«En los últimos 20 años, la gente fue educada para especular, no para crear»

57758a734112f_380x253HELMUT DITSCH, EL ARTISTA ARGENTINO MEJOR COTIZADO EN EL MUNDO, VIAJÓ DESDE VADUZ -CAPITAL DEL PRINCIPADO DE LIECHTENSTEIN- DONDE VIVE PARA PRESENTAR LA CÁTEDRA DITSCH, QUE OFRECERÁ EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN, UNA EXPERIENCIA QUE ABORDARÁ LA PINTURA A TRAVÉS DE LA MÚSICA, Y QUE EL ARTISTA REALIZARÁ DE FORMA AD HONOREM COMO HOMENAJE A SU BARRIO, VILLA BALLESTER.

Helmut Ditsch (Villa Ballester, 1962) es autor, entre muchas obras monumentales, de «Cosmigonón», un gran óleo que retrata el glaciar Perito Moreno con un nombre inspirado en el grupo Serú Girán, comprado por una consultora europea en un millón y medio de dólares, con en el que rompió su propio récord de 2010 con la obra «El Mar II», vendida en 865.000 dólares.

Marcado por la filosofía de Nietzsche y Heidegger, Ditsch establece una profunda relación con los espacios que decide retratar en sus inmensos lienzos a través de un ejercicio vital que implica el movimiento físico, el posicionamiento del cuerpo, la apertura de la mirada, así como estar atento a los sonidos de los colores en un intenso vínculo con la naturaleza.

El artista, que ofreció el lunes pasado en el Teatro Tornavía de la UNSAM una conferencia abierta sobre estética y la evolución de su arte, donde también tocó el piano junto a una orquesta de 25 músicos en el Auditorio Carpa del Campus Miguelete, habló con Télam sobre las actividades, públicas y gratuitas, promovidas por el Instituto de Artes Mauricio Kagel de la Universidad Nacional de San Martín.

– Télam: ¿Cómo nació la idea de esta cátedra en la UNSAM?
– Ditsch: La cátedra es una devolución a mi barrio, Villa Ballester (San Martín, provincia de Buenos Aires), donde se fundó la UNSAM, una universidad muy importante para el país. Por eso significa tanto para mí dar clases ad honorem en un lugar con semejante dimensión, para que todos puedan ir de forma gratuita. Es una devolución que hace tiempo quería hacer y la puedo lograr ahora gracias al esfuerzo del rector, Carlos Ruta.
No se trata de aprender a pintar como yo. Lo que me interesa señalar es que cada cual debe aprender a pintar como uno mismo. Cada artista es original y el sentido del artista es la originalidad. Un artista que copia a otro no es original, es un copista, no pasa a la dimensión profunda que tiene el ser artístico. Antes de que se metan en mi mundo, lo que quiero es que conozcan mi filosofía. La verdad es que encontré una gran respuesta por parte de la gente. Hay un mensaje movilizador. Tiro un eslogan provocador: ‘Arte es amor’. Es provocador porque el arte se convirtió en una palabra chicle que se estira e incluye todo, como el ‘cualquiercosismo’, algo que no solo es una moda sino una institución. El ‘cualquiercosismo’ es posible porque la cultura de la especulación tomó cada vez mayor poder en el mundo. Los grandes negocios en donde mayor dinero circulaba fueron los especulativos, no los productivos.

– T: ¿De qué forma afectó eso al mundo del arte?
– D: Estados Unidos, que era uno de los países más productivos industrialmente hasta los años 70, perdió toda esa industria por el efecto del mercado financiero que fue ocupando y tomando el lugar de la fábricas productoras. Ese poder financiero creó también una cultura de la especulación. Entonces, en los últimos veinte años, la gente fue educada para especular, no para crear. Eso, luego, llevó a una estética de la especulación, en donde pasa lo mismo: no hay valores humanos, no hay ningún nominal que puedas medir, básicamente no está el hombre. Por eso cuando digo ‘arte es amor’, estoy poniendo después de mucho tiempo una definición. Hoy puedo hablar de todo esto no solamente porque soy independiente de todos los círculos de poder y tengo mi propio circuito, sino porque ese poder especulativo tuvo una implosión. Tanto el mercado financiero como el mercado del arte especulativo sufrió una implosión. Eso se ve en las ferias de arte del mundo, donde ya no se vende nada: de cien artistas uno solo sube su valor.

– T: ¿La obra «La Fuente» de Duchamp es un ejemplo de lo que hablás?
– D: Lo que hizo Duchamp, que siempre funcionó dentro de un circuito cerrado, nunca fue popular. Se creó en un ambiente de la alta burguesía porque él venía de una familia adinerada y, justamente, en su obra no aparecen valores esenciales del ser humano sino la provocación del aburrimiento que produce tenerlo todo. Es interesante analizar las biografías de estos artistas: ver dónde se criaron, qué perspectiva tenían de la vida, cuáles eras sus necesidades, para entender un poco más cómo llegamos a esto. Se llegó a decir que la pintura había muerto. Ese es el nihilismo pasivo que se ve en el arte especulativo. Hay salas de arte contemporáneo donde, por ejemplo, no hay nada. Eso un mensaje claro hacia los artistas: nos están tomando el pelo. Ahí aparece el tema del sentido común. Si no tenés escrúpulos quizás no te molesta hacer algo así, pero alguien con escrúpulos no se burla de la gente. Y todo esto sucede porque son las instituciones las que financian estos proyectos nihilistas pasivos. No comprenden que el arte es la expresión máxima de la naturaleza humana, es la voz de la humanidad. Lo que va a quedar del humano es el arte, no su cuerpo, sus guerras o sus acciones banales. Por eso, lo que me interesa de la UNSAM es que en un mismo espacio están los artistas y los científicos, que parten de una inquietud creativa en común: la búsqueda de la verdad.
 – T: ¿Cómo funciona la música en tu proceso creativo?
– D: No sé si nací músico o pintor o las dos cosas. La pintura se manifestó primero, pero desde muy chico tenía la necesidad de tocar piano. Por circunstancias de la vida nunca fui a un conservatorio, siempre tendí a hacer todo solo. Presentía que para tener originalidad tenía que ser casi un autista de la enseñanza académica. Hoy sé que es necesario transmitir conocimientos, pero no quiero ser profesor, sino un par, un espejo que ayude a reconocer lo que cada uno es. Solamente si sabés quién sos vas a poder crear algo, poner todo tu ser en la creación y no copiar, no ser una figura estéril, sino una figura inigualable. Cada uno tiene una razón de ser en este tiempo que nos toca ser materializados, después pasaremos a otras dimensiones. La música siempre fue mi primer amor: es intravenosa; la pintura tiene un paso de reflexión a través de la mirada. Creo que para conmover en la pintura hay que tener un alma muy musical. La realidad es que los colores tienen una frecuencia tonal. Cada vez que pinto es como trabajar con una partitura: cuando no sé por dónde voy, recurro al piano para guiarme. Concibo mis pinturas a través de la música.

FUENTE: Télam

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