El cubo también puede ser infinito
Graciela Sacco se llama la artista. Este nombre no significa mucho para el que escribe. Con algo de rubor lo reconozco y es una evidencia más de mi limitada inserción en el llamado Arte Contemporáneo. Resulta que ultimamente he estado muy ocupado y entusiasmado con las noticias llegadas desde el Viejo Continente referidas a Leonardo de Vince y no he tenido tiempo de ocuparme de sus colegas contemporáneos del Nuevo Mundo.
Pero el viernes 16 de marzo, en el Museo Nacional de Bellas Artes, de Neuquén, tuvimos la oportunidad de saber quién es la artista y cuál es su propuesta, sugerentemente titula: “Cuerpo a cuerpo”. Gracias a una buena política cultural desde la dirección del museo, cada cierto tiempo salimos de nuestro tradicional sopor provinciano y accedemos a los más top del arte argentino.
En este caso la artista se llama Graciela Sacco. Según la crítica e historiadora Andrea Giunta (lo leo en el catálogo) “después de un período intenso de investigación con los materiales, logró imágenes fotográficas en superficies de metal, vidrio, tela, pan, pétalos de flores e incluso sobre la piel”.
“¡Reflautas!”, exclamo. Resulta de que estamos ante una inventora que podría empalidecer la obra de Luis Daguerre. Sigo leyendo entusiasmado mientras espero a que abran las puestas del salón de exposición y miro de reojo la mesa de buffet custodiada por dos hermosas señoritas.
“Su trabajo se basa en diferentes técnicas. Suele partir de la apropiación de imágenes massmediáticas, (no sé si es un error de escritura o es una palabra que no conozco) que le permiten materializar ideas y conceptos comprometidos con su contexto”.
Esto no me agrega mucho, ya que todo artista se apropia de imágenes que le permiten materializar ideas. Ocurre desde los pintores de Altamira, en adelante.
Hay que reconocerle a los teóricos el esfuerzo que realizan en explicar las obras de los artistas contemporáneos. La explicación ha pasado a ser parte fundamental que sostiene una construcción conceptual tan difícil de comprender como la obra misma. Sino, miren y lean: “La obra de Sacco reactiva la centralidad de la investigación pensada desde la renovación de los lenguajes y la posibilidad de gestar signos visuales que se activen desde su referencia al contexto social en una relación espejada; desde el objeto poético al objeto político; desde las texturas visuales, las tramas, la grisalla de la imagen impresa, a las texturas sociales.” ¿Quedó claro, no?
Por su parte, el curador Fernando Farina, una de esas figuras esenciales que todavía no tengo claro para qué existen y por qué son tan importante, expresa:
“Graciela Sacco es una testigo peligrosa. Siempre apunta a mostrar aquellas situaciones sociales irresueltas en un mundo que le está dando letra permanentemente”.
Me invade un repentino entusiasmo. Al parecer estamos ante una artista que protesta ante las injusticias del mundo. Esto promete.
Se cortan las cintas como es la tradición y -por fin- podemos entrar
Lo primero que veo es una serie de grandes fotografías que representan bocas abiertas. Me recuerda mis idas al dentista cuando me ordenaba de un modo poco amable: “Mantenga bien abierta la boca y no la cierre”. Pero no es un tema odontológico el que nos ofrece Graciela Sacco, ni está promocionando una campaña de salud bucal. A la artista le interesa el hambre del mundo. Entonces recuerdo otra vez -sin malicia alguna- un nido con pichones esperando con sus picos abiertos a que sus padres los alimenten.
Camino unos pasos y qué me encuentro: un pequeño cubo transparente. No sé si de acrílico o vidrio porque no me atrevo a tocarlo (ustedes saben que las obras de arte no se tocan) y en su interior cajitas de fósforos, no sé si vacías o llenas. En una de ellas -la unica que está parada- el nombre impreso de la artista y una leyenda en español e inglés que dice: “…una chispa basta para incendiar la pradera” (“…only a flame is enough to burn the forest”).
Ya me empiezo a preocupar, primero un grito desesperado a lo Edvuard Munch, que denuncia las injusticias del mundo y ahora los peligros de la piromanía. La cosa va en serio. La serie se llama “Bocanadas”, y me entero que ha sido reproducida en muchos lugares públicos para que los mortales como nosotros tomemos conciencia de que el mundo es un lugar muy peligroso.
