Entrevista del diario La Mañana a Liliana Montes Le Fort

520598ba84f7c1_322x226.91632003Una verdadera constructora de la vida. Esta mujer de 78 años tiene una vida de película. Arquitecta especializada en salud, artista plástica y poeta con gran sensibilidad social, debió exiliarse durante la dictadura y vivió en Argelia. Hoy reside en Neuquén.

Arquitecta, artista plástica, escritora, madre de tres hijos y esposa por 52 años. Todo eso es Liliana Montes Le Fort. Una sensible mujer que, si bien vivió en lugares tan disímiles como Argelia o México, eligió Neuquén como su espacio en el mundo.

Nacida en Santiago de Chile en el seno de una familia de clase media, siguió los pasos de su madre, quien la tuvo a los 14 años, hacia Argentina. Primero estuvo en Buenos Aires, luego en Tucumán y, finalmente, concluyó sus estudios secundarios en Capital Federal. “Por suerte ya en una escuela pública”, aclara luego de puntear sus caminos por escuelas de monjas.

De su infancia recuerda algunas imágenes, por ejemplo la de una pordiosera que caminaba las calles de su barrio a la que le decían La Dorila. “Pasaba por las casas con una bolsa enorme, por supuesto que yo siempre buscaba cosas para darle, a mí me conmovía mucho su pobreza”, comentó Montes Le Fort.

La vida a esta mujer que hoy tiene 78 años le dio grandes satisfacciones. Becas en el exterior para especializarse en arquitectura hospitalaria, una rama en la que trabajó mucho; exposiciones de sus cuadros en importantes museos de México, España y Estados Unidos, y principalmente el amor con su marido, que a pesar de las bodas de oro sigue hoy intacto.

A su marido lo conoció en la UBA, ambos estudiaban arquitectura. Liliana se recibió y en 1968 le ofrecieron un cargo importante en Viedma: directora de Arquitectura Hospitalaria para todo Río Negro.

“Y nos vinimos con Mario. Él no se había recibido todavía así que viajaba a estudiar en Buenos Aires. Yo hice un importante trabajo en la parte hospitalaria, no se conocía la carrera y tampoco habían tenido una mujer arquitecta”, rememoró Liliana. Recordó que su labor fue crear un plan de trabajo para que los hospitales fueran preparados, reciclados y que consiguió que por primera vez Salud Pública tuviera un presupuesto específico para el hospital.

Luego, este plan se amplió a nivel nacional y Liliana junto a su familia se vinieron a Neuquén en 1970.

“Era la segunda vez después del peronismo, cuando lo hizo el médico Ramón Carrillo, que se planificaba la arquitectura hospitalaria. Y por eso salimos muchos a establecernos en las provincias. Nos decían que era un desastre irse de Buenos Aires y nada que ver, hicimos de todo, cambiamos cosas, los dos trabajamos mucho y fue maravilloso”, relató la mujer. “Yo soy ‘vyq’, venida y quedada. Elegimos Neuquén como un lugar en el mundo”, expresó.

Pintora

Ya por 1974 Liliana había empezado con su pintura, y por estar en contacto con otros artistas plásticos la invitaron a realizar su primera exposición.

“Después expuse más, al mismo tiempo del trabajo en el municipio de Centenario y del plan de Nación. Fue una época de una actividad tremenda”, relata sobre ese momento de su vida. “Había una campaña política muy grande en Centenario y yo empecé a tomar una postura política que no era la del Gobierno. Y siempre te van creando dificultades”, comentó.

Luego vino la beca en Colombia y toda la familia se fue para allá. Si bien era un dinero importante en el medio el “Rodrigazo”, dejó sin valor los pesos que le pagaban a Liliana para capacitarse.

“Fue bravo, pero todo eso también te afianza. Ahí empezamos a ver la realidad de América Latina y las necesidades, y que pasa lo mismo con los hospitales y que las estructuras son iguales. Esto te va abriendo un campo de verificación”, expresó la mujer. Y también sostiene que “yo digo siempre que cuando los chicos terminan la secundaria se les debería pagar un curso y hacerles una gira por América Latina; no sería una pérdida de dinero porque hay muchas cosas que aprender”. “Ver lo que vio el Che cuando se fue con la motocicleta. Él descubrió toda la miseria, los problemas políticos, algo que había mamado en su casa. Yo también había mamado algo, La Dolira, viejos que se habían muerto de frío en frente de mi casa. Ya se marcaba una postura frente a mí, frente a mi sociedad, yo quería indagar sobre eso. Hay gente a la que no le importa nada, y otra a la que sí le importa. No creo que haya nadie mágico, sino que uno se conforma de una manera”, aseguró.

Ya en 1976 la desaparición de varios amigos y la muerte en el comando del padre de un colega de apellido Albanesi, la llevaron a tomar la decisión de exiliarse. Y entre los lugares a los que podían llegar eligieron Argelia, en el norte de África.

Con la democracia volvió a Neuquén y su primer encuentro con esta nueva época fue ser presidenta de mesa en las elecciones, momento que vivió entre lágrimas de emoción.

Sin trabajo, ya de arquitecta Liliana hizo una muestra muy grande en la ciudad donde se vendieron todos sus cuadros en 20 minutos.

“Todos los amigos y vecinos nos esperaron con la casa llena de flores, fue una fiesta”, recuerda entre lágrimas ese momento de regreso a Neuquén.

Liliana escribió libros sobre la arquitectura de la ciudad, trabajó en tratar de llevar la cultura a los barrios y defendió la imagen del Parque Central cuando en los ’80 intentaron edificarlo.

Con lo último que se topó en esta vida es con la poesía y la resume en estas líneas: “Ese agujero negro del sótano se había tragado/ Un osito de peluche, dos maracas y una cunita/

El agujero negro se tragó la infancia de muchos/ Las voces de muchos/ Las esperanzas de muchos/ Lo que no se tragó fue el dolor de muchos”.

Sus pinturas la acompañaron desde el Sahara hasta México

Liliana Montes Le Fort se exilió a Argelia en 1976, donde pudo continuar con su trabajo de arquitectura hospitalaria en el Ministerio de Salud Pública. En ese país vivió tres años junto a sus tres hijos y su marido.

“Recién a los 6 meses entendimos la charla de la que participábamos una vez cada quince días. Es que no hablábamos el idioma”, recordó la mujer, quien aseguró que “fueron años como de cuento”. “Estuvimos en hospitales importantísimos, conocimos el desierto del Sahara, decidimos irnos porque era muy difícil la cultura para nuestros hijos que ya eran adolescentes”, explicó.

Y una vez más Liliana cambia de rumbo, pasó por Europa y llegó finalmente a México. Todo lo que mamó de Argelia, en particular de la mujer argelina, lo traduce en cuadros, que hoy son bien recepcionados.

“Mi trabajo ahí fue, más que nada, a nivel pintura, no daba abasto. Se hicieron muestras en muchos museos y hasta la Embajada de Argelia me invitó a exponer mis obras”, rememoró la artista. Liliana recuerda muy bien cuando iba a vender sus cuadros a una plaza con turistas.

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