Quentin Tarantino, director de cine: «No hay héroes en este western, son todos villanos»
Quentin Tarantino se enfrenta, con su nueva película Los ocho más odiados, a uno de los grandes dilemas de la sociedad estadounidense en el siglo XIX: la posguerra civil, una tierra de nadie donde deben convivir los esclavistas confederados perdedores del sur de Estados Unidos con los vencedores ganadores del norte. Y lo narra a su manera, con algunos de los mejores diálogos de su carrera y con actores como Samuel L. Jackson, Tim Roth y Kurt Russell.
El realizador vuelve al western racial, pero al contrario de sus obras anteriores, en Los ocho más odiados casi no hay héroes. Son básicamente todos villanos, sobrevivientes de la contienda más difícil, la del “todos contra todos”. La época está retratada por una frase capital del personaje de Samuel L. Jackson, que interpreta al mayor del ejército del norte Marquis Warren, devenido ahora en cazador de bandidos a cambio de recompensas: “La única forma de confiar en un blanco en Estados Unidos es cuando está desarmado”.
El director lo explica así: “Si una guerra civil es el apocalipsis, yo estoy mostrando el pos-apocalipsis. Los sobrevivientes de una sociedad que ya no existe más y que aquí están juntos en un mismo lugar”, dice Tarantino en Sao Paulo (Brasil), ciudad donde hizo una de las primeras escalas de promoción de su filme, estrenado la semana pasada en Estados Unidos.
Hay algo raro, sin embargo, en esta gira de publicidad y Tarantino anuncia una noticia “triste”: Los ocho más odiados será su penúltimo largometraje. El director y guionista de 52 años ha dicho que cuando haga su película número 10 se retirará. “Quiero hacer diez películas con el mismo nivel de calidad, con lo mejor. No tengo esposa ni hijos, no hago filmes para comprarme mi segunda casa. Y soy pretensioso, sí”, confiesa el director de Pulp Fiction (1994), ganador de dos premios Oscar al mejor guión original y con pretensiones de una tercera estatuilla: “Preferiría ganar otro Oscar en la categoría de Guión Original, así estaría empatado con Woody Allen”.
Tarantino eligió Sao Paulo para presentar su nuevo filme porque en octubre de 1992, cuando aún era casi desconocido, el festival de cine de la capital económica de Brasil le dio un especial perfil internacional. “Mis películas tienen más éxito fuera de Estados Unidos. Mis películas son hechas en Norteamérica, pero mi mayor público está lejos de ahí”, dice con su verborragia habitual.
La nueva película de Tarantino es como un gran rompehielos que se abre paso en la historia del cine. Filmada en el viejo formato de 70 milímetros (el más grande que alguna vez se ha creado), tiene todos los gustos y caprichos del autor. Con una duración de tres horas y siete minutos, Los ocho más odiados sigue en términos generales la experiencia de ocho forajidos que llegan fortuitamente a una misma cabaña durante un crudo invierno en Wyoming. Todos escapan de las tormentas de nieve, todos hablan mucho y, más temprano que tarde, habrá violencia entre estas cuatro paredes de madera. La cinta (que este martes 5 tiene su avant premiere local organizada por La Tercera en CinePlanet La Dehesa) es protagonizada por Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh y Tim Roth, entre otros. Es el segundo western del director tras Django sin cadenas (2012) y está nominada a tres Globos de Oro (Mejor Actriz Secundaria, Mejor Guión y Mejor Banda Sonora).
“Mucha gente especulaba sobre el formato de los 70 mm para filmar, pero el punto principal es que la mayor parte de la película es en interiores, dentro de un set. Entonces el formato no nos sirve acá para grandes paisajes en el Sahara o en las montañas. Lo que se logra es mayor intimidad con los personajes al hacer acercamientos utilizando los 70 milímetros. Si estás en la primeras fila, parecerá que estarás dentro de la película. Quise crear una atmósfera especial, dar la sensación de que si sales a la nieve, morirás”, dice Tarantino.
El cineasta escribe un guión pensando en el actor. Por lo tanto, si ese actor no acepta, no hay personaje. “Trabajar con él es diferente a todo: no puedes dormir o usar el celular. Es un desafío constante. La película, para mí, contiene una violencia operística”, dice el inglés Tim Roth, quien lo acompaña en Sao Paulo e interpreta a Waldo, verdugo de una prisión.
Western racial
Allí, en ese refugio adonde los carruajes deben detenerse en medio de la tormenta de nieve, está resumida la construcción del Estados Unidos como nación tras el horror de la guerra y la esclavitud.
“Creo que le vine a aportar al western la cuestión racial, que siempre estuvo escondida y no había sido contada”, aclara Tarantino. Lo mismo había dicho de Django sin cadenas, cuando narró la historia de un esclavo liberado antes de la Guerra Civil (1861-1865).
“Aquí no hay héroes, todos son villanos, no hay un centro moral. Son sobrevivientes de una guerra entre gente del mismo país y están obligados a convivir juntos en la montaña nevada”, agrega el realizador.
La película tiene una gran fotografía de su habitual colaborador Robert Richardson, ganador de tres Oscar. También significa el reencuentro con Tim Roth y Michael Madsen, dos actores que no trabajaban con él desde hace más de una década. Pero, antes que nada, es su primera cinta sin una banda sonora creada a partir de música elegida por él mismo.
Esta vez fue el legendario compositor italiano Ennio Morricone (El bueno, el malo y el feo), quien hizo la partitura. “Para mí, Morricone no es sólo el mejor músico del cine, sino que es el mejor compositor de la historia de la humanidad, aún más que Beethoven o Chopin. El leyó el guión y compuso la música. Yo apenas la puse donde mejor queda en la historia”, dice.
Aunque no quiso referirse a su reciente conflicto con la policía de Nueva York, después de que protestara contra ella por su maltrato a la población negra, Tarantino si habló sobre su relación con el director afroamericano Spike Lee (La hora 25), con él que ha tenido un intercambio de opiniones encontradas desde hace al menos 15 años. “Nunca trabajaría con él. No voy a desperdiciar los dos filmes que me quedan para estar junto a él”.
Sobre el racismo, que era el centro moral de Django sin cadenas, afirma: “Es uno de los problemas más graves de Estados Unidos y a mis películas, sobre todo a los westerns, quería agregarle el tópico del racismo, que en este género ha sido históricamente olvidado”.
Para Tarantino, la historia de su país puede ser perfectamente comparada con otras realidades: “La Confederación fue para Estados Unidos como el Partido Nazi para Alemania. Dicho esto, en la película se presentan los puntos de vista diferentes, incluyendo la justificación de la causa rebelde del Sur”, agrega.
Algunos de los momentos donde el tópico racial emerge con fuerza en la película tienen que ver directamente con las investigaciones que Tarantino hizo sobre el período. Según dice a La Tercera, en ese tiempo aún se sentía muy fuerte el fantasma de la tristemente célebre banda de William Quantrill, un grupo de confederados del sur que actuaba como milicia paramilitar perpetrando masacres en municipios unionistas.
“Cuando el sur perdió, perdió su industria, su forma de vida, les quemaron las plantaciones y liberaron a todos los esclavos. En la posguerra no había forma de que no te toparas con un veterano de guerra yankee y un veterano confederado en un mismo lugar. Todos son sobrevivientes”.