¿En qué se convirtió hoy eso que solíamos llamar “arte”?

Graffitis y moda en los museos, cocineros en bienales de arte, copias digitales de todo. Cómo se distingue hoy qué es “lo artístico”.

Por Héctor Pavón (diario Clarín)

Un antropólogo en el mundo del arte, un observador participante, un crítico, un etnógrafo de las especies artísticas. Esas son las ropas con las que Néstor García Canclini escribió La sociedad sin relato , libro que presenta el miércoles en el Malba. Canclini cuenta aquí la exploración por la estética de esta era. Hoy habla en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires.

Dice que los artistas salen de los museos para insertarse en redes sociales. Un planteo muy optimista…

Desde principios del Siglo XX, las vanguardias trataron de trascender los recintos sagrados del arte. Pero esos intentos de insertarse en medios, espacios urbanos, redes digitales, no acaban de lograr la utopía de inscribir el arte en la vida cotidiana. Ni llevando el mundo al museo, ni saliendo del museo, ni vaciando el museo y la obra, ni blasfemando y provocando la censura, puede superarse el malestar que provoca esta oscilación entre querer la autonomía y a su vez no poder trascenderla.

El concepto de “artista” hoy parece muy amplio. Algunos graffitis son considerados arte…

Se ha desdibujado la noción de artista y su papel social. Los graffiteros, los que hacen performances urbanas, las acciones de ONGS como Greenpeace, son ejemplos donde se vuelve muy difícil distinguir qué es arte y qué no. Hubo graffiteros que expusieron en museos; y eso hace evidente que las categorías con que la estética moderna estableció qué era arte han caducado y que los criterios de las ciencias sociales no sirven para decir dónde está lo artístico.

También ha cambiado el concepto de “patrimonio cultural”. ¿Qué incluye y qué excluye? Las acciones de organismos como la Unesco han consagrado un modo de valorar obras excepcionales. Con el multiculturalismo dieron mayor lugar a bienes de países no europeos y el criterio se fue abriendo a América Latina, Asia y algo de África. Cuando uno ve ese programa actuando mundialmente, surgen las arbitrariedades. Es un convencionalismo poco consistente de la estetización de los bienes culturales.

¿Qué papel juega la piratería, la falsificación? ¿No refuerzan el consumo cultural? La noción de autenticidad y de valoración de obra única también cambió. Hoy es un lugar común decir que no hay obras únicas, que las reproducciones pueden ser de tanta calidad como el original. En la música y el cine, su reproducción no se empobrece si está bien hecha la primera edición. La multiplicación favorece un acceso más amplio. En las artes visuales no tenemos por qué pensar que un cuadro de Goya, de Velázquez es la única manera de confrontarnos con lo que ellos quisieron decir. Ese original ha sido restaurado, modificado. Luego están las reinterpretaciones: Picasso volvió a pintar Las meninas . Lo que los artistas que volvieron a pintar una obra, dicen es: la seguimos valorando desde nuevas condiciones y mirándola de otro modo.

El chef Ferrán Adria fue invitado a Documenta Kassel. Unos lo consideraron un artista, otros un plebeyo.

Plebeyo-aristocrático… Adria no es alguien a quien le falte sofisticación. Sin embargo, que esté en una bienal de primer nivel muestra cómo se desdibujan, se vuelven permeables las fronteras del arte. Mi impresión es que eso tiene que ver con una operación mediática de la bienal para promover su apertura y exhibir cierto gesto de flexibilidad hacia otras manifestaciones. Otro análisis más hondo podría tomar la gastronomía como arte.

¿La moda se legitimó como arte? No sólo los diseñadores se consideran artistas. El museo Guggenheim de Bilbao, entre otros, expuso colecciones de Armani. Y también motos, coches, hay algo más que la simple aspiración de las “artes menores” a ser reconocidas como parte del primer nivel de legitimidad estética.

Los clubes de fútbol tienen museos…

Eso es un proceso sociocultural, más cercano a los museos antropológicos que consagran ciertos bienes de la cultura nacional. Hay una operación fetichista, como suele ocurrir en los museos, aislando el objeto y dándole las atribuciones de lo sagrado.

¿Y el crítico de arte? ¿Fue reemplazado por el curador? Con frecuencia coinciden, muchos curadores se hacen críticos o a la inversa. Hay curadores que escriben la crítica de su propia exposición. En las artes visuales esto sorprende y crea preguntas sobre su legitimidad, pero Barthes publicó su autobiografía e incluyó la crítica a su libro. Había un gesto irónico y autoirónico en esa operación. Esto también nos muestra la manera en que se ha abierto lo que antes se llamaba el “campo del arte” a partir del papel de los actores sociales. Ahora un galerista puede ser curador o a la inversa. Y otros actores ejercen acciones que antes estaban reservados a los profesionales de la historia del arte o la museografía.

 

http://www.clarin.com/sociedad/titulo_0_329367189.html

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