Es escritor estará en la Feria del Libro que se inaugura el 31 de agosto. “El libro de los placeres prohibidos”, una novela que combina el policial con la investigación histórica y que presentará en la feria de Neuquén. La presente es una entrevista publicada por el diario regional La Mañana Neuquén.
Federico Andahazi es uno de los novelistas argentinos más reputados en el país y el mundo. Su primera novela, “El anatomista” (1997), se convirtió en best seller y fue traducida a más de 30 idiomas. Ahora, después de abocarse a una trilogía de ensayos históricos sobre la historia sexual argentina, el autor porteño regresa a la ficción con “El libro de los placeres prohibidos”, su más reciente novela, publicada en 2012 por Editorial Planeta, que agotó su primera edición en la primera semana de lanzamiento. Una de las figuras de la literatura argentina que estará presente en la primera Feria Internacional del Libro de Neuquén (se extenderá del 1 al 15), Andahazi llegará el 7 de septiembre para hablar de su obra que tiene como protagonista a Johannes Gutenberg: más que el inventor de la imprenta, un “estafador”, según aclara el autor.
“El libro de los placeres prohibidos” transcurre en la Alemania del Siglo XIV, cuando un tal Gutenberg y sus socios trabajan para encontrar la forma de reproducir libros, hasta entonces patrimonio absoluto del poder eclesiástico. Mientras tanto, en el Monasterio de las Adoratrices de la Sagrada Canasta, un extravagante burdel ubicado a orillas del río Rhin, una de las más antiguas sacerdotisas fue desollada viva.
¿Cómo definirías esta novela?
La describo como una suerte de novela policial que transcurre en la edad media, que se inicia en un burdel en la Alemania. Aparece el lector siendo testigo de un asesinato, y como en todas las novelas policiales, se va a dejar llevar por esas historias, y va a tratar de saber quién es este asesino que esta matando estas meretrices. Tiene, a su vez, este anacronismo, porque el relato policial es moderno, no existía en la Edad Media. Gracias a autores como Umberto Eco podemos hacer estas extrapolaciones hoy en día. Y tiene un protagonista que todos creemos conocer, y en realidad sabíamos muy poco: Gutenberg. Porque esta historia transcurre en ese momento crucial de la historia que fue la invención de la imprenta. Y en realidad esto de la invención de la imprenta es casi un lugar mítico en la historia. Porque si nos preguntaran quién fue Gutenberg responderíamos, casi de manera escolar, que fue el inventor de la imprenta y los tipos móviles del libro, tal cual lo conocemos.
Pero eso no fue así…
Bueno, esto es justamente lo que no fue Gutenberg, ya que nunca inventó una imprenta, sino que inventa una máquina para falsificar manuscritos, que en aquella época valían una fortuna. Uno podía comprarse una casa con lo que valía un libro. De modo que él consigue hacer en dos horas el trabajo que antes llevaba dos años, por parte de copistas, esos monjes que se la pasaban escribiendo. Creo que Gutenberg ni siquiera se dio cuenta de la proyección que iba a tener ese intento de estafa. De modo que cada vez que tomamos un libro ignoramos toda esa historia que esta detrás.
¿Por qué desmitificar su figura? ¿Es algo que surgió a priori o son aspectos que fuiste descubriendo en el proceso de escritura?
Fue un descubrimiento completamente inesperado para mí. Esta novela iba a transcurrir en el momento de la invención de la imprenta, y la intención original era plantear esa guerra que, imagino, se debe haber planteado entre los primeros imprenteros y los últimos copistas. Es decir, los copistas iban a querer mantener su coto y los imprenteros iban avanzando sobre ese oficio en extinción. Entonces, el referente obligatorio era Gutenberg, y cuando empiezo a indagar sobre su vida, descubro una cantidad de lagunas, de oscuridades. Entonces digo: ‘Bueno, tengo que ir a los documentos’. Viajé a Alemania y ahí descubrí que la única constancia que había de que Gutenberg realmente existió son todos los juicios donde se lo acusó de falsificación, de falsa promesa de matrimonio, tuvo diferencias judiciales con sus propios socios (Johan) Fuchs y (Peter) Scheffeer. De modo que efectivamente era un estafador, él y sus socios que, insisto, nunca llegaron a ver lo que tenían en las manos.
