica, apreciar si la obra es congruente con la dimensión y la naturaleza del espacio, si la selección de materiales y colores responden al mensaje. ¿Podemos hacer lo mismo con otro tipo de obras? Por ejemplo, la cama revuelta con fluidos en las sábanas y rodeada de condones usados y ropa interior sucia tirada en el piso de Tracey Emin, o romper la galería cómo lo han hecho Salcedo, Mike Nelson y Bustamante, poner objetos en selección arbitraria y rebautizarlos como obras. Tengan estos trabajos el resultado que sea, la realidad es que en esto no existe una sola característica o factor que ni remotamente nos diga si esta obra está lograda o no lo está.
Y no es un asunto de discurso ya sabemos que esto justifica la presencia de lo que sea, es un asunto de factura, sólo eso. En una cama sucia quién va a decir así no se hace, la cama tendría que estar volteada o las sábanas ser de otro color. Los hoyos de Mike Nelson son más grandes que los de Bustamante y ella puede argumentar que ese era el efecto que deseaba, o sea que todo esta bien.
En el arte real eso si es evidente, hay cuadros que nunca se secan, catedrales que se caen a pedazos, retratos que no se parecen al retratado, obras que no alcanzan a desarrollar un clímax, miles de bocetos despedazados y cuadros quemados por los artistas. En las pruebas de rayos X que les hacen a las obras para autentificarlas, podemos ver cómo debajo había otra que fue sepultada por el artista bajo una capa de pintura. En las obras conceptuales no hay margen de error porque la perfección no es una meta, entonces cualquier fracaso es éxito. En las obras conceptuales el error es virtud, no saben la inmensa responsabilidad de reconocer cuando un trabajo es fallido. Ahí todo es bueno, todo es válido. Barceló tiene a los ojos del mundo sobre su obra, él sabe que no hay cabida para el engaño o la excusa, que si su material no resiste y se derrumba es responsabilidad suya, si el efecto de océanos y tierra que quiso dar no se aprecia es también responsabilidad suya. No va a salir un curador a armarle un discurso que diga que ese defecto es efecto, que significa su visión del mundo o la soledad de la humanidad. Ese es el valor del verdadero artista: que está solo ante su obra, no se refugia en elucubraciones porque el resultado de su trabajo es la denuncia misma de su capacidad y su alcance. La gloria o el rechazo sólo le pertenecen a él.
Publicado por Avelina Lésper