Sigo avanzando…
y me encuentro con una instalación. Ese curioso gusto por la albañilería que tienen los artistas contemporáneos. Levantan andamios y juegan a ser constructores. Es otro cubo, también transparente (sospecho que le gusta la geometría) y en su interior un cubo más pequeño colgado desde el centro. ¿Que habrá querido decir? me pregunto, angustiado.
No quiero saber cómo se llama la obra ya que me podría dar la respuesta a tantas dudas y eso es hacer trampas. Entonces -por unos minutos- con mi mano izquierda me rasco el cuero cabelludo sin ningún resultado. Quizá -aventuro- se trate de los vestigios de un reality show. Recuerdo que hace unos años los chilenos hicieron uno llamado “La casa de cristal”. Era transparente y estaba instalada en pleno centro de Santiago. La vida de su ocupante quedaba expuesta a la mirada indiscreta de los peatones. Cuando más testigos se reunían era a la hora en que la joven (bonita) entraba al baño a ducharse.
Pero esto que está en el MNBA es más complejo y me doy por vencido. Voy al cartelito y leo que la obra se llama: “Metro mundo”, de la serie M (al cuadrado), 2009. Y nos aclara que es una fotografía digital sobre un cubo de plástico con helio. ¿Metro mundo?, me pregunto. Entonces el mundo no es una esfera como yo creía, es un cubo. Los antiguos tenían razón una vez más. Me entusiasmo, es una buena conclusión: aun vivimos en la ignorancia y nada es como nos dicen que es.
Sigo avanzando (parte dos)
Después de ver otras obras menores que nos hablan de la represión que sufren los oprimidos del mundo, de la falta de espacio para mirar o vivir y lo perverso que es el Sistema (el mismo que la financia) descubro lo más interesante y divertido: ¡Otro cubo!, pero esta vez pasan cosas vertiginosas.
“¿Cuándo es un metro cuadrado de destierro?”, se llama la obra. Y sin dudas que será la más exitosa. Niños y adultos se acercarán a su balcón a mirar un destierro que puede estar direccionado hacia arriba o hacia abajo, nunca hacia afuera.
No es una novedad esto de poner espejos y generar ilusiones. Es una idea inspiradora para los que tienen espacios pequeños donde habitan: compren un espejo grande y así ganarán varios metros cuadrados.
Pero es interesante esto de trabajar con el espacio infinito, lo que me da valor a proponerle a la artista de que ése es el camino que debe transitar. No me imagino el gasto económico de cada obra pero sospecho de que alguna ayuda debe tener. Estos artistas contemporáneo siempre se las arreglan para financiar, armar y trasladar sus expresiones de vanguardia que posibilitan al país el estar representados en la grandes bienales del mundo y compartir con otros, que como ellos, sueñan con lo limitado que es el espacio infinito, o al revés.
Conclusión
Graciela Sacco pudo haber sido una buena arquitecta o fotógrafa, como muchos de ellos. ¿Por qué les gusta tanto la fotografía? No son pintores, pero les gusta trabajar con la imagen y recurren a la fotografía que significa mucho menos esfuerzo.
Está claro, la propuesta no me gustó, pero a ellos no les debe preocupar. Después de todo, ¿quién es este ignoto comentarista que se atreve desde una ignota ciudad a criticar lo que no entiende y seguro que nunca entenderá?
Me parece que la conclusión tira abajo toda una serie de pensamientos que despertó en vos la obra. El «no me gustó» resulta un poco arbitrario, no creo que la cuestión radique en los gustos o disgustos, sino en que eso que tenes en frente te genere algo, preguntas? Será… Lo realmente significativo, desde mi visión, es que aquello con lo que te enfrentas destruya tu mundo inmutable e inmutado y algo de eso se quede en vos, que sea otra cosa desde donde ves, que construya el lugar desde donde te paras todos los días…..
Aunque no te haya gustado me gusto tu texto n.n
Saludos (n.n)/
Veruca
Para preguntas y respuestas está la filosofía. El gran error que hemos cometido en las artes plásticas es otorgarle responsabilidades que no debería porque asumir. Nos hemos olvidado de que el arte debe ser hecho por personas con talento, esa condición inmaterial que los hace diferente al resto. Gracias por opinar. Un abrazo.