Además de este aspecto histórico, aparece otra constante de tu obra como es la sexualidad, el erotismo.
Siempre digo que la literatura esta hecha de la misma sustancia que la sexualidad, de la misma materia del deseo. Pero, además, esto, en el proceso de la invención de la imprenta, se ve con mucha claridad. Porque cuando la iglesia, que entonces encarnaba al poder, descubre el potencial de esa máquina para falsificar libros de Gutenberg, se encuentra con una noticia que, a priori, podría decirse alentadora. Muchos miembros de la iglesia decían: ‘Bueno, podría servir para que la Biblia llegue a muchas mas personas. Para que los libros sagrados se difundan’. Pero Biblia había una sola y los libros sagrados prácticamente eran muy pocos.
Y los otros no era bueno que se difundan…
Estaba el Index Librorum Prohibitorum, que era toda la lista de los libros prohibidos y entre esos había uno que era el Libri Voluptatum Prohibitorum, que justamente contenía el secreto del placer. Y era el que la Iglesia tenía que prohibir, ya que si efectivamente se masificaba, llegarían a mayor cantidad de gente. Entonces este es el meollo policial que se reúne con la verdad histórica, y estos dos elementos conforman los dos ejes de la novela.
Y si hablas de poder, la sexualidad es uno de sus territorios predilectos, diría Michael Foucualt…
Es interesante el punto de vista de Foucault, porque justamente lo que se deduce de la obra de él, es que tanto la sexualidad como la literatura son dos entidades que no se pueden domesticar: no se pueden poner bajo el canon de la educación. Por eso, al igual que la sexualidad, la literatura siempre fue tan perseguida y tan censurada. La literatura es tan antigua como la censura. Parece sorprendente, pero a uno mismo le ha tocado protagonizar algún escandalete, como cuando gané hace muchos años el premio de la Fundación Fortabat, y la misma mentora de esa fundación (Amalita), me retiró ese premio; o diferentes episodios bastante preocupantes que me tocaron protagonizar en Turquía, presentando mi primera novela “El anatomista”.
En un contexto donde por razones obvias, la censura no puede desarrollarse de manera “obscena”, necesita crear nuevos mecanismos, algo más velados, quizás, ¿cuáles creés que son esas nuevas operatorias?
Justamente los mecanismos más peligrosos son los más velados. Efectivamente, la forma más brutal de combatir este carácter más revulsivo de la literatura es la censura. El poder fue afilando sus instrumentos y descubrió que la forma más efectiva de neutralizar la literatura, es hacer un camino paradójico, y canonizarla, santificarla. Entonces para la mayor parte de la gente, la literatura es algo que esta ahí arriba, en un pedestal de mármol. Por eso hago un trabajo muy obsesivo con esto de desacralizarla. Me parece que la literatura no es una cosa para pocos, no es algo para privilegiados. Me parece que mientras más gente tenga acceso al libro, es mejor para la sociedad, para la literatura, para el libro. Y me parece que justamente, muchas veces, todos estos dispositivos que pone a funcionar el poder tienen que ver con la canonización.
Este libro es tu regreso a la ficción, ¿sentías una necesidad?
Sucede que el pacto que se establece con el lector es diferente. Cuando escribís un ensayo o historia, estás sujeto a los documentos, a los testimonios. El lector tiene que saber que eso que está leyendo no es ficción; mientras que cuando uno escribe novelas, cuentos, ese pacto es mucho más interesante en un punto. Siempre digo que un escritor es un mentiroso profesional, y uno como lector se deja engañar amablemente por los autores y entra en esas historias que propone. Pero también es paradójico ese lugar. Como novelista muchas veces tengo la certeza de que por ese camino de la ficción uno toca las paredes de la verdad. En algunos casos para reconstruirla, porque ciertas páginas de la historia fueron deliberadamente arrancadas, y por vía de la ficción uno las puede reconstruir; y otras veces para derribar esos dogmas creados por el poder, por la historia.
