El historiador participará del encuentro con su quinto libro sobre mitos. Varias figuras de las letras formarán parte del evento de septiembre. Entrevista realizada por en diario Río Negro
El popular historiador Felipe Pigna dialogó con «Río Negro» sobre su participación en la primera edición de la Feria del Libro de Neuquén y adelantó el material que presentará durante el evento.
–¿Llegarás con un material específico a la feria?
–Voy a presentar «Los mitos de la historia argentina 5», que va entre 1955 y 1966.
–Podemos decir que sos un autor exitoso, ¿con qué tuvo y tiene que ver el caudal de ventas de tus libros? Pasaron de los Mitos I…
–Pasaron diez años de Mitos I. Tuvo que ver con varias cosas. Primero, con el desastre del 2001 y la búsqueda de explicación de aquella crisis: las razones no eran inmediatas sino históricas. Segundo, con el estilo, con la forma de contar la historia, que tiene que ver con lo que le pasa al pueblo. «La historia» era la seguidilla de gobiernos e instituciones por fuera de la gente, por fuera del pueblo, de lo que le pasaba a los movimientos sociales, al movimiento obrero o las minorías. Que creo que están presentes en mis libros y mi mirada tiene que ver con una mirada desde el pueblo argentino. Y con las preguntas que se hace la gente habitualmente y que suelen no responderse sobre la historia argentina: porqué nos pasaron las cosas que nos pasaron, muchas de las cuales tuvieron que ver con el contexto. Me importa mucho en mis libros contextualizar lo que pasa en Argentina y en el mundo, que quede claro que no somos una isla –cosa que es obvia pero que no se ha transmitido así por décadas en lo que fue la historia escolar argentina, por ejemplo–.
–La tuya es una forma de humanizar a los próceres, a los protagonistas, y no ponerlos en un lugar tan solemne…
–Exactamente. Lo humano no quiere decir hablar de la vida privada, sino presentarlos como seres humanos con sus ideas, con sus dudas como cualquiera de nosotros: más parecidos a nosotros, lo que acerca una posible empatía. Si San Martín era una persona tenés una aproximación mucho más lógica que aquel temor reverencial. Ese que generaba esta idea de que para ser parecido a San Martín había que cruzar los Andes, sino que para hablar del personaje aparecen las ideas de honestidad y de coherencia que cualquier persona podría tener sin necesidad de convertirse en un héroe con características épicas, sino que tuvo que ver con un momento determinado de a historia que no es este sino uno diferente.
–Fue una decisión como historiador…
–Parto del principio de que la historia es un bien social colectivo y no tiene dueño, sino que ha sido construida por el pueblo y debe ser conocida por el pueblo: no ser un misterio o algo reservado para cenáculos. Si bien hay ámbitos académicos necesarios de los cuales uno también participa, hay una decisión de acercar la Historia y lo que uno va investigando y trabajando para que la gente tome conciencia de lo que nos ha ido pasando; también de hacerlo con un sentido terapéutico de repetir y continuar lo que está bien y corregir lo que se ha hecho mal en la Historia. Si lo hacen todos los países del mundo, sería bueno que lo hagamos nosotros también.
–¿Cuál es la relevancia de participar de ferias de este tipo?
–Es casi un clásico que cada ciudad tenga su feria del libro y eso es muy lindo, muy importante que la gente tenga oportunidad de acercarse a los libros. El libro es un objeto atesorable, querible, que abre la imaginación y que no tiene límites.
–¿Es posible sintetizar la relación de nuestros gobiernos democráticos con los libros? Porque en la dictadura, tenemos una idea…
–En la dictadura, el contacto con los libros… sabemos de la quema de libros –en un solo día, un millón–. El regreso a la democracia le dio un gran impulso al libro. Alfonsín, con su campaña de alfabetización, por ejemplo; algo muy simbólico e interesante fue «El Partenón de libros» de Marta Minujín, esa instalación con todos los libros prohibidos que la gente se podía llevar a su casa; en el menemismo hubo un desaliento a la lectura y un auge de los libros de auto ayuda o vinculados al individualismo; a mediados de los 90, como señala Umberto Eco, hubo un incremento del interés por la historia remota, por la historia medieval, lejana del presente, como una especie de evasión.
–¿Y antes de la última dictadura?
–La Argentina es uno de los países más lectores de América Latina. Si bien durante el peronismo hubo una especie de censura –no tanto en los libros sino sobre otro tipo de publicaciones–, era en ese momento un país donde había una altísimo nivel de publicaciones y actividad cultural, con ingreso alto de mucha gente a la lectura. Había escritores prohibidos y otros por fuera del sistema, como podía ser Borges, que no estaba censurado en su literatura pero sí en esto de querer contratarlo como «inspector de aves de corral», pero siguió siendo un hombre muy leído y Victoria Ocampo lo mismo. Hubo un momento muy importante que fue la aparición de Eudeba, a comienzos de los 60, en el gobierno de Frondizi, que comenzó a publicar textos nacionales que se vendían en los quioscos al precio de una revista, con best sellers como el «Martín Fierro ilustrado»; una experiencia editorial magnífica. Con el golpe de Onganía se recortó el presupuesto de Eudeba hasta hacerla casi desaparecer.
Por PAULA GINGINS pgingins@rionegro.com.ar