Este libro se agotó apenas salió. Siendo un escritor best seller ¿te sorprende en algún punto este fenómeno?
Soy un escritor que cuando escribió su primera novela, “El anatomista”, era completamente inédito, y la verdad es que no conservaba muchas esperanzas de ver mi obra publicada. Escribí esa novela desde la más absoluta impunidad que te da el ser inédito, desde ese lugar subjetivo de quien escribe no para el mercado, no para el lector, no para un editor. La novela finalmente funcionó y encontró muchos lectores. Creo que hay que mantener ese lugar subjetivo del escritor inédito. Yo escribo como si nadie me fuera a leer. Por supuesto, cuando ves que tu libro está dando vueltas por ahí o ves a alguien leyendo tu libro, no deja de generar un vértigo. Porque claro, porque uno escribe un libro, pero quien le otorga sentido último a un libro es el lector, y eso da un vértigo. Siempre me pregunto que estará leyendo el lector. Seguramente no es aquello que uno escribió.
La historia de entrecasa
Antes de hacer “El libro de los placeres prohibidos”, Andahazi publicó la historia sexual de los argentinos en tres volúmenes: “Pecar como Dios manda”, que va desde los pueblos precolombinos hasta la revolución de mayo; “Argentina, con pecado concebida”, que va desde la revolución de mayo al primer golpe del ’30; y “Pecadoras y pecadores” que va del golpe del ‘30 hasta el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, una particular visión sobre los personajes y acontecimientos más importantes de la historia argentina, vista desde la sexualidad de sus protagonistas.
«La sexualidad no es apenas una pincelada pintoresca en la historia de un país, sino que al contrario, no se entiende la historia de un país, si no se entiende la historia de su sexualidad. Porque los países, al igual que nosotros, son hijos de un entramado de relaciones sexuales literalmente. Si uno desconoce cómo se fue gestando esa red de relaciones sexuales, mal puede conocer la historia de ese país. Esto sin meterse debajo de las cobijas de nadie».
Un proyecto familiar
Novelista más que cuentista, Andahazi debuta en la literatura infantil con “Tres secretos para aprender a volar”, que acaba de salir a la venta y que nació de la inquietud de que sus hijos pudieran leer lo que él escribe: “Digo que es un libro casi familiar. Tengo dos hijos, una nena de 11 años y un nene de 7. Es un libro que escribí para ellos, y que además mi mujer, que es Aida Pippo (artista plástica), ilustró», contó
«Después de que lo leyeron muchos hijos de nuestros amigos, nos convencieron de que lo publicáramos. Y la verdad que me encanta escribir y no hago distinciones entre la literatura para chicos y la literatura para adultos. Me parece que la literatura es una actividad profundamente infantil: uno conserva algo de esta pureza ingenuidad que tienen los chicos. Los adultos que leemos somos en el fondo chicos que nos divertimos”, concluyó el autor.
Federalizar la cultura
“En principio, debo decir que todos los encuentros con los lectores son un privilegio, porque el trabajo de un escritor es una trabajo intramuros; siempre de puertas adentro. Y tener contacto con los lectores siempre es un privilegio para que esto no sea, digamos, una corriente unilateral”, expresó el autor desde Buenos Aires y a poco de llegar de presentar el libro en México y Estados Unidos.
“Por otra parte, es cierto que la feria del libro cada vez es más importante, más numerosa y está completamente centralizada en Buenos Aires. Entonces me parece fantástico que existan polos en el interior (…) que sea, en este sentido, un país federal, no el versito de lo federal. Me parece que si no se federaliza en serio la cultura, es difícil que se solidifiquen todas las políticas”, agregó.
Por ÁNGELES NIETO (Diario La Mañana Neuquén)